Esta es la 25a entrega de 'Después de los 60', la sección de testimonios sénior donde recogemos experiencias vitales en esta etapa de la vida. Nos puedes hacer llegar tu historia a seniors@lavanguardia.es.
Casi un centenar de hombres y mujeres asisten a diario a las clases gratuitas de gimnasia que Bàrbara Martínez da en la playa del Bogatell. “Muchos mayores vienen porque están solos, o porque han enviudado, y en dos semanas les ha cambiado la vida”. Empezó hace 28 años, cuando se jubiló, y hoy se ha convertido ya en un símbolo de la zona y un referente para muchos mayores. El próximo 26 de noviembre recibirá la Medalla de Honor de Barcelona por su dedicación a fomentar la salud de los mayores a través del deporte.
La cita es de lunes a viernes a las diez de la mañana en la playa. Y la rutina de clase es siempre la misma: una hora en la que se realizan 60 ejercicios diez veces cada uno. “Hacemos unas 30 sentadillas y 100 abdominales. Y todos somos señores y señoras mayores. Hay un matrimonio que el marido hace poco que viene y me ha dado las gracias por el cambio. Cuando se levantaba de la silla se tenía que apoyar mucho con los brazos. Ahora lo hace sin problema”.
Muchos mayores vienen porque están solos, o porque han enviudado, y en dos semanas les ha cambiado la vida
Pese a la repetición, los ejercicios —cuenta Bàrbara— son “muy entretenidos” porque los ha bautizado a cada uno con un nombre. “¡Ahora sacamos agua del pozo!, ¡ahora miramos a las gallinas y buscamos el gallo!, ¡hacemos la tijera!”. La gente está contenta y sonríe. “Y claro, aplaudimos si todos lo hacemos bien”.
Los transeúntes paran la mirada cuando ven tantos mayores, todos con ropa deportiva, levantando la pierna a la vez. “Es como una orquesta —explica Bàrbara—. Eso sí, si uno desafina o no lo hace bien, paramos y vuelta a empezar. Lo repetimos tantas veces como sea necesario. Me llaman sargento porque hago entrenamiento un poco militar. Pero tampoco exijo. Si no puedes hacer 20 sentadillas seguidas, haz 10, pero que estén bien hechas”.
Me llaman sargento porque hago entrenamiento un poco militar. Pero tampoco exijo. Si no puedes hacer 20 sentadillas seguidas, haz 10
La norma: nada de ropa oscura
Una norma que sí parece haber instaurado es la prohibición de llevar ropa oscura. “Yo misma no voy de negro porque si te miras en el espejo, la ropa negra te da un aire de tristeza, si ya no eres joven”. Y asegura que cambiar el modo de vestir tiene un poder también sobre cómo te sientes.
Hace unas semanas se le acercó una mujer para decirle que tenía un problema con su madre: el marido había fallecido y la mujer no levantaba cabeza. “Solo iba del sofá a la cama. Y de la cama al sofá. Le dije que viniera un día con su madre, que la trajera a hacer gimnasia. Aquella mujer venía triste y encogida. Le dije que se quitara la ropa negra para hacer deporte, que se pusiera una con la que fuera cómoda y se viera bien. Ahora esta señora me dice ‘me has sacado del pozo, Bàrbara’, pero yo le digo que ha sido ella misma, la que lo ha conseguido. Si vistes un poco alegre, si cambias el color de la ropa… son pequeños pasos para ir saliendo de según qué situaciones”.
Como este, Bàrbara ha visto varios casos. “Es bastante habitual. Cuando ves una mujer que viene por primera vez saliendo de alguna situación complicada, al cabo de quince días ha hecho un cambio que yo misma me digo, pero '¿cómo es posible?' Porque cambiando la ropa, cortándose el pelo... se han puesto más modernas y el estado de ánimo también es mejor”.
También hay hombres, ahora son unos 25. “¡Se nota que van espabilando!” —dice Bàrbara—. Uno de ellos asiste regularmente desde hace 26 años, cuando enviudó. “Y ahora está en la gloria. Se obliga a salir por la mañana para venir y esto ya te cambia el día”. Y esta es seguramente una de las claves. “Cuando nos vamos de aquí, en lugar de estar cansadas, tenemos fuerzas para todo el día. Hay señoras que estaban solas, que no hablaban, y ahora me dicen: ‘Me voy a la cama pensando que mañana tengo que venir a hacer gimnasia’”.
Cuando nos vamos de aquí, en lugar de estar cansadas, tenemos fuerzas para todo el día
La rutina de Bàrbara, la cena de Navidad y Carnaval
Bàrbara no había hecho gimnasia antes de esta etapa. “Durante 33 años estuve trabajando muchísimo con exportadores de cristal. Me encargaba que todo saliera perfecto para que no hubiera reclamaciones. Con 60 años me jubilé, aprendí a ir en bicicleta y fue en un paseo de estos, que en la playa vi a una señora que hacía gimnasia con unas 10 personas. Se llamaba Genoveva. Me propuso unirme al grupo y al cabo de un tiempo ella se retiró y me quedé en el puesto. Me compré algunos libros y me puse a ello”. Y su rutina cambió completamente.
