Si quieres ayudar a los niños, ¡deja que se aburran!
Tiempo de ocio
El aburrimiento beneficia su desarrollo y potencia muchas cualidades, además de la creatividad
“¡Mamá, me aburro!”. El reclamo infantil, que se repite como un mantra oriental sobre todo en fines de semana o las vacaciones de verano, puede ser un agobio para los padres. Los progenitores suelen buscar salidas rápidas, como proveer de una tableta electrónica o de un móvil para que se distraigan, pero quizás la solución pasa por el camino inverso: dejar que se aburran y que se busquen la vida.
La puerta para la creatividad
El aburrimiento es la palanca impulsora para desarrollar la creatividad y adentrarse en una situación donde sea posible inventar juegos o situaciones. Los niños son capaces de dar vida como juguete a cualquier elemento: un palo puede ser una espada, un árbol un castillo y un par de almohadones una montaña que los muñecos deben escalar.
“El aburrimiento significa que no hay algo concreto que hacer en un momento determinado. Es la oportunidad para potenciar cualidades como la curiosidad, la alegría y la confianza. Sin normas de por medio, el niño va desarrollando sus reglas, explora, crea. Todo gracias al aburrimiento”, explica el pedagogo Joan Gamero Gómez.
Aburrirse no es malo
El punto de partida, para el psicólogo infantil y juvenil Abel Domínguez, es quitar la carga negativa del término. “El aburrimiento puede ser incómodo pero no es malo. Es inherente al ser humano, porque somos curiosos por naturaleza. A los niños les permite ser creativos, ir más allá de las pantallas, descubrir el mundo y buscar su entretenimiento de forma activa”.
Este profesional, director de Domínguez Psicólogos, precisa que el uso de dispositivos electrónicos es un entretenimiento pasivo, por más que tenga una intensa actividad de estímulos sensoriales en un videojuego. En vez de darle una tableta para que no moleste con su reclamo, “los padres deberían enseñarles a divertirse y entretenerse, no de darles el entretenimiento servido”, indica.
Buscar motivaciones
Para el psicólogo del Col·legi Oficial de Psicologia de Catalunya (COPC) Román Pérez, los padres tienen que saber poner un freno a las soluciones fáciles “como si ellos fueran los únicos que pueden proveer diversión y entretenimiento”.
Este profesional, también psicoterapeuta y psicoanalista, señala que en este caso el aburrimiento funciona como un incentivo para que el niño busque qué es lo que le motiva, que encuentre su espacio en un momento en que se encuentra hiperconectado y que –en muchos casos- gran parte del tiempo libre se ocupa con actividades regladas extraescolares. “No es lo mismo decir que ‘ahora tengo ganas de jugar al fútbol’ que recordar ‘me toca jugar porque es miércoles por la tarde’”, detalla.
No es malo que los niños tengan actividades fuera de su curso escolar, pero también “hay que saber escucharlos, porque saben que escogemos por ellos”, dice Gamero Gómez, vocal de Pedagogía y Escuela del Col·legi de Pedagogs de Catalunya.
El punto clave, agrega Domínguez, es que además de buscar actividades que sean de su interés haya un equilibrio entre el ocio dirigido, las obligaciones, y la búsqueda del propio tiempo libre. “No es positivo que ocupemos toda su agenda de lunes a viernes de 5 a 9 de la tarde, porque lo vamos a saturar”, añade.
Compartir actividades
Los profesionales consultados coinciden en que los padres tienen que acompañar el proceso de buscar un entretenimiento, pero manteniendo una cierta distancia. “Cuanto menos estructurado es el juguete o el juego, más creatividad tiene que poner el niño”, apunta Pérez.
Una sugerencia que aporta Domínguez es que los padres hagan un viaje en el tiempo y expliquen a sus hijos cómo se divertían cuando eran niños. Es cierto que los tiempos han cambiado, antes la socialización se daba cuando se bajaba a la calle a jugar y ahora los lazos sociales se dan más por canales electrónicos (grupos de chat, video juegos en línea) o por actividades puntuales.
Sin embargo, eso no quita que padres e hijos puedan compartir actividades plásticas (un gran motor de creatividad), paseos por la naturaleza o por el barrio, salidas en bicicleta, preparar postres o comidas, y de paso, instruirlos en tareas con responsabilidad, como ayudar en la casa.
Un banco de ideas
Los juegos de mesa son una alternativa de pasatiempo donde se mezcla la didáctica con el impulso sensorial, como los puzzles o los problemas de ingenio donde hay que usar la capacidad de deducción.
“Lo importante es hacer un acompañamiento, no hacer el trabajo por el niño”, apunta Gamero Gómez, director pedagógico de la Escola L’Oreig, de Pallejá. Una sugerencia que aporta es que periódicamente padres e hijos apunten en un papel aquellas actividades que les gusta realizar y lo guarden en una cajita.En el momento en que llegue el aburrimiento, es cuestión de buscar en este banco de ideas y crear un juego. “Pero no hay que explicarlo todo al máximo, hay que dejar que el niño desarrolle la inventiva”.