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Por qué el pensamiento positivo quizá no resulte positivo para ti

Emociones y felicidad

Diversos expertos advierten de los peligros de obligarse a estar siempre bien y de la importancia de permitirse tener sentimientos negativos

El auge de la psicología positiva ha llegado a un punto que ser optimista y feliz se ha convertido casi en obligación

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Todo el mundo quiere ser feliz. ¿Y qué hay de malo en ello?, podría preguntarse algún lector. En principio nada. Aunque algunos expertos –como el profesor de Psicología de la universidad danesa de Aalborg, Svend Brinkmann–, empiezan a advertir de que la felicidad podría no ser necesariamente la respuesta apropiada a muchas situaciones de la vida.

Brinkman, que ha dedicado un libro al lado oscuro de la positividad –Stand Firm: Resisting the Self Improvement Craze (Mantenerse firme: resistir la locura de la superación personal)–, afirma en su obra que, cuando algo malo sucede, deberíamos permitirnos tener pensamientos y sentimientos negativos al respecto. El autor ha llegado a afirmar que, aunque le parece natural que haya gente de naturaleza optimista y relajada, hemos llegado a un punto en el que la felicidad se ha convertido casi en un requisito.

Centrarse en lo positivo e ignorar las dificultades es hoy casi una imposición en muchos ámbitos y relaciones sociales

Marta Ortiz / Getty Images/iStockphoto

El profesor sueco pone como ejemplo el entorno laboral, en el que, afirma, las evaluaciones a los empleados a menudo insisten en que estos se centren en lo positivo e ignoren sus dificultades genuinas, lo que para Brinkman se acerca demasiado a un intento de control del pensamiento.

Carla Barcelona, psicóloga sanitaria especializada en trabajo emocional, advierte de los peligros de la positividad como una imposición o una autoimposición: “Ese tipo de mensajes te hacen pensar que siempre tienes que estar bien, o que siempre es posible estarlo. Entonces, por un lado va a incidir en tu creencia respecto a que aquellas emociones que resultan desagradables deben ser (aún más) rechazadas; y por otro lado, en el momento en el que no logres estar bien, podrás llegar a la conclusión de que hay algo mal en ti, porque te venden que en teoría sí puedes estar bien, que tú puedes con todo”.

La positividad como imposición

“Incide en la creencia de que las emociones desagradables deben ser rechazadas y que si no logras estar bien, hay algo mal en ti”

Carla Barcelona
Psicóloga

Barcelona señala también que el hecho de etiquetar las emociones como positivas o negativas ya conlleva un rechazo implícito hacia un rango completo de ellas. Precisamente hacia aquellas que se juzgan como negativas. “Sucede ya simplemente por el nombre que les ponemos. Tú no quieres algo negativo en tu vida, por lo que se deduce que esas emociones no deberían estar ahí. Lo cierto es que todas las emociones tienen una función y son necesarias para adaptarnos y relacionarnos con nosotros y con nuestro entorno. Fomentar los pensamientos positivos no hace más que aumentar esta discrepancia, y que tengamos un anhelo (incluso podemos idealizar) esas emociones que consideramos positivas”, explica.

La psicología positiva tiene sus raíces en la psicología humanista desarrollada por Abraham Maslow y Carl Rogers en la década de 1950, aunque no fue hasta finales de los años noventa cuando Martin E.P Seligman empezó a hablar de ella y popularizó un movimiento que ha encontrado eco en numerosos libros de autoayuda. Algunos podrían llevar implícito un mensaje que, a decir de ciertos expertos, puede resultar de hecho nocivo para nuestra salud mental.

Mensajes como “piensa en positivo”, “ser feliz es una decisión” puede producir sentimiento de culpa en quien no se siente bien

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En los últimos años, distintas investigaciones han analizado cómo funcionan las emociones y cómo estas influyen en la vida cotidiana, la autoestima y el bienestar. Dichos estudios han demostrado que, aunque la psicología positiva puede ayudar a algunas personas, podría ser dañina para otras, pues puede fomentar sentimientos de fracaso, tristeza o incluso depresión. El peligro de bombardear indiscriminadamente con mensajes como «piensa en positivo», «ser feliz es una decisión» o «todo sucede por una razón» es que puede producir un sentimiento de culpabilidad en quien tiene dificultades para estar bien.

¿Es peligroso, pues, el exceso de positivismo? Carla Barcelona aconseja que “vayamos a lo simple, no a lo positivo. Da igual que yo esté pensando que no debería sentirme de esta manera, porque lo que realmente está sucediendo es que me siento así. Si entendemos que eso es la realidad, puedo entonces tomar una decisión más clara respecto a qué hacer con lo que siento: cuidarme, apoyarme en personas que quiero o simplemente dejarme ser, por ejemplo”.

El bombardeo de mensajes positivos puede fomentar sentimientos de fracaso, tristeza o depresión si no logras “estar feliz”

Y es que los mensajes positivos respecto al bienestar pueden convertirse en un arma de doble filo, advierte esta especialista: “Puedo llegar a sentir que siempre “tengo que” lidiar con mis emociones, saber qué hacer con ellas y conocer su función. Y no. A veces simplemente hay que dejarse en paz y dejar de exigirse estar bien o lidiar bien con el malestar. Hay momentos en nos enfadamos, otros incluso estallamos, y la causa es que somos humanos, no robots”.

Marc Bracket, fundador y director del Centro de Inteligencia Emocional de la Universidad de Yale, denuncia en su libro Permission to Feel (Permiso para sentir), cómo día a día sufrimos una sutil pero constante invasión de mensajes como “tienes que pasar página”, “deja de pensar tanto en ti mismo”, “no seas tan sensible” o “tienes que superarlo”. Bracket, que lleva veinticinco años dedicado al estudio de las emociones, afirma que “lo irónico del caso es que cuando ignoramos nuestros sentimientos o los reprimimos, lo único que conseguimos es que se vuelvan más fuertes”.

A veces, cuando reprimimos o disimulamos nuestros sentimientos, lo que conseguimos es que se vuelvan más fuertes

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“Una visión más útil para la sociedad es saber que estar mal está bien”, aclara Carla Barcelona. “Es importante conocernos en el ámbito emocional y saber que puede que no vivamos las mismas emociones igual que otras personas; al fin y al cabo, mis reacciones a mis emociones pueden tener más que ver con la historia y experiencias que yo tenga con esa emoción que con la emoción en sí misma. En este sentido, una postura sana posible podría ser saber que vamos a tener una tendencia a juzgar y catalogar nuestras emociones, pero que hacerlo no nos impide vivir con ellas, observarlas o relacionarnos con ellas de otra manera más útil para nosotros”, concluye.