Ahora, de lunes a viernes, Bàrbara se levanta a las 6 de la mañana, se prepara el café y sale al balcón. “Como vivo delante de un mercado siempre hay movimiento. Barro el piso, saco el polvo, dejo lista la cama y voy al baño para arreglarme y vestirme”. Saca el perro y cuando baja las escaleras de su tercero sin ascensor los vecinos ya saben que es ella por el ritmo ágil de los pasos. Coge el autobús sobre las ocho y media para llegar a la playa a las nueve. “Siempre me gusta llegar antes, hago un poco de bicicleta y ejercicios con los aparatos que hay allí y así voy saludando a la gente cuando llega”.
Con 60 años me jubilé, aprendí a ir en bicicleta y fue en un paseo de estos, que en la playa vi a una señora que hacía gimnasia con unas 10 personas
A las 10 en punto se pone al mando de la clase. Cuando dice “empezamos” se hace el silencio. Lleva un altavoz que le regalaron sus alumnas después de hacer una recolecta, así la voz le aguanta mejor. A las 11, después del último ejercicio, recoge y con algunas de las amigas que han surgido a raíz de este grupo, va a tomar una cerveza y compartir ratos de charla. “Ahora estamos ya preparando la cena de Navidad. De momento somos 46 personas apuntadas. Eso sí, les pido 10 euros de paga y señal para que luego no se hagan atrás, y me quede sola con la reserva”, ríe. Lo pasan bien compartiendo también ratos así.
Otro de los momentos cumbre llega en carnaval. “Propongo un tema y la mayoría de los habituales se disfrazan. El primer año fue de Mickey Mouse, otro de ratita presumida, también nos hemos disfrazado de charlestón, Pica-Piedra, y el año pasado el tema fue El lago de los cisnes. ¡Imagínate! Un montón de señoras de 80 años vestidas con tutú. Y luego nos vamos así a comer en algún restaurante. La última vez éramos 40. ¡Fue divertido ver el impacto entre los clientes al entrar al restaurante!”.
Una cita ineludible es la que tiene también cada primer martes de mes, cuando desayuna con 12 o 14 señoras de las que conoce de la playa. Aquel día la sustituye al frente de la clase una compañera, Tina, mientras ellas toman bocadillos de beicon frito con pimientos en un bar de la avenida Icaria donde ya les tienen mesa preparada.
Una dieta sobre la que su doctora, de momento, tiene poco que decir. “La fui a visitar hace tan solo unos días, después de nueve años. Fui yo la que le eché un poco la bronca. Le dije que mis amigas a veces no podían venir a clase porque tenían una analítica o alguna prueba, y que a mí nunca me hacían nada. Me encargó una analítica y salió tan bien que casi me echa de la consulta —nos explica divertida—. Y luego le pregunté: ¿No me das ninguna pastilla para tomarme? Y me dijo ¿qué quieres que te dé? Y me abrió la puerta para que me fuera”.
Las peticiones de Bàrbara a los alcaldes
Pero el poder de este grupo de deportistas senior va más allá de la convocatoria de estas clases. Hace unos meses, el actual alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, sorprendió a Bàrbara con una visita. Y ella aprovechó la oportunidad. “Le pedí que pusieran más bancos en esta zona. La plaza es grande, pero están siempre ocupados. Espero que en las obras que harán ahora aquí —y que obligarán, por cierto, a cambiar la ubicación de las clases durante algún tiempo— los pongan”.
A la anterior alcaldesa, Ada Colau, también le hizo su petición. “Vino a presentar la flota de vehículos de verano, y nosotros estábamos todos ahí. Colau se metió en el grupo. Y cuando terminamos la clase, vino a darme la mano. Me dijo que le había gustado mucho y que volvería. Me preguntó si necesitábamos alguna cosa, y le dije que queríamos unas barras fijas. Nos puso 14”. Otro de sus logros es conseguir que dejen los baños de la zona abiertos todo el año, pese a que la oficina de la Guardia Urbana y el punto de información cierran cuando termina la temporada de playas.
Colau se metió en el grupo. Y cuando terminamos la clase, vino a darme la mano. Me dijo que le había gustado mucho y que volvería
El próximo 26 de noviembre recibirá la Medalla de Honor de la ciudad, gracias a su trabajo diario y al impulso de su amiga Beatriz para que le dieran este reconocimiento. “El ayuntamiento me lo notificó a través de una carta y todavía tiemblo! Yo, que nunca paro de hablar, no sé todavía cómo daré las gracias”.
Historias séniors
‘Después de los 60’
En La Vanguardia queremos recoger tu historia sénior. ¿Has cambiado de vida a los 60 y tantos?
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¿Has empezado a estudiar un idioma o a tocar un instrumento?
Queremos escuchar tu vivencia a partir de los 60 años. Nos puedes hacer llegar tu experiencia a seniors@lavanguardia.es. En él, además de tu explicación, debes hacer constar nombre, edad y teléfono de contacto. Seleccionaremos los testimonios más interesantes para publicarlos en Longevity.