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Comer y cenar tarde contribuye a engordar más o a adelgazar menos

Cambio de hora

Los horarios, un factor clave en el éxito de la dieta

Peopleimages / Getty Images

Comer o cenar tarde puede contribuir a que uno engorde más o adelgace menos que consumiendo esas mismas calorías a horas más tempranas. Así lo explicó Marta Garaulet, catedrática de Fisiología de la Universidad de Murcia e investigadora en el hospital Brigham and Women’s de la Universidad de Harvard, durante la reunión Controversias en endocrinología y nutrición que, desde el pasado jueves, ha reunido en Madrid a más de mil especialistas en la materia convocados por la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN).

Detalló que investigaciones realizadas en las universidades de Harvard y Tufts demuestran que cuanto más temprano se hacen las comidas principales menor es el riesgo de ganar peso, lo que lleva a dar mayor relevancia a la crononutrición y a abordar los horarios de las comidas a la hora de prevenir y luchar contra la obesidad.

Alimentación

Con las mismas pautas, quienes comían a las 14.30 h perdieron doce kilos; los de pasadas las 15 h, sólo ocho

Como ejemplo citó un trabajo realizado con 420 personas, hombres y mujeres, que comiendo lo mismo, haciendo el mismo ejercicio y durmiendo las mismas horas perdían menos peso si comían después de las tres de la tarde. En concreto, los que comieron sobre las 14.30 horas adelgazaron unos doce kilos, mientras que los que lo hicieron pasadas las tres perdieron sólo ocho.

“En este trabajo concluimos que no sólo es importante qué comemos, sino también cuándo lo hacemos; y además descubrimos su explicación metabólica: detectamos la presencia de un reloj periférico en nuestro tejido adiposo que, en función de los horarios, activa o desactiva genes que afectan a la ganancia o pérdida de peso”, comentó Garaulet.

Sus trabajos sobre el tejido graso también han permitido demostrar que la hora en que mejor se toleran los carbohidratos es alrededor de las doce del mediodía, mientras que por la noche esa tolerancia disminuye hasta cuatro veces. “El reloj periférico del tejido adiposo regula la sensibilidad a la insulina, y cuanto menor sensibilidad a la insulina, mayor riesgo de acumular las calorías de los carbohidratos consumidos en exceso en forma de grasa”, explicó la investigadora.

También se refirió a otro experimento según el cual, los mismos alimentos, ingeridos a las 13 h o a las 17.30 h, modifican el ritmo de la diversidad de bacterias de la saliva y eso acaba dando lugar a un patrón de microbiota distinto, más propio del que aparece en situaciones de obesidad, de ciertos tipos de inflamación o de síndrome metabólico.

Cambio de hora

Un reloj en el tejido adiposo activa o desactiva, según las horas, genes que afectan a la ganancia o pérdida de peso

Durante su intervención sobre crononutrición, Garaulet recordó que la alimentación es, junto con la luz y el ejercicio, uno de los sincronizadores más importantes del reloj interno del organismo, y al comer se ponen en hora los relojes periféricos de los órganos implicados en la digestión, como el tejido adiposo, el páncreas, el hígado, el intestino y el estómago, y cuando se come a deshoras se produce un desfase con el reloj central, situado en el hipotálamo. “Esto provoca una cronodisrupción, y esta situación se ha relacionado con depresión, cáncer, obesidad, diabetes, alzheimer y, en general, con las enfermedades degenerativas”, aseguró la experta en Fisiología.

Según los datos facilitados durante la reunión de endocrinólogos, la prevalencia de la obesidad en España ronda ya el 22% (22,8% entre los varones y el 20,5% entre las mujeres), y prácticamente cuatro de cada diez personas de entre 25 y 64 años tienen sobrepeso. El exceso de peso y de grasa se considera además uno de los principales factores de riesgo para el desarrollo de otras enfermedades crónicas prevalentes, de modo que “el paciente obeso puede llegar a ver su esperanza de vida reducida hasta en diez años”. Los especialistas de la SEEN destacaron también que los costes directos e indirectos de la obesidad representan un 7% del gasto sanitario total.