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¡Alerta con estas señales! El niño puede ser disléxico

Educación y crianza

Se estima que este trastorno del aprendizaje afecta a entre el 5% y el 17% de la población

Alumno de 8 años con dislexia

Àlex Garcia/Archivo

Una lectura muy lenta y trabajosa, dificultades para aprender secuencias como el abecedario o las tablas de multiplicar, o hacer muchas faltas de ortografía con respecto a los compañeros de clase son algunos de los indicadores de alerta que pueden conducir a un diagnóstico de dislexia, un trastorno del aprendizaje con un alto componente hereditario que se estima que afecta a entre el 5% y el 17% de la población mundial. Por lo menos en cada aula hay un niño con este trastorno que, aunque no tiene cura, sí que puede mejorar cuanto antes se detecte.

El diagnóstico de la dislexia suele llegar a los ocho o nueve años, una vez se ha completado el proceso de lectoescritor, aunque existen signos tempraneros que padres o maestros no deberían dejar pasar por alto. Por ejemplo, dificultades a la hora de etiquetar los colores o de memorizar secuencias cortas como las estaciones, los meses del año o los días de la semana son algunos de los síntomas que pueden aparecer y detectarse ya en la etapa preescolar o en los primeros cursos de primaria.

Dificultades para etiquetar colores o memorizar los meses o los días de la semana son síntomas que se pueden observar en preescolar

Andrea Palacio, neuropsicóloga de la Unitat de Trastorns d’Aprenentatge Escolar (UTAE) del Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona recomienda ante estas primeras señales no esperar y consultar con un profesional. Palacio explica que existen evidencias científicas que muestran cómo pasada una edad ya no se consigue un avance significativo en la reeducación de la lectura mecánica. Y esa edad la sitúa entre los 9 y 10 años, entre tercero y cuarto de primaria.

“A partir de esa edad no significa que no se pueda hacer nada, pero el abordaje será distinto”, afirma la experta, que insiste en no dejar pasar el tiempo ante cualquier mínima sospecha.

Carta escrita por una niña con dislexia

Change Dyslexia

“A partir de los 9 o 10 años no se consigue un avance significativo en la reeducación de la lectura”

Andrea Palacio
Neuropsicóloga Hospital Sant Joan de Déu

Ester Gimbernat, madre de un niño de 12 años disléxico diagnosticado a los ocho, explica que nunca sospechó que su hijo pudiera tener ese trastorno del lenguaje a pesar de una serie de indicios que apuntaban hacia esa dirección. “En tercer curso, cuando escribía juntaba las palabras de una frase; estudiábamos juntos, le preguntaba oralmente la lección y se la sabía, pero el examen escrito lo suspendía”, explica Ester, que tras descartar problemas de visión con un optometrista, en un centro privado le dieron el diagnóstico final. Era disléxico.

Me sentí fatal por todas las veces que le llegué a decir: no estás atento, no prestas atención o cómo puede ser que no te acuerdes si lo acabamos de estudiar”, recuerda esta madre, que echando la vista atrás, ahora es capaz de atar cabos con otros indicios a los que en su momento no les dio mucha importancia.Se le empezó a escapar el pipí por las noches, un hecho que Ester atribuye a la frustración que sentía el niño que estudiaba mucho en casa, pero llegaba con suspensos. Otro dato: “cuando íbamos a comer decía ‘vamos a cenar’ y a la hora de cenar, ‘vamos a comer’”, recuerda.

“Cuando íbamos a comer decía ‘vamos a cenar’, y a la inversa”

Ester Gimbernat
Madre de un niño de 12 años con dislexia

Palacio explica que este no es un problema de identificación de las palabras o de confusión espacio-tiempo, sino de etiquetaje. “No es un problema de concepto, sino que su dificultad reside en la evocación de las palabras en el momento que se necesitan, a pesar de tener la palabra en su repertorio lingüístico”, afirma la neuropsicóloga, que también es profesora del Máster de dificultades del aprendizaje y trastornos del lenguaje de la UOC.

La carga hereditaria y el vínculo con otros trastornos

La dislexia tiene una fuerte componente hereditario. Se estima que el 40% de los hermanos y entre un 30 y 50% de padres de un niño disléxico también presentaron el trastorno. Los profesionales que tratan a esos niños están hartos de oír en sus consultas expresiones del tipo: “¡Ah! pues lo que le pasa a mi hijo, también me ocurría a mí de pequeño”. Aunque entonces nunca se les llegó a dar un diagnóstico.

