Sé dónde estás: qué implica tener a los amigos y la pareja geolocalizados 24 horas al día

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Las aplicaciones que permiten compartir ubicación de manera permanente generan nuevas dinámicas relacionadas con los celos y el sentimiento de posesión que pueden ser nocivas en parejas muy jóvenes 

Muchas mujeres la utilizan con sus amigas como herramienta de seguridad, pero también se extiende su uso social, como una manera de mantener la conexión con el grupo

Geoloaliación

Entre los jóvenes es habitual compartir las claves del móvil y de las redes sociales con amigos y parejas como prueba de confianza, un comportamiento que esconde inseguridades

Anna Belil | Diseño LV

Irene Bartolomé, politóloga de 26 años, sabe en todo momento dónde están sus 28 mejores amigos. Los tiene a todos incluidos en la aplicación Buscar del iPhone, que permite saber permanentemente la ubicación de otras personas. “Le doy infinitos usos. Antes, si quería hablar por teléfono con alguien, le llamaba y punto. Ahora miro dónde está esa persona, porque si está en el trabajo sé que no le puedo llamar. Cuánta más gente tienes, más la usas. Me parece una manera de estar en la cotidianeidad de tus amigos un poco romántica, porque genera una ilusión de rutina. Igual ves que a las seis de la mañana tu amiga ya está despierta y le dices: ‘Buenos días, bonita’”.

Como sucede con tantas cosas en el uso social de la tecnología, cuando Apple decidió unificar dos de sus apps más populares en en una sola (la que servía para buscar el propio iPhone cuando desaparecía por robo o extravío y la de “buscar amigos”) probablemente no vio venir que se convertiría en una herramienta de control y sociabilidad. Numerosas parejas, casi siempre muy jóvenes, la tienen activada siempre, de manera que pueden comprobar por dónde pasa el otro las 24 horas del día, siete días a la semana. 

Cuánta más gente tienes, más la usas. Me parece una manera romántica de estar en la cotidianeidad de tus amigos: genera una ilusión de rutina

Irene Bartolomé26
Irene Bartolomé, politóloga

Irene Bartolomé declara que usa la aplicación de geolocalización con sus amigos, pero tiene claro que jamás se la daría a sus padres o a una pareja

Cedida

En algunas familias es motivo de discordia, puesto que los padres de adolescentes quieren activársela a sus hijos y tenerlos así más controlados, pero ellos se rebelan ante lo que perciben como un gesto de hipervigilancia. Muchas mujeres jóvenes la utilizan con sus amigas por motivos de seguridad, y avisan para que estén especialmente pendientes si quedan con gente a través de apps de citas o si salen de noche. Por último, también hay gente como Bartolomé, que lleva en su móvil la ubicación de casi una treintena de personas y la utiliza prácticamente como una red social.

Eso no quiere decir que no tenga sus reglas. “Jamás se la daría a mis padres, ni a una pareja, y no tengo la ubicación de nadie que no tenga la mía. Tiene que ser recíproco, y surgir de manera orgánica. No es como pedir el Instagram”, afirma Irene Bartolomé. También le sirve para asegurarse de que sus amigas han llegado bien a casa tras una noche de fiesta, sin tener que escribirse el clásico mensaje de: “Todo bien, ya en casa”, o para dar señales de vida cuando coge el coche.

¿Toxicidad o seguridad?

El uso de estas apps se asocia a la hipervigilancia, pero hay grupos de amigos que las emplean de forma consentida por seguridad

GPS Map to Route Destination network connection Location Street Map with GPS Icons Navigation

En el nuevo léxico de las relaciones, ofrecer la ubicación permanente sería un equivalente al hacer una copia de la llave de casa

Getty Images/iStockphoto

También Álex Maroño, periodista español afincado en Nueva York, tiene a varios amigos, en varios países, permanentemente localizados en su teléfono. “Mi hermana vive en A Coruña y diría que es como tener una ventanita en su vida. Al vivir lejos, esos detalles me ayudan a sentirme conectado con ella. Con mis amigas de Nueva York, es por una mezcla se seguridad y curiosidad: me permite saber qué hacen, dónde están. Alguna noche, antes de dormir, miro la app para comprobar que cada una está en su casa”.

Ese uso, aunque se está extendiendo, sigue siendo minoritario, porque por lo general se habla de compartir ubicaciones en el ámbito de la pareja. TikTok está lleno de vídeos de personas muy jóvenes que debaten si darse la localización permanente es un gesto tóxico o una muestra de confianza plena. Hay incluso chicas que presumen, en clave de humor, de activarles la localización a sus novios cuando ellos no se dan cuenta.

