Nada como un conflicto diplomático o, en el peor de los casos, una guerra para recordar que la comida también es política. Los sistemas de producción, el comercio de alimentos, o incluso la lista de la compra o el nombre de un plato componen esa esfera política de la gastronomía. Si hace unos años la invasión de Ucrania hizo que algunos propusieran cambiar de nombre a la ensaladilla rusa, ahora es el café americano el que está en el foco de atención de canadienses y mexicanos que, ante las agresiones de Trump, han propuesto rebautizar esta bebida que, en realidad, de norteamericana sólo tiene el nombre.
“Desde hace 16 años en Kicking Horse Café hemos llamado “canadiano” al café americano, pero hoy lo estamos haciendo oficial y pidiendo a cafeterías de todo el país que se unan y cambien el nombre”, explicaba hace unos días en sus redes sociales esta marca de café de Canadá. Un gesto simbólico ante las amenazas de Donald Trump a sus vecinos del norte que no tardo en ser secundada por otros locales que borraron de sus pizarras el café americano y adoptaron la nueva denominación canadiense.
En plena ola de orgullo nacional canadiense ante las insinuaciones trampistas de convertirlo en un estado más del país, el café se convierte en una bandera. Y no una cualquiera, porque, con un consumo de más de 5 kilos de café por habitante y año, Canadá se sitúa por encima de Estados Unidos a la hora de beber café y se cuela en el top 10 de países consumidores de esta bebida.
Canadá se sitúa por encima de Estados Unidos a la hora de beber café y se cuela en el top 10 de países consumidores de esta bebida
¿Pero qué hacen estadounidenses discutiendo de café cuando ninguno de ellos lo produce?, se preguntan con razón en México, que también está sufriendo en primera persona las consecuencias de las políticas de Trump. Así que, si el nuevo inquilino de La Casa Blanca se cree con potestad para cambiar el nombre del Golfo de México, es más que razonable que en el país vecino también quieran unirse a la iniciativa canadiense y reivindicar su propio café de puchero.
Hace 16 años Kicking Horse Café decidió rebautizar el conocido café americano como café canadiano
Café americano y de estilo americano
Pero no es lo mismo un café de puchero que el café americano, efectivamente. De hecho, tampoco es lo mismo un americano que lo que se entiende por café al estilo americano. Sí, ese café negro de filtro que, siempre listo y caliente en una jarra de cristal, hemos visto en centenares de películas y series servir en esos icónicos diners.
Precisamente esa forma de preparar el café con sistemas de goteo son la clave para entender el nombre y el origen del café americano. El resultado de este tipo de métodos es un café infusionado, más abundante y ligero que un expreso. Un sistema muchas veces denostado pero que, como los expertos se encargan de recordar, es muy interesante a la hora de catar un café porque mantiene mejor aromas y sabor del grano que otros métodos.
Pero seguramente los soldados americanos que en la II Guerra Mundial llegaron a Italia no iban con ínfulas de baristas ni tenían ningún interés en adelantarse a la moda del café de especialidad que ahora vivimos. El tema es mucho más sencillo: el expreso les resultaba demasiado potente y seguramente ácido. O amargo, porque el gusto italiano por tostar demasiado el grano -una buena forma de ocultar defectos- tampoco es algo nuevo.
Así que esos ristrettos de café concentrado, oscuro y que en Italia se toman casi como un chupito no acababan de convencer a las tropas estadounidenses, que echaban de menos su café de filtro. ¿Solución? Añadir agua caliente a un expreso para diluirlo y acercase más al sabor del café de sus casas.
El Café americano es una mezcla de agua y café procesado en una cafetera con filtro
Cómo se prepara un americano (o canadiano)
No deja de ser curioso que un café que se inventó mientras Estados Unidos luchaba contra el fascismo en Italia vuelva a la actualidad por, precisamente, las medidas de Trump que recuerdan a aquellos regímenes.
Pero incluso dejando la actualidad política a un lado, nunca está de más recordar esta historia sobre la creación del americano para saber cómo se prepara correctamente. Porque, ahora que el flat white y compañía se han instalado en la carta de muchas cafeterías, no está de más que ese sistema tan español de alargar la extracción de un expreso para preparar un americano no sólo es técnicamente incorrecta sino que va a dar lugar a un café que siempre va a estar malo.
Un americano es, en realidad, mucho más fácil de preparar, tal y como se hacía en sus orígenes: un expreso estándar y se añade agua caliente. Así de fácil pero también complicado de encontrar en la mayoría de bares del país. A ver si la propuesta de cambio de nombre sirve al menos para empezar a verlo bien hecho más a menudo.
Por cierto, dentro del enorme mercadillo de productos oficiales de Trump que va desde palos de golf a vino, toallas o sábanas, también hay café. Algo nos dice que sus ventas en Canadá van a caer en picado.