En ocasiones, la dislexia conlleva otros trastornos de aprendizaje como la disortografía, que es la dificultad ortográfica; la discalculia, dificultades en el cálculo; la discaligrafía, escribir con letra ilegible, o el trastorno con déficit de atención e hiperactividad. “Son trastornos que pueden ir ligados o no a la dislexia”, explica la psicóloga clínica María Figueras, que reconoce que aunque el fracaso escolar se ha reducido en niños con este trastorno, la etapa escolar es “muy dura” para ellos.

La discalculia es tan común como la dislexia y se calcula que afecta a un 5% de la población infantil

GYI

“Nuestro sistema educativo está basado en la lectura y escritura, la dificultad que tiene un niño disléxico sería comparable a la que tendría alguien que no sabe dibujar y que deba hacer toda la etapa escolar a través del dibujo”, apunta Figueras, que trabaja en el Centre de Diagnòstic i Atenció Psicològica i Psiquiàtrica Bmind de Banyoles. Eso no significa que personas disléxicas no puedan llegar a la universidad.

“La etapa escolar es dura para un niño disléxico ya que el sistema educativo está muy basado en la lectura y escritura”

María Figueras
Psicóloga clínica

Uno de los casos remarcables es el de la investigadora Luz Rello, que en 2015 creó la empresa social Change Dyslexia, que trabaja en la detección precoz y apoyo al tratamiento de la dislexia para reducir las tasas de abandono escolar por ese trastorno. Diagnosticada cuando era pequeña, Rello ha estudiado Lingüística en la Complutense de Madrid, tiene un máster y un doctorado.

Padecer este trastorno tampoco ha impedido llegar lejos a personajes como el piloto de F1 Kimi Raikkonen; la actriz Keira Knightley, la cantante Ruth Lorenzo o el diseñador Javier Mariscal, entre muchos otros.

¿Qué le pasa al cerebro de un disléxico?

En el cerebro de un disléxico no hay ninguna lesión, simplemente hay algunas áreas (en concreto el giro angular y el área supramarginal ubicadas en la parte posterior izquierda del cerebro) que no están tan bien desarrolladas como las demás. Explica la neuropsicóloga Andrea Palacio que, en realidad, en todos nosotros hay unas áreas del cerebro mejor formadas que otras. Eso explica, por ejemplo, por qué algunas personas son buenas o malas en música o deportes. Simplemente porqué durante la gestación, esas áreas se formaron mejor o peor que otras.

La dislexia no está reñida con tener un alto coeficiente intelectual. De hecho, hay disléxicos con altas capacidades. Es lo que le ocurre a uno de los dos hijos disléxicos de Cristina Marsal, vocal de la Asociación de Dislexia de la Provincia de Girona. “Es como un Ferrari que va con el freno de mano puesto”, ejemplifica. En ambos casos, fue la familia quien detectó el trastorno cuando los niños tenían ocho años, y desde entonces ambos acuden a un centro de reeducación de la lectura y escritura. Marsal explica que a base de ejercicios los niños pueden llegar a mejorar, a tener sus propias herramientas para ser autónomos, pero destaca que es un trastorno que no tiene cura: “uno nace y muere con dislexia”.

Algunas dificultades de expresión o al memorizar secuencias pueden dar pistas sobre la dislexia ya en la etapa preescolar

Roser Vilallonga/Archivo

Las familias coinciden al señalar que todavía existe desconocimiento por parte de algunos docentes sobre este trastorno del lenguaje, aunque tienen a su disposición herramientas como protocolos de detección el Prodiscat o el Prodislex que ayudan a detectar si el niño tiene un riesgo elevado, moderado o bajo de sufrir este trastorno.

Míriam Canaleta, madre de un niñode 12 años con dislexia diagnosticado a los nueve años, empezó a sospechar que algo no iba bien cuando en el ciclo inicial al leer, giraba sílabas, se inventaba las palabras largas (solo leía bien la primera sílaba) o leía con muchísima dificultad. Los maestros le dijeron que no se preocupara, que todavía era muy pequeño. “Todavía hay docentes que no saben detectar esos primeros síntomas”, se lamenta.

