¡Cuida la postura! Tu lenguaje corporal condiciona tu conducta en situaciones difíciles
Lenguaje no verbal
Los expertos explican las técnicas para sentirnos más poderosos, seguros y optimistas de manera inmediata
A menudo hemos oído aquello de que lo que pensamos influye en nuestro estado de ánimo y, por tanto, en nuestra salud y sensación de bienestar: mens sana in corpore sano. Lo que quizá no sabíamos es que nuestro organismo también funciona a la inversa, esto es, nuestras posturas corporales y nuestro lenguaje no verbal pueden llegar a influir e incluso cambiar nuestro estado de ánimo. Esto resulta especialmente útil cuando, por ejemplo, tenemos que afrontar una entrevista de trabajo o una reunión o conversación complicada. Si queremos acudir a ella sintiéndonos seguros, presentes y asertivos para salir triunfantes de la situación, debemos saber que lo mejor que podemos hacer es adoptar posturas corporales expansivas. Hacerse grande es una estrategia adaptativa muy común en la naturaleza.
Lo explica la psicóloga Amy Cuddy, autora de El poder de la presencia (Urano), que lleva años investigando acerca de la relación entre la postura del cuerpo y el poder personal: “El poder no solo nos expande la mente, sino también el cuerpo. El lenguaje corporal expansivo y abierto está estrechamente asociado con la dominación en el reino animal, como en el caso de los humanos, de primates no humanos, de perros, gatos serpientes, peces, aves y de otras muchas especies. Cuando nos sentimos poderosos nuestro cuerpo se expande. El estatus y el poder, sean temporales o estables, benevolentes o siniestros, se expresan por medio de manifestaciones no verbales evolucionadas: miembros extendidos, la ocupación de un mayor espacio vital, una postura erguida. Piensa en Wonder Woman y en Superman. Cuando nos sentimos poderosos nos estiramos, levantamos la barbilla, y erguimos la espalda. Abrimos el pecho. Separamos los pies. Alzamos los brazos”.
El poder del cuerpo
“Lo que eres se expresa con tanta fuerza que no puedo oír lo que dices”, reza la frase del filósofo y poeta Ralph Waldo Emerson. Y es que desde siempre se ha sabido que, más allá de lo que decimos y cómo lo decimos, nuestra presencia se conforma en buena parte con todo aquello que expresamos sin palabras.
¿Alguna vez han conocido a una persona tan magnética que en cuanto entra en una habitación todas las miradas se dirigen automáticamente hacia ella? Seguramente esa persona está utilizando un lenguaje corporal poderoso, y eso es algo que todos podemos aprender. Nuestra manera de comportarnos –las expresiones de la cara, las posturas, la respiración‒ influye sin duda en nuestros pensamientos, sentimientos y conducta.
Así, al comportarnos de forma poderosa, nuestros sentimientos, pensamientos, conductas y cuerpo transmiten de forma automática una sensación de poder, lo que nos ayuda a estar presentes (e incluso a rendir mejor) tanto en situaciones cotidianas como en situaciones difíciles. “Tal vez el descubrimiento más importante y sólido sea que, como hemos demostrado en nuestros experimentos, al adoptar posturas expansivas y abiertas nos sentimos mejor y más eficaces de diversas formas. Nos sentimos más poderosos, seguros y asertivos, menos estresados y ansiosos y más felices y optimistas”, explica Cuddy en su libro. Esta investigadora aún va más allá al presentar datos acerca de cómo el cuerpo es capaz de decirnos cómo y qué sentir, e incluso qué pensar: “Cambia lo que nos ocurre en el sistema endocrino, el sistema nervioso autónomo, el cerebro y la mente sin que nos demos cuenta”.
“Adoptar posturas expansivas cambia lo que ocurre en el sistema endocrino y en el cerebro sin que nos demos cuenta”
Amy Cuddy
Autora de El poder de la presencia
La otra cara de la moneda es, por supuesto, que la falta de poder no solo limita nuestros pensamientos, sentimientos y acciones, sino que también nos encoge el cuerpo. Cuando nos sentimos impotentes o subordinados a alguien contraemos nuestra postura, tensándonos, protegiéndonos y achicándonos (pegamos los miembros al cuerpo, hundimos el pecho, dejamos caer los hombros, agachamos la cabeza, doblamos la espalda). “También reprimimos nuestros gestos y palabras al titubear, precipitarnos y hablar con un menor registro vocal y una voz más aguda. Un gesto especialmente revelador de falta de poder que quizá no parezca tan impresionante a simple vista es cuando nos rodeamos el cuello con la mano. Lo hacemos sobre todo cuando nos sentimos incómodos, inseguros y en peligro, física o psicológicamente, y estamos señalando con claridad que tenemos miedo y nos sentimos amenazados. ¿Por qué hacemos este gesto? Para protegernos de las fauces de un depredador, cubriéndonos literalmente la carótida”.