Con mis amigas la uso por una mezcla se seguridad y curiosidad: me permite saber qué hacen, dónde están. Alguna noche miro la app para comprobar que cada una está en su casa

Álex MaroñoPeriodista

Mireia, que en X escribe con el nombre @noemdiguismire posteó hace unos días el siguiente mensaje: “Flipando muy fuerte porque muchas parejas jóvenes tienen la ubicación del otro en directo las 24 horas. Muy fuerte. Mucho. Cuánto trabajo tenemos”. Su inspiración para escribirlo vino precisamente de un vídeo de la influencer Natalia Palacios en TikTok (casi un millón de seguidores en TikTok, 428.000 en Instagram) en el que ésta sorprendía a su novio con un tatuaje que se había hecho con el nombre de él y una de las primeras reacciones del novio era decir: “Ahora entiendo por qué te quitaste un rato la ubicación”. Es decir, había registrado el único momento en que ella desapareció virtualmente durante un rato.

El mensaje de Mireia sacó humo durante unos días, con más de 200 citados y 190 respuestas en las que cupo de todo. Desde gente como Fernando López, un coach y psicólogo de 41 años que admitía usar las aplicaciones de tracking con su pareja a muchos usuarios que compartían el horror ante la falta de intimidad. López explica que su pareja y él usan la aplicación Live 360, que funciona también en lugares sin cobertura, porque ambos son aficionados a la montaña, por si se pierden o se quedan atrapados, y que ya de paso la comprueban a veces en el día a día para saber, por ejemplo, si es momento de poner algo al horno porque el otro está a solo 10 minutos de casa. “No me preocupa que me tengan trackeado, nunca he sido de esconder nada”, dice.

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Otro de los que opinó en el hilo fue Sergi, un profesor de 39 años que prefiere no facilitar su apellido. En su caso, compartió ubicación permanente con una ex pareja a petición de ella, que sentía mucha desconfianza e inseguridad. “Teníamos muchas incompatibilidades, pero la que generaba más tensiones tenía que ver con mis amigas. Mi profesión ayuda mucho a tener amigas porque hay más mujeres que hombres en el profesorado. Teníamos una relación exclusiva y cerrada, y ella había tenido alguna experiencia negativa en el pasado. Le ofrecí tener mi ubicación en todo momento, hasta que ella misma me pidió quitársela porque le ponía nerviosa. Al final, nada sirvió para que dejase de desconfiar. Rompí la relación cuando no pude más con la sospecha constante, pese a quererla mucho”.

En el nuevo léxico de las relaciones, ofrecer la ubicación permanente sería un equivalente al hacer una copia de la llave de casa o a pactar tener relaciones sexuales sin métodos que protejan contra las enfermedades de transmisión sexual, un rito que en ese contexto se entiende, para bien o para mal, como una prueba de compromiso.

Le ofrecí a mi pareja tener mi ubicación en todo momento, hasta que ella misma me pidió quitársela porque le ponía nerviosa. Al final, nada sirvió para que dejase de desconfiar

Sergi

La psicopedagoga Cristina Crespo es orientadora en el IES Barcelona Congrès. Antes de vivir en el día a día con adolescentes, se graduó con un TFG centrado en el uso de la tecnología en las relaciones amorosas entre alumnos de 3º y 4º de ESO. “Eso fue hace siete años y entonces se hacía sobre todo con WhatsApp. Observé dinámicas de control y algunos datos alarmantes”, recuerda. 

En el instituto en el que ejerce ha observado que está muy normalizado compartir las claves de Instagram, también como una prueba de confianza, sobre todo entre amigos. Los adolescentes muchas veces no lo ven tanto como una herramienta de control –aunque a veces se convierta en eso y de paso a preguntas del tipo: ¿Qué hacías allí? o ¿por qué estabas en el mismo sitio que esta otra persona?– sino como algo positivo.

Pruebas de confianza

Entre parejas y amigos jóvenes, es usual compartir las claves del móvil o de algunas redes sociales como signo de confianza

“Su discurso es: como somos mejores amigos, o pareja, te añado a esta lista premium, te ofrezco esto”, apunta la psicopedagoga. A Crespo le preocupa la identificación del amor con posesión que transparentan algunas de estas actitudes y que están extendidas entre adolescentes: “Veo conductas de intentar controlar las relaciones de amistad del otro e intento razonar con ellos, cuando no entienden, por ejemplo, que su nueva pareja siga siendo amiga o amigo de alguien con quien tuviera algo en el pasado. Está relacionado con la autoestima y la confianza y puede ser muy destructivo. Los celos son una emoción muy presente que intentamos desmontar con conversaciones y acompañamiento”.

Sus observaciones a pie de instituto concuerdan con las conclusiones de varios informes que facilita el INJUVE, el Instituto de la Juventud, como el titulado Dependencia emocional, celos románticos y ciberviolencia, que llevaron a cabo en 2022 las investigadoras Lucía Granda y María de la Villa Moral, y que concluía que los mecanismos de control y violencia que permite el entorno digital hacen pareja tóxica con “los mitos románticos y la visión desadaptativa e idealizada de la relación de pareja”. “Eso lleva a tolerar conductas inadecuadas, que se ven agravadas por la minimización de los celos y relacionados con los comportamientos de control”, decía, como, por ejemplo, percibir que la pareja se ha quitado la ubicación durante unos minutos y preguntar: “Dónde estabas?”.

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