Por qué no deberías confundir jamás una alergia con una intolerancia alimentaria

Nutrición

Estas dos reacciones adversas a los alimentos pueden compartir cierta sintomatología, pero no son lo mismo

¿Cómo puedo saber si tengo una intolerancia alimentaria?

Alergia a los cacahuetes

La alergia a los frutos secos es una de las más comunes 

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Alrededor del 5% de los adultos y el 7% de los niños sufren alergia a algún alimento, según cifras de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEIAC). Esto significa que en Europa existen 17 millones de personas con alergias alimentarias, de las cuales tres millones y medio son menores de 25 años. Así lo indica la European Academy of Allergy and Clinical immunology (EAACI), que destaca que "el número de reacciones alérgicas graves y que potencialmente amenazan la vida debido a la alergia a los alimentos está aumentando".

No se conoce con exactitud la causa del incremento de las alergias en los últimos tiempos. La pediatra y neumoalergóloga infantil Gemma Morera, fundadora del Centro Médico y Pediátrico Gemma Morera, en Vilanova i la Geltrú (Barcelona), explica que "si bien puede existir una predisposición genética, la alergia es siempre multifactorial. Se sabe que hay un componente ambiental y que hay factores de riesgo como el tabaco, la contaminación o el consumo de ultraprocesados que pueden incidir en su desarrollo". Las cinco principales alergias alimentarias son, por este orden, a la proteína de la leche de vaca, el huevo, el pescado, el marisco y los frutos secos.

La alergia puede suponer un peligro para la vida, la intolerancia no

Gemma MoreraPediatra y neumoalergóloga infantil

Otro factor importante para el desarrollo de una alergia es la introducción de los alimentos en la infancia, unas pautas que se han ido modificando con el tiempo. Lo explica Morera: "Un buen ejemplo de que la introducción de alimentos puede ser decisiva a la hora de prevenir alergias lo hemos visto con el cacahuete. Antes se diagnosticaban muchísimas alergias al cacahuete y desde hace un tiempo se han reducido considerablemente. Esto se debe a que antes se introducía el cacahuete a los tres años y, desde que se adelantó esta fecha, apenas si existen diagnósticos". Esta máxima se puede aplicar a la práctica totalidad de los alimentos, que cada vez se introducen antes. "Las últimas recomendaciones ya instan a introducir casi todos los alimentos a los 6 meses, en el momento en que se integra la alimentación complementaria, aunque siempre con coherencia y sentido común", explica Morera.

La pediatra señala que muchas personas confunden alergia e intolerancia, dos reacciones adversas a los alimentos que, aunque puedan compartir cierta sintomatología, no son lo mismo. "Hablamos de alergia cuando nos referimos a un cuadro brusco, agudo, con unos síntomas que aparecen a la media hora aproximadamente de haber consumido el alimento. Pueden darse síntomas digestivos, respiratorios y cutáneos, generalmente intensos", explica Morera. Los síntomas de la intolerancia, sin embargo, aparecen a partir de las dos horas del consumo de ese alimento, incluso pueden llegar hasta un día después. En este caso, "son siempre digestivos, generalmente menos intensos que los de la alergia, y van desde la diarrea a la flatulencia o la hinchazón", explica Morera, quien recuerda que "la alergia puede suponer un peligro para la vida, la intolerancia no".

Las alergias pueden presentar síntomas cutáneos, respiratorios o digestivos

Las alergias pueden causar síntomas cutáneos, respiratorios o digestivos

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Por su parte, el doctor Diego Sánchez Muñoz, especialista en Aparato Digestivo y director médico del Instituto Digestivo de Sevilla (IDI), explica que "las alergias son reacciones del sistema inmunológico y están mediadas por la inmunoglobulina E, mientras que en las intolerancias no entra en juego este anticuerpo”. Dado que la sintomatología puede ser común, "se requieren siempre pruebas diagnósticas antes de prescribir un tratamiento, que pasa siempre por evitar la ingesta de ese alimento en el caso de las personas alérgicas o modularla en el caso de algunas intolerancias".

De hecho, "cuando se diagnostica una alergia en un niño siempre se prueban los alimentos en el hospital, mientras que en el caso de las intolerancias estos se pueden probar en casa", explica Morera, que insiste en que la intolerancia "no supone ningún riesgo para la vida, pero sí que puede afectar a la calidad de vida de las personas que la padecen", de manera que es importante un diagnóstico correcto y el tratamiento adecuado. Los hipocondríacos pueden respirar tranquilos, puesto que no existen intolerancias silenciosas, de manera que si no se tiene ningún síntoma no es posible que se esté desarrollando una intolerancia.