Cuerpo expansivo, más pensamientos positivos
Pablo Briñol, profesor de psicología de la Universidad Autónoma de Madrid, realizó recientemente un experimento en el que sus participantes, estudiantes, se sentaban o bien con la espalda erguida y sacando pecho, o bien con la espalda encorvada y mirando a las rodillas. Mientras los participantes mantenían estas posturas durante varios minutos se les pidió que se describieran a sí mismos con tres rasgos positivos o tres negativos que les ayudaran o perjudicaran en su futura vida laboral. Al final del estudio, después de relajarse y adoptar de nuevos sus posturas naturales, se le pidió que rellenaran un cuestionario en el que puntuaron su potencial para desempeñar adecuadamente su profesión en el futuro. Los investigadores descubrieron que la forma en que los estudiantes se puntuaban dependía de las posturas que habían adoptado. A los que mantuvieron la espalda erguida les resultó más fácil tener pensamientos positivos y fortalecedores sobre sí mismos, y además, creían con mayor firmeza en los tres rasgos que habían enumerado. En cambio, los de la espalda encorvada no estaban convencidos de sus rasgos positivos ni negativos, e incluso tenían dificultades para identificarlos.
Seguramente mientras está leyendo esto está modificando ligeramente su postura, abriendo más el pecho, irguiendo la espalda. Si lo hace puede que note cómo de inmediato su respiración y la expresión de su cara se relajan. Los investigadores saben que la conducta no verbal se manifiesta a través de muchos medios: expresiones faciales, movimientos oculares y miradas, orientación y postura del cuerpo, gestos con las manos, maneras de andar, signos vocales como el tono y el volumen, etcétera.
La conducta no verbal se manifiesta en expresiones faciales, miradas, gestos con las manos, andares, tono de voz...
Las psicólogas sociales Dana Carney y Judith Hall, por ejemplo, han estudiado minuciosamente el lenguaje corporal poderoso y el lenguaje carente de poder. En una serie de investigaciones, publicadas en el Journal of Nonverbal Behaviour, pidieron a los participantes que imaginaran cómo se comportaban de una forma no verbal las personas poderosas: les dieron una larga lista de conductas y les pidieron que eligieran las que creían que caracterizaban a los poderosos. De los sujetos sumamente poderosos se esperaba que iniciaran los apretones de manos, que mostraran un contacto visual más frecuente y prolongado, unos gestos más amplios, una postura erguida y abierta, manteniéndose inclinados hacia delante con el cuerpo y la cabeza apuntando hacia los demás y unas expresiones físicas animadas y seguras.
Amy Cuddy explica que si nos encontramos en mitad de una reunión y queremos transmitir seguridad hay un gesto muy sencillo de poner en práctica de inmediato y que demuestra que incluso nuestras manos y nuestros dedos pueden transmitir poder. “Coloca las manos a la altura de la cara con las palmas mirándose y los dedos apuntando al techo. Dobla ahora los dedos, une las yemas de modo que se encuentren en el medio y separa los dedos lo máximo posible sin que la postura te resulte incómoda. Si no te aclaras con estas instrucciones, mira las imágenes del señor Burns de Los Simpson”.
Unir las yemas de los dedos, como el señor Burns –de Los Simpson–, es una muestra de confianza en uno mismo
Este gesto, al que los psicólogos se refieren como “unir las yemas de los dedos”, es una muestra de un alto grado de confianza en uno mismo. Joe Navarro, ex agente del FBI y experto en lenguaje corporal explica en el libro de Cuddy: “Unir las yemas de los dedos de ambas manos comunica que somos uno con nuestros pensamientos, que no estamos vacilando ni dudando. En cuanto unimos las yemas de los dedos, estamos comunicando universalmente que confiamos en nuestros pensamientos e ideas, sin dudar de nuestra afirmación, llenos de confianza”.
Tener presencia, no intimidar
La autora de El poder de la presencia advierte, no obstante, que ser conscientes de la importancia del lenguaje corporal no debe hacerse nunca con el objetivo de dominar a los demás o hacer que se empequeñezcan, pues de ese modo resulta difícil establecer una relación: “Lo ideal no es ejercer el poder sobre los demás, sino gozar de poder personal. Tenemos que sentirnos seguros y relajados en lugar de parecer que estamos haciendo todo lo posible por dominar a los demás. La meta no es la intimidación, sino la intimidad”.
Después de leer a Cuddy y los numerosos estudios propios y ajenos que presenta en su libro, no me cabe ninguna duda de que el cuerpo influye en la mente, favoreciendo o entorpeciendo nuestra capacidad para sacar lo mejor de nosotros en los momentos cotidianos y en los más difíciles. ¿Sirve entonces para todo ponerse en la postura de Wonder Woman o de Superman? “Seguro que ya sabes que no existe un remedio que le funcione a todo el mundo en cualquier situación”, afirma esta psicóloga en su libro. “Lo que quiero que entiendas es que tu cuerpo le está enviando mensajes a tu cerebro de manera continua y convincente y que puedes controlar el contenido de esos mensajes”.
Desde la respiración y el yoga hasta bajar el tono de la voz, imaginarnos que estamos adoptando una postura expansiva o simplemente sentarnos con la espalda erguida, los estudios demuestran que hay innumerables formas de expandir el cuerpo y por consiguiente, sentirnos más presentes y más a gusto incluso en las situaciones más complicadas.