¿Realmente usamos solo el 10% de nuestro cerebro?
Muchos atribuyen erróneamente este mito a Albert Einstein y otros a William James, el padre de la psicología en Estados Unidos. Ninguno de ellos dijo tal cosa
Siempre ha habido y habrá grandes misterios en torno a la medicina y cómo funciona nuestro organismo. Pero algunas partes siempre han suscitado mayor número de leyendas o misticismo que otras.
El cerebro parece ser el órgano que más dudas y rumores suscita. De hecho, ¿quién no ha escuchado aquello de que el ser humano solo usa el 10% de su capacidad cerebral?
Con el estreno de la película Lucy (2014), el tema volvió a subir a la palestra porque su protagonista, interpretada por Scarlett Johansson, conseguía -tomando una droga- alcanzar ese deseado 100% y desarrollaba poderes sobrenaturales.
El origen del mito
Muchos atribuyen erróneamente este mito a Albert Einstein, mientras que otros consideran que se tergiversaron las palabras de William James, padre de la psicología en Estados Unidos.
James escribió en su libro The energies of men (1907) que hacemos “uso solamente de una pequeña parte de nuestros posibles recursos mentales y físicos”, lo que dio lugar a que autores posteriores redujesen esta frase a la leyenda de que tan solo usamos un pequeño porcentaje.
Entre ellos figura Dale Carnegie, autor de uno de los primeros best-sellers de autoayuda How to Win Friends and Influence People (1936) y en cuyo prólogo aparece mencionada la cifra.
Para el Dr. Pablo Irimia, neurólogo vocal de la Sociedad Española de Neurología (SEN), podría venir de un mal entendido respecto al número de células.
“No todo el cerebro está formado por neuronas, que representan aproximadamente un 10%, también tenemos otros tipos de células que sirven de soporte para el buen funcionamiento de las neuronas y el cerebro. De ahí, que el porcentaje de neuronas haya podido ser confundido con la capacidad cerebral empleada”, afirma el experto.
No todo el cerebro está formado por neuronas, que representan aproximadamente un 105, también tenemos otros tipos de células que sirven de soporte para el buen funcionamiento de las neuronas y el cerebro”
Sin embargo, a día de hoy no hay un claro culpable de este falso axioma.
La maquinaria a pleno rendimiento
Gracias a la resonancia magnética funcional los neurocientíficos han podido tirar por tierra este mito y ver qué zonas del cerebro se activan en función de qué actividad realicemos.
Sin embargo, este tipo de métodos como la resonancia magnética también podrían haber alimentado más este mito, tal y como indica el Dr. Irimia.
“Con los estudios de imagen de personas que están realizando tareas, se ve que unas áreas están más activadas que otras, pero eso no quiere decir que las que no aparezcan iluminadas no estén funcionando. Solo que, para determinadas tareas, hay áreas del cerebro que funcionan de una forma más activa”, señala el especialista.
Según la revista Nature, acciones tan simples como abrir y cerrar el puño consumen más de la décima parte. Incluso cuando estamos en reposo y “sin hacer nada”, el cerebro regula funciones vitales tales como respirar o la frecuencia cardíaca. El cerebro siempre está activo.
Un gran gasto energético
En este vídeo de TED también se explica tanto el posible origen de esta creencia popular, que incluso ha llegado hasta el ámbito científico, como su escaso fundamento.
Hay áreas del cerebro que funcionan de una forma más activa”
En él se explica cómo los científicos no entendieron durante mucho tiempo el propósito del abultado lóbulo frontal o de las amplias zonas del lóbulo parietal. Si se dañaban no había déficits motores o sensoriales por ello, concluyeron que no eran de utilidad.
Durante décadas estas partes se denominaron “zonas silenciosas” y su función era desconocida. Luego se supo que cumplen funciones ejecutivas y de integración, sin las cuales apenas seríamos humanos. Son cruciales para el razonamiento abstracto, la planificación, para la toma de decisiones y adaptarnos a las circunstancias.
La idea de que el 90% restante está ocioso resulta absurda, si calculamos el uso de energía del cerebro. Los cerebros de roedores y perros consumen el 5% de la energía total del cuerpo, mientras que el de un mono consume el 10% y el cerebro de un humano, que en un adulto representa solo el 2% de su masa corporal, consume el 20% de la glucosa diaria.
En el caso de los niños, la cifra es el 50% y en el de los bebés un 60%. Esto es mucho más de lo esperado para el tamaño relativo de sus cerebros.
El cerebro humano pesa 1.5 kilos, en comparación con uno de un elefante que llega a los 5 kilos. No obstante los humanos condensamos mayor número de neuronas que cualquier otra especie (un 40% más que los simios). Esta densidad es la que nos hace inteligentes.
Gracias a que comenzamos a cocinar los alimentos pudimos absorber de forma más fácil los nutrientes y aportar más energía a nuestros cerebros que terminaron por adaptarse y ser más eficientes.
Aún así a través de un proceso denominado “escasa codificación”, el cerebro utiliza la menor cantidad de energía posible para obtener la mayor información.
En la salud y la enfermedad
Si la creencia de que usamos solo el 10% fuese cierta, nos podrían extirpar el 90% que “no funciona” y podríamos quedarnos “tan anchos”.
“Desde el punto de vista de las personas que presentan una lesión o problema cerebral, también es muy atractivo porque quiere decir que tenemos una gran capacidad de recuperación, pero por desgracia eso no es verdad”, asegura Irimia.
De hecho, hay enfermedades que provocan daños menores al 10% y según el doctor “ya son suficientes para provocar una incapacidad a la persona”.
Aunque el doctor explica que hay zonas del cerebro que pueden suplir la función de otras áreas que han sufrido una lesión, en especial durante la infancia: “A este mecanismo se le conoce como “plasticidad cerebral”, un grupo de células pueden asumir otra función que en principio no les correspondía. En el cerebro adulto hay un cierto grado de plasticidad, pero es muy escaso”.
“Si no estuviésemos usando el 90% restante del cerebro, la capacidad de recuperación o de plasticidad sería muchísimo mayor”, continúa el experto.
Si potenciamos la actividad del cerebro mediante una actividad intelectual podemos incrementar el número de conexiones que tenemos en el cerebro”
Además asegura que todas las evidencias que existen “es de que el cerebro está funcionando en su totalidad para el correcto funcionamiento de los mecanismos de pensamiento o de movilidad… y por tanto, pensar que tenemos unas capacidades ocultas que podríamos potenciar para mejorar, no es real”.
“Es verdad, que como cualquier otro órgano, si potenciamos la actividad del cerebro mediante una actividad intelectual como la lectura, podemos incrementar el número de conexiones que tenemos en el cerebro y facilitar que nuestra capacidad para pensar cosas o el pensamiento lógico esté mucho más desarrollado”, concluye Irimia.
Por tanto, no es que aún queden “poderes y capacidades ocultas” del ser humano por descubrir, sino que todavía no se conoce del todo los secretos que entraña este fascinante órgano.