Svante Pääbo marcó un antes y un después en la comprensión de la evolución humana
Premio Princesa de Asturias de Investigación
Nuestra historia evolutiva es distinta y más compleja: debemos visualizarnos como un rico entramado con interconexiones entre especies humanas del pasado
Para valorar la contribución de un científico, lo que hacemos normalmente el resto es comprobar sus publicaciones, en qué revistas se han publicado y cuántas citaciones tienen (es decir, cuánto han contribuido a la ciencia posterior), lo que se conoce como bibliometría. Hace años vi un estudio bibliométrico donde se indicaba que Svante Pääbo tenía una cincuentena de publicaciones en las revistas generalistas de máximo impacto, que son Nature y Science. Una cifra de vértigo.
Pero más relevante que esto ha sido su contribución al conocimiento de la evolución humana, que puede decirse que tiene un antes y un después a su trabajo. La propia concepción un tanto simplista del proceso evolutivo de nuestra especie como un árbol que se ramifica de forma progresiva, que existía hace apenas diez años, ha sido pulverizada por los descubrimientos de Svante y que han proporcionado los genomas antiguos de neandertales y denisovanos.
Cada nuevo genoma muestra evidencias de entrecruzamientos pasados entre linajes humanos distintos, en momentos y lugares diferentes. Estos eventos, que dejan un rastro genómico discernible, contribuyeron a que las poblaciones resultantes pudieran adaptarse de forma más rápida a nuevos entornos que estaban colonizando. Gracias a Svante, nuestra historia evolutiva es distinta y más compleja: debemos visualizarnos como un rico entramado con interconexiones entre especies humanas del pasado.
Además, Svante ha estado en el campo de la paleogenética desde sus inicios, a mediados de los años ochenta del siglo pasado, cuando intentó recuperar ADN de momias egipcias (la egiptología era una de sus aficiones de pequeño). Gracias a él y a los desarrollos tecnológicos de los últimos diez años, este campo científico anecdótico y limitado ha pasado de ser una mera curiosidad científica a uno de los motores más importantes de avances del conocimiento del pasado.