Estas son las razones por las que no debes mentir a tus hijos, a ninguna edad
Educación infantil
Descubrir que sus padres falsean la verdad hará que se sientan traicionados, entre otros desajustes
Si no estás listo ya, me iré sin ti. Si no te duermes, vendrá el coco. Como no termines el plato, no vas a crecer. Estas afirmaciones tienen algo en común: que todas son mentiras muy extendidas entre los padres. Frases como estas se lanzan con la intención de evitar confrontaciones y enfados o de promover buenos comportamientos. Pero disfrazar la verdad nunca es una buena estrategia.
A primera vista, parece que este tipo de afirmaciones bienintencionadas no hacen mal en quien las recibe. Sin embargo, los expertos y la ciencia tienen una visión distinta de la situación. Recientemente se ha publicado un estudio en el Journal of Experimental Child Psychology que aborda las consecuencias que puede desencadenar en los niños el engaño. En concreto, la investigación revela que privar de la verdad a los hijos puede provocar desajustes en el desarrollo psicosocial de los menores.
“Criar a través de la mentira puede parecer un ahorro de tiempo, sobre todo cuando las razones de los padres para engañar es que sus hijos hagan algo difícil de explicar”, comenta Peipei Setoh, profesor de Ciencias Sociales de la Universidad de Singapur y primer autor de la investigación, en un comunicado. Sin embargo, este comportamiento puede desencadenar una pérdida de confianza en los adultos. “Los niños se sienten muy traicionados cuando se dan cuenta de que sus personas de máxima confianza les mienten”, revela Silvia Álava, especialista en psicología educativa.
El por qué de las ‘mentirijillas’
Mentirijillas es un término con el que se resta importancia al hecho de enmascarar la realidad. No obstante, ni las más pequeñas hacen ningún bien al desarrollo de los menores. De hecho, este tipo de comportamiento suele estar más ligado al confort de los adultos que al beneficio de los hijos. “Mentimos porque tenemos miedo de contar la verdad; a veces, porque les estamos sobreprotegiendo; y otras, porque pensamos que es un tema que no les atañe por la edad que tienen”, indica la psicóloga.
Es frecuente evitar afrontar temas relacionados, por ejemplo, con la muerte o la sexualidad. “Lo hacemos para protegernos, o porque nos da vergüenza hablar sobre determinados asuntos y tener que dar explicaciones”, comenta Abel Domínguez, psicólogo y director de Domínguez Psicólogos.
Impacto en el desarrollo
Lo que en un principio parece una medida de protección, puede dejar una profunda huella en el desarrollo infantil. Los resultados de la investigación antes mencionada indican que aquellos niños a los que se les había educado en la mentira, la utilizaban de forma frecuente. Además, mostraron comportamientos más egoístas y manipuladores, así como un mayor sentimiento de culpa y vergüenza.
“Los niños siempre van a acabar descubriendo la verdad, son muy buenos observadores. Puede que no sepan exactamente qué sucede, pero se dan cuenta de que hay algo raro en el discurso. Por otra parte, los adultos también se sienten incómodos con su comportamiento, al enseñar un modelo en el que se valida la mentira”, explica Álava.
Los niños educados en la mentira tienen comportamientos más egoístas y manipuladores
La psicóloga aclara que esto no quiere decir que haya que compartirlo todo con los hijos. “En ocasiones, no necesitan tener información detallada de lo que está ocurriendo, porque hay que preservar la infancia. No hay que transmitirles, por ejemplo, las preocupaciones de los mayores; es algo que no necesitan”, subraya.
Otro efecto colateral del embuste es que quien lo ejerce deja de ser una fuente fiable para los pequeños. “Ellos no son tontos; si ven que les mentimos u ocultamos cosas van a dejar de preguntar. Por ello, debemos dar respuestas veraces”, comenta Domínguez. De lo contrario, buscarán respuestas en otras personas, como pueden ser amigos o internet.
“Aquí entramos en el apartado de los valores o pudor que puedan tener los padres ante determinados temas, como pueden ser la sexualidad o la prevención del consumo de sustancias adictivas. Yo les animo a que siempre hablen de ello, porque a través de internet, compañeros de clase o padres que tengan menos tapujos van a tener acceso estas cuestiones”, añade el psicólogo.
Cómo contar la verdad
Es importante valorar el nivel de crecimiento para entablar una comunicación efectiva. Álava recomienda siempre analizar qué es lo que el niño necesita saber dada la edad que tiene: “En función de sus años y de lo necesario que sea contarle algo, será cuando elaboraremos el discurso”.
Ser asertivo y claro en el mensaje, así como en los detalles que se van a compartir, es fundamental, ya que como indica la experta, “muchas veces nos enganchamos a las mentiras porque los pequeños empiezan a hacer preguntas y nos ponen nerviosos”.
Adaptar el lenguaje a cada etapa de crecimiento es fundamental para crear un vínculo de confianza. “Los niños no están maduros a todas las edades para encajar determinados temas, pero hay que adaptarlos a su nivel de entendimiento. Más adelante cuando pregunten o necesiten una actualización de la información, podemos dar una versión acorde a lo que puedan entender”, propone Domínguez.
De hecho, a los más pequeños, les cuesta identificar las mentiras. “Tienen un pensamiento más fantasioso, algo que hay que trabajar con ellos. A medida que van creciendo son más conscientes de si les estamos falseando la información o no. Entonces es cuando caemos en la incongruencia educativa: Me enfado si me mientes, pero yo te puedo mentir a ti”, reflexiona Álava.
“Caemos en la incongruencia educativa: me enfado si me mientes, pero yo te puedo mentir a ti”
Silvia Álava
Psicóloga
Intentar empatizar con los sentimientos infantiles, ofrecer información para que sepan cómo manejar la situación o resolver determinados problemas juntos son algunas herramientas para evitar el engaño.
“Invito a que los papás a que reconozcan a los niños como grandes científicos. Están en constante investigación, probando cosas nuevas y buscando explicaciones sobre el mundo que les rodea. Todo esto es positivo, si les animamos a contrastar lo que les digan o vean en internet criaremos futuros adultos inteligentes”, concluye Domínguez.