Las mil y una posibilidades del huevo (sea de Pascua o no)

Opinión

El huevo encierra un sinfín de símbolos y posibilidades

Horizontal

En la historia de los individuos, el tiempo tiende a ser lineal y el conocimiento acumulativo. Nacemos, vivimos, morimos, dejamos nuestro legado en el recuerdo de los que nos conocieron y tal vez contribuimos a poner algún ladrillo en la construcción de un futuro que debería ser mejor.

En la historia del cosmos y la naturaleza el tiempo tiende a ser cíclico, y en este ritmo de las estaciones la primavera es el renacimiento. La luz supera poco a poco a la oscuridad y con la luz y el calor y la lluvia brota la hierba y nacen las flores y la vida se despereza. La luz también estimula que las gallinas pongan más huevos. En la historia cíclica del campo, el huerto y el corral, el huevo ejemplifica todas las semillas.

Pascua es la fiesta de la resurrección, y el simbolismo del huevo está íntimamente asociado a esta celebración. Curiosamente unos huevos de pascua que son de conejo o liebre entre germánicos y anglosajones, hay quién dice que para reforzar el simbolismo de fiestas antaño dedicadas a la fertilidad. Unos huevos que, cada vez más, son de chocolate en todas partes, huevos veganos pues, a condición de que el chocolate no sea con leche. Y unos huevos que en nuestras monas más tradicionales aún son duros y de gallina y que, en algunos lugares, antes fueron uno por cada año del ahijado, aunando el calendario cíclico con el lineal.

“Pascua es la fiesta de la resurrección, y el simbolismo del huevo está íntimamente asociado a esta celebración”

Y en este sumatorio de tradiciones y herencias paganas y religiosas, aún otra derivada histórica que contribuye a explicar el porqué de los huevos duros en nuestras tortas y roscos solares (¡y en Pascua también lunares!) y es que, hasta que el Papa Julio III, en el año 1553, admitió los huevos como alimento de compañía en días de vigilia o cuaresma, su consumo estuvo vetado durante siglos, pero las gallinas continuaban poniéndolos, por lo que se guardaban hasta Pascua, día en el que incluso se repartían entre los grupos que salían a cantar para celebrar la buena nueva y con los que después hacían tortillas.

Es resumen, que ahora tocan los huevos. Digo que toca comerlos, ahora. Y si es así por tradición y sostenibilidad, también lo es por tendencia. Porque pocas cosas hay tan buenas, que admitan tantas preparaciones y gusten a tanta gente. Porque además son económicos. Porqué habrá que ponerle huevos a un presupuesto familiar que cada vez exige más equilibrios entre el abuso del precio de la vivienda y la escasez de muchos salarios. Porque son una fuente de proteína de primera calidad y, aunque contengan mucho colesterol, no todo es absorbido por nuestro organismo, aunque, para ser sinceros, sobre este tema recibimos mensajes aparentemente contradictorios de la evidencia científica. Pero no se preocupen, tanto el sentido común como los expertos en nutrición garantizan que un consumo moderado de huevos puede incluirse en una dieta saludable.

“Pocas cosas hay tan buenas, que admitan tantas preparaciones y gusten a tanta gente como los huevos”

Así pues, comamos huevos si nos place, seamos o no seamos padres. Comamos huevos en cualquier formato. Si queremos seguir las modas, atrevámonos a cocerlos a baja temperatura, cómo tan bien nos enseñan en este vídeo Salvador Brugués y Joan Roca. Después podemos usarlos en múltiples combinaciones.

Si no tenemos opción a controlar la temperatura, podemos optar por hervirlos 7 minutos y enfriarlos como se suele hacer con los huevos que se ponen en los boles de ramen, y después marinarlos con soja y mirín o no, según nos plazca.

Con estos mismos huevos de clara firme y yema cremosa, o con unos huevos duros al uso hervidos aproximadamente 10 minutos, podemos prepararnos una deliciosa ensalada niçoise, tan sana y mediterránea, o unos huevos con mahonesa, refinada simplicidad francesa con la que es seguramente la mejor salsa del mundo mundial, nacida en Menorca. También podemos rellenar mimosamente los huevos con una mezcla de la yema que hemos quitado y atún, o anchoas, o sardinas, o carne, o verduras y más salsa mahonesa, derivadas como la salsa rosa o versiones calientes con bechamel.

“Comamos huevos si nos place, seamos o no seamos padres. Comamos huevos en cualquier formato”

Y luego están los huevos escalfados (esto es, ligera y delicadamente hervidos sin cáscara durante tres o cuatro minutos) que asimismo admiten múltiples acabados, los tan de moda por influencia yanqui a la Benedict con jamón y salsa holandesa (la parienta del norte de la mayonesa, tibia y con mantequilla en lugar de aceite, pero también deliciosa), sus excelentes versiones con salmón ahumado o con espinacas…

Las tortillas: de alcachofas, de ajos tiernos, de judías y espinacas, de butifarra (y judías), de morcilla, de espárragos silvestres, de patatas claro (con y sin cebolla), de pisto, de sobrasada (y queso), de jamón (y queso), de calabacín, de gambas (con pimienta), de chanquete, de bacalao (con pimientos), de anchoas, de pan (con tomate), de setas… Las mismas (u otras) guarniciones dan para los huevos revueltos que podrían ser tortillas deconstruidas, pero siempre cremosos.

Categoría huevos fritos; que con papas ya, pero también con jamón, con foie gras, con migas, con chorizo, con puntilla, con chipirones…

“Si queremos seguir las modas, atrevámonos a cocerlos a baja temperatura o a comerlos marinados con soja y mirín”

¿Y que me dicen de los huevos al plato? Mas fáciles, imposible: con sobrasada, con guisantes, con tomate, con chorizo, a la crema…

Y acabo reivindicando los huevos pasados por agua, tan ingleses, que hoy parecen un poco olvidados, de tres a cuatro minutos según preferencias, para cascar en vertical y mojar pan tostado o tal vez unas puntas de espárragos, si lo prefieren trigueros, la mitad ligeramente hervidos, la otra mitad empanados. Delicia de temporada.

Ya ven, el huevo encierra un sinfín de símbolos y posibilidades.

Etiquetas
Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...