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Cuándo, cómo y por qué debes disculparte con tu hijo

Crianza

Cuando pedimos perdón a un niño es importante saber qué decir y qué no para no traspasar nuestra culpa ni perder el lugar de adultos

Es un error pensar que disculparse ante los hijos resta autoridad a los padres l

Iakov Filimonov

Siempre me ha llamado la atención la insistencia de muchos padres en que sus hijos pidan disculpas a sus hermanos o a sus amigos cuando algo sale mal y lo mucho que les cuesta a muchos adultos hacer lo propio con sus hijos cuando son ellos quienes la fastidian. 

A algunas personas les parece que pedir perdón a una criatura les hace perder autoridad, pues se supone que, entre otras cosas, un padre o una madre siempre tiene la razón. Gran error, pues las criaturas aprender de lo que ven, y lo único que un niño aprende cuando su padre o su madre evita disculparse es: que pedir perdón implica una pérdida de estatus, que es algo malo y que provoca vergüenza (y por eso lo evitamos), que el acto se asimila a la persona (haces algo malo y, por tanto, eres malo) y lo peor de todo, que está permitido dañar una relación y no reconocerlo e intentar repararla.

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En el otro lado del espectro se sitúan los padres que piden perdón por todo o que lo hacen de forma incorrecta. Porque, ¿puede uno llegar a disculparse mal? A decir de los expertos, sí, y es importante aprender a hacerlo de forma adecuada para no traspasar a las criaturas nuestros propios conflictos internos.

“Lo primero es comprender que es posible que, cuando ponemos un límite a un niño, este se enfade mucho, y eso no quiere decir que tengamos que pedirle disculpas”, argumenta Laura Casadó, terapeuta especializada en atención infantil. Y  continúa: “Es cierto que a veces los adultos estamos nerviosos y ponemos esos límites con malas maneras, gritamos, etcétera. En este caso sí debemos pedir disculpas, aunque sin perder nunca nuestro lugar como adultos”.

Es importante saber disculparse para no traspasar al niño nuestros propios conflictos 

Getty Images/iStockphoto

Explica Casadó que lo más importante a la hora de pedir perdón es no dejar entrar en juego a la culpa, pues esto nos puede llevar, más que a disculparnos, “a pedir compasión a nuestro hijo, para que nos perdone y así obtener una liberación. Es importante no hacerlo así, pues en ese caso le estamos dando al niño una responsabilidad que no le toca”. 

¿Cómo disculparse entonces? A decir de esta terapeuta, “cada caso, cada momento y cada situación requiere de una disculpa diferente. Algo en común en todas ellas es que los adultos debemos enfrentar primero nuestro sentimiento de culpa. Solo cuando la tengamos digerida será el momento de hablar con los niños".

Y pone un ejemplo: "Ayer te hablé mal, no me gusta cuando me pongo así. Voy a tratar de no hacerlo más". Asegura que siempre hay que disculparse "desde un lugar en que el adulto ya tiene elaborada su propia redención. La idea no es ponernos por debajo del niño, de rodillas, para que nos perdone haciendo un acto de contrición exagerado, sino primero poder elaborar esta parte en nosotros”.

Se trata de disculparse, no de pedir compasión para liberarnos de la culpa

Laura CasadóTerapeuta infantil

Sentirse culpable puede ser útil, pues, para darnos cuenta de que hemos hecho algo que no nos ha sentado bien a nosotros y a los demás, pero debería ser solo el punto de partida. Lo interesante es lo que hacemos después con esa culpa, y recordar que no podemos pasársela a nuestros hijos como si fuera una pelota. 

“Es parecido a lo que nos pasa cuando nos saltamos un pacto de pareja, por ejemplo”, ejemplifica Casadó. “La culpa aparece, pero antes de pedir perdón a nuestro compañero es necesario haber hecho un trabajo personal. De lo contrario, estamos dándole al otro la responsabilidad de liberarnos de esa culpa. Con las criaturas pasa lo mismo, con la diferencia de que, además, en este caso, los adultos somos nosotros. Ellos son niños y aún les toca menos jugar ese papel”, enfatiza.

El paso previo

Reelaborar la culpa

Para reelaborar esa culpa, argumenta esta terapeuta, lo primero que debemos hacer es observarla y entenderla (me siento mal porque he gritado a mi hijo). En la observación probablemente veremos aparecer el fantasma del autocastigo (he gritado, ergo soy mala madre, soy mala persona, le voy a crear un trauma…).

“Es necesario dejar de machacarse por lo que ha pasado, pues eso solo nos desvaloriza”, explica Laura Casadó, que aconseja: “En lugar de eso podemos hacernos responsables (que no culpables) e intentar comprender lo que nos ha pasado (le he gritado, sí, llevo todo el día trabajando y siento que ahora no tengo paciencia). Después de ese reconocimiento y de dejar de castigarme, probablemente puedo pedir disculpas desde un lugar en que ya no me siento culpable, porque he podido reelaborar lo sucedido y comprenderlo”, asegura.

Claves para disculparse bien

Tampoco hace falta dar una importancia exagerada a nuestros pequeños tropiezos, que forman parte de la vida, o cargar las disculpas de palabras muy serias o profundas. Yo soy muy fan del “ups”. Por ejemplo: “Ups, te he interrumpido” o “Ups, me he pasado un poco, perdona”. 

En casos que requieren de más reflexión o en que nos damos cuenta de que los niños se han podido sentir heridos, una propuesta para practicar con las disculpas puede ser:

1. Admite lo que has hecho mal y pide perdón por ello. Nunca digas algo como: “Siento si te has sentido herido, pero si te hubieras puesto los zapatos no habría gritado”. Se trataría más bien de decir: “Lo siento, he perdido los nervios y te he gritado. No debería haberlo hecho. Lo haré mejor la próxima vez, ¿sí?”

En el segundo ejemplo nos estamos haciendo responsables de lo sucedido, mientras que en el primero seguimos culpando al niño de nuestro comportamiento. Una disculpa real es aquella en la que reconocemos la ofensa, pedimos perdón y hacemos una propuesta de cambio de comportamiento a futuro.

Una buena disculpa es el puente para curar heridas y reforzar el vínculo 

Getty Images/iStockphoto

2. No culpes al niño ni le avergüences. Aunque fuera la quinta vez que le pedías que se pusiera los zapatos, no le traspases a él la culpa por haber gritado diciendo algo como: “Si no te portaras tan mal no tendría que gritarte todo el tiempo”. Asegúrate de que lo que dices es amoroso, sanador, y no contiene culpa ni vergüenza. A continuación, podéis hablar y encontrar estrategias entre los dos para que la hora de vestirse sea más fluida.

3. Ser padre o madre no va de ganar o perder. Es importante que dejemos de pensar que vamos en equipos diferentes. Padres y niños deben trabajar juntos, o de lo contrario se corre el riesgo de que haya una fractura. Una buena disculpa (y esforzarse por cambiar comportamientos potencialmente dañinos) es un puente para curar heridas y reforzar el vínculo con nuestros hijos.

Disculparse de forma madura es un aprendizaje para el niño en el futuro

Laura CasadóTerapeuta

“También es una oportunidad de aprendizaje para el adulto”, asegura Laura Casadó, quien concluye: “Puede ser una buena manera de aprender a hacerlo con esa honestidad, de darse ese espacio para digerir la culpa. También es un espacio de aprendizaje para el niño, porque si nos disculpamos de forma madura el niño ve que el adulto no le pide disculpas desde la necesidad de obtener su perdón, y esto le puede servir de aprendizaje para lidiar con distintos tipos de perdón en el futuro”.

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