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Las dietas restrictivas son, según Morera, un factor de riesgo para el desarrollo de determinadas intolerancias, cada vez más frecuentes entre la población. "Muchos niños con dietas restrictivas, sobre todo aquellos a los que se ha retirado el gluten y la lactosa sin prescripción médica, pueden acabar desarrollando una intolerancia", explica la pediatra. Morera señala que no son pocas las familias que, siguiendo tendencias sin fundamento científico que invitan a eliminar sobre todo gluten y lactosa, acaban perjudicando a sus hijos, "no solo porque es importante que los niños reciban el conjunto de nutrientes fundamentales para el desarrollo cerebral y visual, para tener un correcto peso y altura y otros beneficios, sino porque estas restricciones pueden dar lugar al desarrollo de una alergia o intolerancia en el futuro". 

De hecho, en opinión de Morera, retirar alimentos sin motivo siguiendo supuestas modas no solo no es recomendable en niños, sino tampoco en adultos: "Aunque es cierto que en adultos las restricciones no afectan tanto, una dieta saludable no debería contemplar la retirada de ningún alimento o nutriente si no existe un diagnóstico previo que lo indique".

Otra de las diferencias entre alergias e intolerancias la encontramos en su diagnóstico. "Mientras que la alergia puede diagnosticarse mediante un análisis de sangre, la intolerancia, de momento, solo puede evaluarse mediante el método de ensayo-error. Salvo en el caso de la intolerancia a la lactosa, que se diagnostica mediante un test de aliento, para el resto de intolerancias se va retirando e introduciendo paulatinamente el alimento o nutriente en cuestión y comprobando los efectos adversos", señala Morera.

La intolerancia a la lactosa es la intolerancia alimentaria más común

La intolerancia a la lactosa es la intolerancia alimentaria más común

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En cuanto a las intolerancias alimentarias, la más habitual es a la lactosa. Según datos de Food Intolerance Network (FIN), entre un 20% y un 30% de la población española es intolerante a la lactosa, mientras que en zonas como Reino Unido o los países escandinavos esta cifra se reduce a un 5%, y en el sur de África, Sudamérica y el Sudeste Asiático este porcentaje alcanza el 80% de la población. La intolerancia a la lactosa se debe a un déficit de la enzima lactasa, necesaria para su digestión, que se va perdiendo progresivamente si se elimina o reduce el consumo de lácteos. "El porcentaje de personas que no tienen la enzima lactasa es de apenas el 2%, sin embargo, la cifra de intolerantes a la lactosa es elevada. El motivo es que desde el momento en que retiramos los lácteos de la dieta, el organismo deja de generar lactasa y, por tanto, es incapaz de digerir la lactosa una vez se vuelve a introducir", explica Morera. La pediatra recuerda que se puede perder transitoriamente la lactasa después de una gastroenteritis y que, incluso en estos casos, aunque se retiren los lácteos durante un tiempo determinado, siempre se recomienda "mantener algún yogur o alguna porción pequeña para ir regenerando esta enzima poco a poco hasta volver a consumir lácteos con normalidad".

Por su parte, Katja Serra, especialista en Aparato Digestivo y Endomedicina del Hospital HM Nou Delfos, explica que, "a diferencia de las alergias, en el caso de las intolerancias el paciente puede tolerar pequeñas cantidades de los alimentos sin que se produzcan los síntomas". Serra recuerda también que las personas con intolerancia disponen "de suplementos enzimáticos que se pueden consumir cuando se elija tomar los alimentos a los que se es intolerante, entre ellos la lactosa".

Diferencias

La intolerancia al gluten no debe confundirse con una celiaquía, que es una reacción inmunológica al gluten

Las intolerancias más frecuentes después de la lactosa son a la fructosa, por un lado, y por el otro la intolerancia al gluten en pacientes no celiacos. Según Sánchez Muñoz, no se debe confundir intolerancia al gluten con celiaquía, ya que "la enfermedad celíaca se debe a una reacción inmunológica a la ingesta de gluten que provoca una atrofia del duodeno y se detecta mediante un análisis de sangre, mientras que para detectar la intolerancia no existen pruebas específicas, de modo que se trata de ir descubriendo poco a poco si existe un déficit de la enzima que permite digerir el trigo y otros cereales con gluten".

Para Sánchez Muñoz, el hecho de que la intolerancia sea difícil de diagnosticar da lugar a numerosos falsos autodiagnósticos y a que muchas personas retiren el gluten de la dieta sin saber a ciencia cierta si es el culpable de una serie de síntomas digestivos difusos. "Parece que en los últimos tiempos se ha puesto de moda culpar al gluten de todos los males y en muchos casos no es así", explica el doctor. De hecho, según el informe Tendencia de exclusión alimentaria en la población española, un 8% de la población lleva una dieta sin gluten y en un 72% de los casos no se tiene una razón científica detrás". Hay que tener en cuenta que muchos de los síntomas que a menudo achacamos al consumo de gluten, tienen que ver en realidad con la ingesta de panes y bollería de mala calidad, cargados de harinas refinadas y almidones.

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