La cuna del mejor 'Whisky' del mundo

En su tinta

La historia del atracador al que invitaban a comer, contada por su hermano y un policía

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La entrada al barrio

La entrada al barrio 

HYT

Olvidad Escocia e Irlanda. Canadá y Estados Unidos. Olvidad, incluso, Japón. El mejor Whisky del mundo es o era de Canyelles, en Nou Barris, un distrito de Barcelona con gente de verdad y un nombre de mentira: tiene trece barrios, no nueve. El nuestro es un Whisky con mayúscula y cursivas porque no es una bebida, sino una persona. Es o era el hermano del Chincheta, así apodado por su estatura. Su corta estatura.

El mote del Whisky es más difícil de justificar porque le pirraban los cubatas. ¿Por qué el Whisky, entonces? Preguntadle a Cela, que bautizó a una prostituta de La Colmena como la Uruguaya “porque era de Buenos Aires”. El Whisky tenía un largo historial delictivo, como su hermano, además de un corazón de oro y un par de centímetros más que él. El nombre de pila del Chincheta era José Manuel. De los apellidos no quiero acordarme.

'El Chincheta' (hemos tapado los ojos de su ficha policial de 1997)

'El Chincheta' (hemos tapado los ojos de su ficha policial de 1997) 

LV

El Chincheta medía 1,54 metros y pesaba 50 kilos. No había muchos atracadores de metro y medio en la Barcelona de los años noventa. Si el sospechoso era menudo, bajito y con las orejas de soplillo, no había duda: era él. Era él, además, porque muchas de sus víctimas lo conocían desde que creció; poco, pero creció. De nada servía que utilizara gafas de sol y una gorra calada hasta las cejas con los alerones obligatoriamente al aire.

Atracaba, o lo intentaba, en su barrio. “¡Hostias, otra vez!”, le decían. Un día quiso robar en un bar. El camarero, que lo conocía a él y a su hermano desde que eran niños, le dijo que se guardara su Colt de aire comprimido (en sus manos parecía más gigantesco que el revólver de Harry el Sucio, un Smith & Wesson M29 del calibre 44 Magnum). Le puso una Coca-cola y un bocata de atún. “Cómetelo. Si vuelves, se lo diré a tu madre”.

Eran tres hermanos: el Chincheta, el Whisky y el Pandi, que fue el primero en morir por la heroína. Sus padres, me explicó hace años el inspector Blanco, entonces el jefe del grupo segundo de delincuencia urbana de la Policía de Barcelona, “trabajaban como mulos para sacar adelante a su familia. De orígenes muy humildes, vivieron en una barraca del Carmel hasta que les concedieron un piso de protección oficial”.

Los mayores aún llaman a Canyelles el Polígono Cañellas. En 1974 fue una de las últimas promociones de viviendas con el yugo y las flechas del franquismo. El padre murió años antes del hundimiento de sus hijos. Su mujer falleció un poco después, a raíz del disgusto por la sobredosis mortal del Pandi, que al parecer se chutó la cantidad de siempre, pero se trataba de una dosis inusualmente pura y su organismo no lo resistió.

Dos vistas del barrio

Dos vistas del barrio 

HYT

Como un McArthur de tres al cuarto, he vuelto a Canyelles. Este es el barrio con menos población extranjera de Barcelona (el 5,9% frente a más del 50% del Gòtic y el Raval), pero incluso así catalanes venidos de Honduras, Perú y Marruecos han tomado el relevo de los nacidos en Andalucía, Murcia y Galicia. Nadie recuerda ya aquí ni en Roquetes al Chincheta y al Whisky. Nadie reconoce la foto del primero (ni siquiera sin banda negra).

En vaso largo o corto:

Un matrimonio de estas nuevas oleadas migratorias regenta hoy el bar del bocata de atún. No saben nada de los hermanos. Tampoco saben qué decir en los colmados y los súpers de la zona, donde cometió sus últimos robos el Chincheta. Una vez el propio Whisky contó que lo vio merodeando cerca de una tienda de alimentación y le dijo: “Ahí no entres, ¿no te acuerdas de que la cajera vive en la escalera de al lado de nuestro portal?”.

La gasolinera

La gasolinera 

HYT

En muchos golpes, más que un botín, el Chincheta obtenía una limosna: “Anda, toma mil pesetas” (atención, generación Z o postmillennials: seis euros). “No te lo gastes en droga y come algo, que estás cada día más delgado”. Empezó con las gamberradas de barrio. De ahí a las bandas juveniles medió solo un paso. Luego vinieron los robos de coches y los primeros tirones, los primeros asaltos... Fue un preso precoz.

De la cárcel fue entrando y saliendo. En la heroína, que acabó mezclando con cocaína, entró para no salir. Todo lo invertía en su veneno. No era un delincuente que se drogaba. Era un toxicómano que delinquía. Ya no se preocupaba ni de irse lejos para evitar que lo reconocieran. Bajaba a la calle y probaba suerte. Atracó un supermercado del paseo Valldaura y una gasolinera de la Via Favència a tiro de piedra de su casa.

Una pista polideportiva de Via Favència

Una pista polideportiva de Via Favència 

HYT

En aquella estación de servicio ya no lo recuerdan. Pepi, que es la trabajadora más veterana de la plantilla, entró en el 2004 y nunca lo ha visto. Ve, eso sí, a otros como él que tratan de dársela con queso. Hay uno en especial que viene a menudo y que pretende pagar con tarjetas robadas. “Las paso del revés y le digo. ‘¿Ves? No funcionan’. Y luego se va por donde ha venido, tranquilamente. Él sabe que yo sé que no son suyas”.

La última vez que lo detuvieron, en 1997, el Chincheta confesó delitos que no habían sido denunciados por las víctimas. Los agentes comprobaron con sorpresa que muchos comerciantes prefirieron echar tierra al asunto por pena y por respeto a su madre, “que era una buena mujer”. Hubo quien admitió que le dio un par de billetes de su bolsillo, no de la caja registradora, y que le pidió que no regresara “en una temporada”.

El barrio y la ciudad, al fondo

El barrio y la ciudad, al fondo 

HYT

Así es la droga. Un caballo desbocado que lo arrasa todo a su paso. Una servidumbre que empobrece a los ricos y que hace más pobres a los pobres. Una esclavitud que convierte a seres humanos únicos e irrepetibles en monigotes. Y que obliga a detener mil veces a los mismos por lo mismo. Pero, incluso aquí, entre la legión tristísima de quienes han caído en este agujero negro, hay espacio para la esperanza y la belleza.

No, el mejor destilado no es el de las Highlands escocesas ni el de los Bushmills irlandeses. Tampoco el bourbon de Old Taylor, en Kentucky. Subid la loma de la Font de Canyelles y Torre Baró. Desde aquí sí que se ve la cuna del mejor Whisky del mundo. El inspector Blanco recordaba que, aquella última vez, el hermano del Chincheta pidió un favor: “¿Por qué no me detienen a mí en su lugar? Está muy enfermo. Lo está matando la droga”.

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