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Existencialismo treintañero

‘La virgen de agosto’

Jonás Trueba dirige a Itsaso Arana en una película sobre una joven que aprovecha la paz del verano madrileño para reorientar su vida

Itsaso Arana en un fotograma de 'La Virgen de agosto', de Jonás Trueba

MAD AVENUE

La tendencia a la introspección y el existencialismo por parte de la generación más frustrada por la crisis, los treintañeros de hoy, ocupa ya casi un subgénero del cine español. Les distàncies, Els dies que vendrán o Litus son algunos ejemplos recientes de ello. Y ahora llega La Virgen de agosto , donde el tándem formado por el director Jonás Trueba (37 años) y la actriz y coguionista Itsaso Arana (33) relatan la operación de reciclaje vital de la desorientada Eva, una actriz que ya no quiere serlo y decide quedarse en Madrid en pleno agosto para indagar en su identidad y sus verdaderos deseos y darse una segunda oportunidad.

La búsqueda de Eva transcurre entre encuentros fortuitos, otros más o menos buscados y algunas citas programadas; unas veces de paseo por las calles, otras muchas en verbenas urbanas y una en particular, la más destacada en la cinta, a orillas del río en plan picnic.

Hay momentos de baile y alegría, con espacio para el ligue y el romance. Pero lo que predomina son las conversaciones sobre la vida de unos y otros: la ya pasada o la que está por venir. Y todos los personajes rondan le edad de Eva o poco más. De tal manera que -con excepción del bebé de una de las amigas-, se diría que el mundo es de los que tienen entre 30 y 40.

¿Qué les pasa a los treintañeros, siempre tan preocupados por su propia existencia?, preguntamos a los dos responsables del filme. Itsaso Arana rechaza la idea de que se hayan encerrado en una burbuja de “su misma mismidad”. Alega en primer lugar que, “por responsabilidad, todo creador debe trabajar con aquello que conoce”, lo que obviamente incluye su propia existencia.

“Todo creador debe trabajar con aquello que conoce”, señala la actriz y coguionista

Añade que el requisito para no pasarse de egocéntrico es ofrecer la narración resultante “sin ser excluyente”. Y asegura que La virgen de otoño cumple esa condición por cuanto “cualquiera puede entrar en la película” sin sentirse ajeno a lo que en ella se cuece.

Trueba coincide. Afirma que así como “uno puede hablar de Madrid de manera que un habitante de Tokio se sienta identificado con ella, también los problemas de la gente de una edad determinada pueden exponerse de forma que cualquiera empalice con ellos o los comprenda… Aunque no sea por identificación sino por contraposición”.

El cineasta precisa que el verdadero tema de su largometraje “no son tanto los treintañeros como la cuestión de la identidad”. Y “todo el mundo”, independientemente de cuántas primaveras lleve acumuladas, debe plantearse de vez en cuando –opina- quién es y adónde va en esta vida.

“Todo el mundo debe plantearse de vez en cuando quién es y adónde va en esta vida”, defiende el director

Arana trató de que su personaje fuera “totalmente transparente”, tuviera un aire “virginal” y adoptara una actitud “bondadosa y ayudadora”. De entrada, Eva está “decididamente perdida” y, para encontrarse, se pone “en modo riesgo y en modo cambio”. Es decir, que se deja llevar por la gente a la que se encuentra y por todo aquello que le va sucediendo. Y, efectivamente, en el transcurso de su experiencia da un giro: “Al principio está más constreñida y luego se va haciendo más libre”. Que es de lo que se trata.

En la escena más potente, la del picnic, viejos y nuevos amigos de Eva intercambian sus visiones del mundo desde perspectivas diferentes. Afloran sus dudas, deseos y nostalgias, de nuevo todo muy propio de la gente de algo más de 30, a la que parece que le cueste madurar.

La secuencia del río tiene un aire de viejo cine francés, y funciona. En ella, Eva aparece recatada y mística. Uno de los amigos la tira al agua y parece que ella empieza a liberarse. “Era la escena más importante y creo que salió bien”, comenta el realizador.

Fotograma de 'La Virgen de agosto', de Jonás Trueba

MAD AVENUE

Un aspecto que se nota especialmente cuidado es la luz. “Sí, construimos la película a partir de la luz, que en agosto es muy dura y plana en Madrid”. Por eso hubo que “domarla”, explica Trueba. El resultado es, según lo describe, de una “naturalidad sofisticada”. Lo cual puede aplicarse –añade- a toda la película. ¿También a su generación?