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Reabierta la Cripta del Pecado Original, que muestra una versión poco habitual del fruto de la discordia

Joya paleocristiana

Los espectaculares frescos del siglo IX muestran una visión primitiva del cristianismo en la ciudad italiana de Matera

Los nichos policromados paleocristianos de la Cripta del Pecado Original

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Matera, conocida como la ciudad de piedra, cinematográficamente famosa porque Pasolini rodó su Evangelio según san Mateo y Mel Gibson, La pasión de Cristo, y declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1993, cuenta desde esta semana con un motivo más para atraer la presencia de los amantes de la cultura. Después de años de restauración, se ha reabierto al público la Cripta del Pecado Original, para muchos, el monumento más destacado de esta fascinante población italiana, donde algunos de sus habitantes todavía viven en los peculiares Sassi, casas excavadas en la roca, y cuyo patrimonio se completa con centenares de iglesias rupestres.

La Cripta del Pecado Original, del siglo IX, también llamada la Capilla Sixtina del arte rupestre, se descubrió hace poco más de medio siglo y sorprendió al mundo entero por conservar un conjunto de frescos paleocristianos que recrean diferentes escenas bíblicas, especialmente las correspondientes a la Creación. La más conocida es, sin duda, la que le da nombre: la expulsión de Adán y Eva del Paraíso después de morder el fruto del árbol prohibido. Y ahí radica su originalidad o, quizás debería decirse, su fidelidad a las fuentes originales.

El fresco de la expulsión de Adán y Eva el paraíso en la Cripta del pecado Original

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Los padres pecadores de la humanidad no comen una manzana, sino un higo. De hecho, el Génesis no especifica la naturaleza del fruto y, en cambio, apunta que Adán y Eva, después de degustarlo y ya conocedores del Bien y del Mal, se dieron cuenta de que iban desnudos y se apresuraron a cubrirse con las hojas de la higuera. Esta peculiar representación no es única, pero sí de las pocas que se conservan, ya que poco tiempo después, en plena Edad Media, la manzana pasó a imponerse como el fruto del pecado ya que su nombre en latín, malum, no dejaba lugar a dudas.

Esta iglesia rupestre se encuentra a catorce kilómetros de la población, cerca de la Via Appia, en unos campos de olivos particulares, y supone una de las manifestaciones más destacadas del arte longobardo correspondiente al inicio de la Edad Media. Actualmente, la Fundación Zétema es la propietaria del oratorio y también se ha encargado de su restauración. Debido al estado de abandono que sufrió a lo largo del tiempo, ha resultado imposible establecer su estructura original, que conserva actualmente una única nave y tres nichos en el ábside.

En cambio, sí se ha podido recuperar el esplendor de sus frescos, muchos con adornos florales. De ahí que el artista anónimo que decoró las paredes de piedra sea conocido con el nombre de ‘el pintor de las flores’.

Además de las escenas del Génesis, que ocupan la pared trasera del edificio excavado en la roca, los ábsides contienen frescos que representan a los apóstoles San Pedro, San Andrés y San Juan; a la Virgen con el Niño adorado por dos figuras femeninas; y a los arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael.