¿Por qué estamos tan crispados?
Habilidades relacionales
Cuatro pasos para comunicarse de forma efectiva y pacífica, y no “saltar” cuando te sientes atacado
Solo hace falta asomarse un momento a las redes sociales para darse cuenta de que vivimos una época de crispación. Instagram, Twitter y Facebook, entre otras, han llegado a todos los rincones del planeta sin que nos hayamos planteado muy bien las implicaciones de su omnipresencia en nuestras vidas. Las redes sirven para muchas cosas positivas, pero también para que cada vez más personas las utilicen para provocar, desahogarse, atacar y esparcir odio. Quizá por ello cada vez más celebridades y artistas deciden borrar sus perfiles o desaparecer de forma definitiva o temporal de internet, como el cantante Ed Sheeran, la actriz Daisy Ridley o el escritor Lorenzo Silva.
“Estamos empezando a considerar la buena educación como un lujo”, afirmó recientemente la psicóloga social y escritora Amy Cuddy en una conferencia sobre liderazgo. Cuddy, que prepara un libro sobre el bullying entre adultos, cree que la agresividad en las comunicaciones es una tendencia al alza, no solo en las redes sino también en el mundo offline. La política, y los recientes debates televisivos, también nos devuelven habitualmente un reflejo crispado, y a veces maleducado, de la realidad.
La crispación se contagia
¿Por qué triunfa la crispación? Para Xavier Guix, psicólogo y escritor, autor de varios libros de comunicación, cuando se impone lo crispado “perdemos la capacidad de conectar con el otro. Cuando se pierde de vista lo común y cada cual se refugia en lo suyo desaparece el respeto. De este modo, se pierde también un valor fundamental como es el reconocimiento mutuo. La crispación empieza cuando se niega al otro, no se le reconoce como alter sino que se le ve como alius, como un extraño. Entonces, ese extraño diferente a mí me da miedo y tengo que atacarle para debilitarlo, porque solo reconozco como verdadero, bueno y superior lo mío”.
Respecto a la crispación en política, Guix opina que se trata más bien de una estrategia para agitar y conseguir votos, y no para servir al ciudadano: “Un buen político es aquel que empatiza con los anhelos de sus ciudadanos. Pero hoy vende más el cortoplacismo y conectar con el ciudadano cabreado, para aprovechar su queja y darle un culpable, el otro, y a la vez erigirse en el abanderado que le resolverá todos sus problemas. De este modo se instrumentaliza la crispación y se demuestra lo mal que funciona todo”.
Lo malo de la crispación, advierte este experto, es que se contagia. Y así, si nos exponemos a diario a ella podemos acabar llevándonosla a nuestras interacciones cotidianas: “Nada es más contagioso que un estado de ánimo colectivo, porque aúna en un mismo sentimiento, crea una identidad emocional con la que identificarse. Cuando un grupo vibra en una misma energía la amplifica y la extiende. Si es una vibración baja, que despierta instintos básicos, puede llegar a ser muy peligroso. Por suerte, también se pude vibrar en la alegría”.
Un posible antídoto contra la comunicación crispada, que nos aleja de conectar verdaderamente con el otro, lo podemos encontrar en los principios de la Comunicación No Violenta (CNV), de la cual Guix asegura que es “más pertinente que nunca”. La CNV es un proceso de intercambio creado por Marshall Rosenberg en los años sesenta del siglo pasado y que sostiene que la mayor parte de los conflictos proviene de una deficiente comunicación de las necesidades humanas. Para Rosenberg, los principales enemigos a evitar en cualquier intercambio son: la crítica, los juicios moralistas, las amenazas, la negación de la propia responsabilidad, las comparaciones y la coerción. Comunicarse de forma compasiva implica practicar la escucha empática de uno mismo y de los demás y buscar estrategias para satisfacer nuestras necesidades de forma asertiva y pacífica.
Cómo lograr una comunicación no violen ta
Los cuatro pasos para una comunicación no violenta son:
1.Observación de los hechos. En esta etapa nos centramos en reconocer lo que vemos, sin juicios ni críticas, siendo conscientes de que no existe una verdad única, sino miradas distintas de la realidad. Por ejemplo: “Veo que el libro que guardaba en mi cajón ha desaparecido”.
2.Expresión de los sentimientos. En este paso podremos darnos cuenta de que lo que sentimos está vinculado a lo que vemos. Las emociones y sensaciones deben estar libres de historia y son distintas de los pensamientos. Así, un sentimiento podría ser: “Me siento inseguro”, mientras que un pensamiento sería: “Siento que me has robado el libro”.
3.Expresión de las necesidades. Las emociones intensas suelen estar asociadas a necesidades insatisfechas. Una forma positiva de expresar una necesidad sería, por ejemplo: “Necesito recuperar mi libro”.
4.Petición formal. Las peticiones se distinguen de las demandas porque quien pide está abierto a aceptar un “no”. Si uno hace una petición y recibe un “no”, se recomienda empatizar con aquello que hace que la otra persona no acceda a la petición y buscar entonces otra estrategia. Se recomienda que las peticiones usen un lenguaje claro, positivo y de acciones concretas. Xavier Guix lo explica así: “Si hemos logrado acercarnos, aunque no estemos de acuerdo, esa aproximación servirá para establecer una negociación: ¿Qué podemos darnos?, ¿Qué puedo compartir contigo?, ¿En que podemos ponernos de acuerdo?”
Echar mano de este proceso en cuatro pasos puede parecer difícil las primeras veces, sobre todo porque estamos muy acostumbrados a introducir juicios y críticas, aunque sean indirectas, a la hora de expresarnos. Y tampoco es fácil no “saltar” cuando nos sentimos atacados. Los expertos advierten de que hace falta entrenamiento para integrar esta mirada distinta en nuestra vida cotidiana. Y aun así, puede resultar complicado enfrentarse a alguien que se muestra abiertamente agresivo delante de nosotros, aunque sea verbalmente. Para Xavier Guix, “mientras se mantenga la crispación es muy difícil neutralizar una interacción de este tipo. A lo sumo, cabe reconocer que no se dispone aún de una actitud que favorezca la relación y el diálogo, pero dejando la puerta abierta para buscar otro momento mejor, en el que se hayan madurado las causas y consecuencias de la crispación”.
En este punto puede ser útil recordar, como explica Marshall Rosenberg en Comunicación No Violenta, un lenguaje de vida, que atacar a los demás o retraerse suelen ser los dos comportamientos más típicos de los seres humanos cuando sentimos dolor. Dicho de otro modo, cuando algo nos ha hecho daño, que es justo cuando más amor, cuidado y apoyo necesitaríamos, solemos actuar de un modo que hace poco probable que consigamos lo que necesitamos. Así, lo primero que debemos intentar si queremos cambiar el tono de nuestra comunicación es dar el primer paso, que implica ser capaces de no tomarnos de forma personal la crispación ajena. Una persona feliz y centrada no necesita herir a los demás. Si tenemos claro que el juicio o la crítica que estamos recibiendo provienen casi siempre de una falta de amor y de una necesidad insatisfecha habremos puesto la primera piedra para que nuestra interacción con esa persona sea mucho más pacífica y se resuelva de forma más satisfactoria para todos.
Lecturas recomendadas
Comunicación No Violenta. Un lenguaje de vida, Marshall Roserberg
El sorprendente propósito de la rabia, Marshall Roserberg
Los cuatro acuerdos, Miguel Ruiz
Ni me explico ni me entiendes, Xavier Guix