La plasticidad cerebral depende de la edad de inicio de un entrenamiento
Neurociencia
Un estudio realizado con pianistas profesionales revela que quienes empezaron antes a estudiar piano tienen más habilidad para tocarlo, pero menos materia gris
Que podamos aprender a lo largo de toda la vida se debe a una capacidad única del cerebro humano, la plasticidad cerebral, que hace que tengamos una mente moldeable con la que nos adaptamos a los cambios que se producen en nuestro entorno. Hasta el momento, la idea prevalente era que cuando practicábamos con constancia una determinada habilidad, por ejemplo estudiar un nuevo idioma o tocar la guitarra, gracias a esa maleabilidad del cerebro, se producían cambios en algunas áreas, como ocurre con los músculos cuando practicamos deporte, mayor densidad de sinapsis y mayor volumen de materia gris, entre otros.
Ahora un estudio realizado por investigadores de la Unidad de Cognición y Plasticidad Cerebral de Barcelona, asociada a la Universitat de Barcelona y a Idibell, arroja luz sobre esta capacidad. En un experimento realizado con pianistas profesionales han visto que la plasticidad cerebral depende de la edad a la que se inicia un determinado aprendizaje. Y que, en el caso de entrenamientos intensivos, más plasticidad no implica más volumen de materia gris, porque el cerebro es capaz de optimizar y refinar algunos procesos.
“Hemos visto que cuando un entrenamiento, como tocar el piano, se inicia a una edad temprana, determinados circuitos del cerebro son capaces de procesar la información de forma más rápida y con menos gasto neuronal. El cerebro está más preparado para aprender a aprender”, señala Antonio Rodríguez-Fornells, neurocientífico de esta Unidad y coautor de la investigación.
Solo pianistas
Los autores del trabajo, que además son músicos amateurs, se centraron en estudiar sólo un tipo de intérpretes, en este caso pianistas de alto rendimiento. Es cierto que la música estimula en general ciertas áreas cerebrales pero también que cada instrumento requiere de unas habilidades concretas: no es lo mismo tocar el chelo que la batería y la práctica de cada uno provoca diferencias en el cerebro.
Así, reunieron a un grupo de 36 pianistas profesionales, 21 de los cuales habían comenzado a ir a clases de piano antes de los siete años edad y el resto a partir de esa edad o más tarde. Además, reclutaron a un grupo de 17 estudiantes universitarios sin formación musical.
Para escudriñar el cerebro de los voluntarios, utilizaron resonancia magnética estructural, una técnica de imagen que permite medir el volumen de materia gris global, y también calcular las áreas en que hay diferencias entre individuos. Compararon el cerebro de músicos y de no músicos, y vieron que los primeros tenían más materia gris en áreas relacionadas con el procesamiento de información, el aprendizaje, el control y procesamiento sensitivo-motor; así como con el sistema de recompensa y procesamiento emocionales; procesamiento auditivo y del lenguaje.
También quisieron ver si había diferencias entre ambos grupos de pianistas; todos ellos entrenaban el mismo número de horas a la semana y habían llegado al mismo nivel de profesionalidad. La única diferencia entre ellos era la edad en la que habían comenzado a formarse. Los investigadores observaron diferencias en el putamen, una estructura del cerebro que se encarga del control motor y de la automatización de movimientos: los que habían comenzado a edad más temprana la formación musical, tenían más habilidad para tocar el piano pero menos materia gris.
Regiones más eficaces
“Podría deberse a un proceso de eficiencia neuronal”, apunta la investigadora Lucía Vaquero, primera autora de este trabajo, cuyas conclusiones se recogen en NeuroImage. “El putamen es un área que se encarga del control motor y la automatización del movimiento clave en los músicos. En aquellos que empezaron antes, puede que sus cerebros hayan adquirido una mayor eficiencia y no necesiten aumentar el volumen”, añade.
Para Rodríguez-Fornells, “antes de los siete años, el cerebro está en una etapa especialmente sensible de desarrollo en la que se están formando ciertas áreas, como el cuerpo calloso que conecta ambos hemisferios. En esa fase tiene una mayor capacidad para refinar sus circuitos, y algunas estructuras cerebrales se especializan en aprender a aprender mejor”.
También las lenguas
No sólo la música provoca este efecto sobre la plasticidad cerebral, seguramente el aprendizaje de más de una lengua durante ese primer periodo de vida, consideran los autores del estudio, comporta esa metaplasticidad y ayuda a afrontar los procesos de aprendizaje de forma más fluida.
Las conclusiones de este estudio podrían tener una aplicación a nivel educativo, por ejemplo se podría considerar incluir la música o más lenguas en los primeros años de vida para aprovechar esa ventana de aprendizaje en que el cerebro parece ser más sensible y plástico.
No obstante, insisten los autores, los pianistas del estudio, empezaran antes o después, todos han llegado a ser profesionales. “Lo importante es la motivación del niño, porque sin motivación, por mucho que lo obliguemos,no sabemos hasta qué punto el niño seguiría con su formación musical y si, por tanto, podría beneficiarse de esos cambios plásticos o de eficiencia cerebral que se han visto asociados a este tipo de entrenamiento”, aseguran.