Fundador y presidente del movimiento internacional Slow Food, sociólogo y sobre todo gastrónomo. A sus 69, Carlo Petrini sigue recorriendo el mundo para revindicar la producción de alimentos ‘buenos, limpios y justos”. Productos de proximidad y kilómetro 0, una de las filosofía de Slow Food, un movimiento que nació en Italia hace ahora 30 años y que se ha extendido a más de 170 países.
La semana pasada aterrizó en España, concretamente en Barcelona, donde asistió a la segunda edición de la jornada anual de productos de alimentación ecológicos –de la mano de la Fundación Catalunya La Pedrera en Món Sant Benet (Sant Fruitós del Bages, Barcelona)–, para reflexionar sobre ellos y sobre las trabas que impiden que su consumo crezca más.
– No se cansa de repetir que el sistema alimentario actual es “criminal”.
– Es el fruto de un sistema económico concentrado en el negocio y no en el bien común, es un sistema depredador. Tenemos un gran problema de contaminación con los suelos, también con el agua. Tenemos un gran problema de biodiversidad, se privilegian las razas fuertes y las razas débiles se dejan perder. Tenemos otro problema que es el desperdicio, impresionante. Y esto lo pagamos, no es que no cuesta nada.
Todo esto significa que este sistema no funciona. Estamos asistiendo a una concentración del poder alimentario en manos de pocos, de grandes multinacionales que tienen la propiedad de las semillas, de los pesticidas, de los organismos genéticamente modificados, de las medicinas y de la distribución. Nunca ha habido una concentración de poder tan fuerte y esto es un problema porque mueren los sujetos más pequeños o difusos.
“Estamos asistiendo a una concentración del poder alimentario en manos de pocos”
– Hace años decía que Mc Donalds era el gran enemigo, ¿ahora quién es?
– Será Amazon, porque quiere distribuir los alimentos pero destruirá las tiendas y mercados. Además, no tienen rendimiento. Amazon hace sus operaciones comerciales perdiendo dinero, pero lo gana con la fidelización.
Si hace 30 años hemos comenzado a contrastar la homologación de la comida que se vendía en muchas cadenas de comida rápida, ahora queremos contrastar la de la cadena distributiva. Si pensamos que la comida tiene que estar toda distribuida por Amazon, estamos locos.
– Los enemigos de los que habla son siempre un ejemplo de la globalización...
– Y un ejemplo de la concentración de poder. Hay una tendencia a destruir siempre al más pequeño: las grandes distribuidoras ha acabado con las tiendas y Amazon destruye la gran distribución.
Están naciendo muchas start ups que distribuyen, que transforman. Interesante esta tendencia porque no es que todos estamos destinados a trabajar en Amazon con el brazalete puesto. No, la comida no puede ser estandarizada como si fuera una medida.
“Hay una tendencia a destruir siempre al más pequeño”
– Un ciudadano de a pie, ¿cómo puede contribuir a cambiar este sistema “criminal”?
– Siendo menos consumista. El consumo es una enfermedad y cuando es pasivo no es gratificante. Es importante convertirse en coproductor buscando por ejemplo más información sobre la trazabilidad de los productos, sobre cómo se transforman, sobre qué productos se utilizan –si tienen conservantes o colorantes–. Esto lo digo también por nuestra salud, no debemos comer cosas que no sabemos lo que son.
– Tampoco se cansa de señalar el daño que están haciendo los antibióticos que se utilizan para sostener este sistema.
– Si se usan muchos antibióticos en la ganadería, después éstos penetran en el sistema alimentario y yo me hago más sensible a ellos. Es un desastre: se han desarrolladas muchas enfermedades derivadas de la hipernutrición, ha aumentado la diabetes de tipo 2 entre los jovenes, la obesidad, la celiaquía.
Son todo problemas derivados de este sistema alimentario. Entonces, si ponemos juntas todas estas cosas es criminal. Comer biológico, ecológico y de calidad no debe ser una cosa para ricos, sino un derecho de todos. Estamos ante lo que llama en economía externalidad negativa: “yo pago poco por la comida, y después gasto en medicinas porque estoy enfermo”. Estos costes los pagamos nosotros. El problema de la reforma sanitaria de Obama era eso: él la llevaba adelante y los otros comían y se enfermaban. Entonces la reforma debía pagar las medicinas de un sistema criminal que para conseguir precios bajos hace enfermar a la gente.
“No debemos comer cosas que no sabemos lo que son”
– El consumo de productos ecológicos ha crecido en España, pero seguimos a la cola de Europa. ¿Cuánta culpa tiene el precio?
– Después del franquismo, se implementó la agricultura intensiva vinculada al gran consumo. Eso hizo que se perdiera mucha biodiversidad. Se valoraba más la cantidad que la calidad, algo que España sigue pagando a día de hoy.
Al mismo tiempo, la demanda de productos de proximidad o históricos está creciendo; pero no se consigue aún alcanzar unos niveles de precio competentes porque en los últimos 50 años la comida ha perdido valor. Es necesario reconstruir muchas cosas, pero hay una sensibilidad que remonta y crece. Si quieres ofrecer o disfrutar de una gastronomía de calidad, no puedes tener productos pasivos.
“En los últimos 50 años la comida ha perdido valor”
– Sí, pero ahora no es tan fácil encontrar un buen tomate a un precio asequible...
– Es cierto, pero reformando los huertos comunitarios, también si son de comunidades periurbanas, se puede conseguir un buen tomate, también con un huerto en la terraza. Eso de que la gente pobre no puede comer bien lo dicen siempre los ricos. Yo tengo muchos amigos jubilados que aunque no tienen muchos recursos comen genial. Comen menos y saben comprar. También tengo amigos ricos que comen cosas vergonzosas.
El consumo hoy es neurótico, esquizofrénico, se come mal cotidianamente y después se va a un tres estrellas Michelin como símbolo de estatus. Esto es esquizofrenia.Yo utilizo a menudo el término de pornografía alimentaria, porque la situación es paradójica. No se ha hablado nunca tanto de comida, pero la agricultura es un desastre. Debemos volver a practicas sostenibles.
– ¿Como?
– Para hacerlo se necesita el apoyo de los políticos. Desde que Slow Food creo el Mercado de la Terra en Barcelona –hace dos años–, se ha invitado a Ada Colau a visitarlo varias veces. La alcaldesa de Barcelona no ha ido nunca a pasear y a hablar con los productores. Por no hablar del tiempo que hemos tardado en poder poner el mercado en marcha, parece que sea más fácil vender droga que manzanas.