En tercero seguían esas dificultades, y en un centro privado le explicaron que se trataba de un problema de autoestima e instaron a la madre a ser menos exigente con su hijo. Cambió la iluminación del cuarto, compraron unas gafas, pero nada, la lectura de su hijo Roger seguía siendo muy dificultosa. Hasta cuarto no llegó el diagnóstico final: tenía dislexia y disortografía grave.

Letras que saltan: así lee un niño con dislexia

Míriam recuerda que el niño le decía en ocasiones que las letras le saltaban. Precisamente, este es un aspecto común que sufren los niños con este trastorno. Para que las demás personas se puedan hacer una idea de lo que significa, el desarrollador informático sueco Victor Widell ha creado un página web que simula como leen los niños con dislexia y el esfuerzo que requiere para ellos.

Ahora, tras dos años de reeducación, Roger González ha mejorado mucho en la lectura, aunque menos en ortografía, algo normal en niños disortográficos. “A principio de curso leía 114 palabras por minuto, ahora ya llego a las 151 palabras”, explica el niño, muy autoexigente con él mismo. Reconoce que al principio, antes de poner nombre a lo que le ocurría, “me sentía triste; veía que mis compañeros leían bien y yo me veía diferente a los demás, me sentía tonto”.

En los exámenes puede preguntar a la maestra sobre los enunciados; tiene 15 minutos más que el resto de sus compañeros y por cada cuatro faltas ortográficas cometidas, solo le resta una.

Herramientas útiles para el maestro

Algunas señales en los niños ya pueden poner al maestro sobreaviso, aunque el diagnóstico final no llegue hasta los 8 años. Así, en la etapa infantil, según el protocolo Prodiscat, el tener dificultades al añadir o eliminar un sonido de una palabra para conseguir otra, componer o descomponer palabras por fonemas y sonidos, o clasificar palabras según los sonidos en posición inicial, media o final, así como tener antecedentes familiares con dificultades de lectura y escritura pueden ser indicadores de riesgo.

En ciclo inicial, dificultades para deletrear o acceder al léxico cuando habla; una lectura muy lenta y forzada; invertir, omitir, sustituir o añadir letras cuando lee, son otros de los signos que en esta etapa hay que tener en cuenta. Si el maestro observa algún problema, debe contactar con el Equipo de Atención Psicopedagógica o psicopedagogo del centro, que será quien haga el diagnóstico final. Como en todo, la experiencia del maestro es un grado a la hora de detectar un posible caso de dislexia.

¿Leer en voz alta en clase?

Una vez el niño recibe el diagnóstico de dislexia, el centro tiene permiso para hacerle un plan individualizado que puede incluir orientaciones metodológicas (forma de enseñar) o curriculares (adaptar el contenido). Por ejemplo, darle más tiempo para hacer un examen; que el maestro le lea en voz alta las preguntas para asegurarse de que entiende el enunciado, potenciar los enunciados cortos, sentarle en primera fila o disminuir el peso de la penalización de las faltas de ortografía son algunas de las orientaciones de base que incorporan algunos centros.

¿Qué hacer con la lectura en voz alta? Depende del niño. “Algunos lo pasan muy mal, otros quieren hacerlo. El consejo es que el tutor lo pacte con el niño”, afirma la psicopedagoga y jefa de orientación de Los Maristas de Girona, Salomé Petit,que explica que es de justicia que el niño disléxico pueda tener algunas adaptaciones. “Del mismo modo que a un niño que va en silla de ruedas no se le puede pedir que haga la misma marca que otro que no tiene ese problema, con un niño disléxico es igual, a no ser que esté preparado”, explica Petit. Unas adaptaciones que, según Petit, deben contribuir a no generar frustración en el niño y a evitar el fracaso escolar.

Los planes individualizados deben contar con la firma de los padres y se pueden prolongar durante toda la etapa educativa. Petit explica que los exámenes de selectividad hay un tribunal específico, aunque para optar a él el alumno debe presentar la documentación que demuestre que en los dos últimos años ha trabajado con un plan individualizado.

“Hay niños que se siente fatal leyendo en público, otros quieren hacerlo; que el tutor lo pacte”

Salomé Petit
Psicopedagoga de los Maristas de Girona