Como padre o madre es inevitable plantearse ayudar económicamente a los hijos, sobre todo cuando pasan por un mal momento. Según la investigación Herencias en la sociedad digital. La gestión familiar de las transferencias intergeneracionales y el patrimonio en la España del siglo XXI, dirigida por el catedrático de Sociología de la Universidad de Málaga Luis Ayuso, un 37% de los padres mayores de 60 años habían ayudado a sus descendientes en el último año, cubriendo gastos cotidianos como la compra, la luz, el agua o pagos imprevistos.
A veces, la mejor de las intenciones puede acabar en un escenario no tan bueno. Padres e hijos pueden quedarse atrapados en una maraña de impuestos e intereses que no entraban en los cálculos iniciales. También a nivel emocional pueden surgir problemas importantes, ya que si bien en algunos casos la ayuda favorece la relación familiar, en otros, lleva a discusiones y reproches.
Los séniors dan más ayuda de la que recibieron
La forma en que concebimos la familia en España, hace que sigamos manteniendo redes informales de apoyo, también en lo económico. Del trabajo citado, financiado por la Fundación BBVA, se extrae que el 58% de los encuestados tienen la percepción de que han ayudado más a sus hijos de lo que en su momento les ayudaron a ellos sus padres. Y, aunque es natural que los padres comparen su situación con la de sus hijos adultos, también es cierto que el contexto global ha cambiado significativamente.
La psicóloga y psicoterapeuta Mia Hungría, con consulta en Barcelona, opina que este cambio en el panorama puede atribuirse a otros factores como “la precariedad laboral y los altos costos de la vivienda, que dificultan la independencia financiera de los jóvenes; los cambios en las expectativas educativas, que han prolongado los años de estudio, retrasando la entrada al mercado laboral y también un cambio respecto a la percepción de la independencia: tanto padres como hijos valoran más el tiempo juntos y los padres están más dispuestos a apoyar a sus hijos adultos”.
Hay un cambio respecto a la percepción de la independencia: tanto padres como hijos valoran más el tiempo juntos
En su consulta, la experta observa que muchos séniors quieren ayudarlos, proporcionándoles una mensualidad para cubrir gastos básicos, mientras que otros prefieren dejarles una propiedad o inversiones, pagar deudas, financiar estudios adicionales, apoyar en el inicio de negocios, etc., o lo que asegure una estabilidad a largo plazo. “Estas ayudas no se limitan a los padres mayores de 60 años, aunque son más comunes a partir de esta franja, ya que pueden tener más ahorros o bienes acumulados”, matiza.
Las ganas de ayudar vs. el bienestar de los padres
Ya desde la crisis de 2008 y la pandemia, una idea que resuena en estudios e informes es que las nuevas generaciones vivirán peor que sus padres. “La de los séniors es una generación comparativamente más rica que las más jóvenes, pero a la vez, más longeva”, tal y como señala la divulgadora financiera Natalia de Santiago, quien añade que, “como van a vivir más, tienen que estirar más esos ahorros durante muchos más años para poder vivir ellos”.
Ayudar a los hijos quizá suponga que se vayan gastando lo único que han ido guardando como “colchón” a lo largo de su vida. Autora de varios libros de educación financiera, afirma que el hecho de que vivan más puede conllevar enfermedades crónicas, que requieren cuidados, que los hijos (ya lo estamos viendo) no van a poder o van a tener dificultades de costear. La reflexión, entonces, es que “está muy bien ayudar a los hijos, cuando se pueda, pero no en detrimento de sus últimos años en los que, a lo mejor, requieren unos desembolsos extras. Se trata de encontrar el equilibrio entre ayudar a los hijos, pero sin perjudicar el bienestar económico y emocional de los padres”, afirma De Santiago.
Se trata de encontrar el equilibrio entre ayudar a los hijos, pero sin perjudicar el bienestar económico y emocional de los padres
En caso de querer ayudar económicamente a los hijos, es importante tener un plan, una comunicación abierta sobre las expectativas y límites, además de establecer acuerdos claros. La psicóloga Hungría acota que puede ocurrir que el hecho de ayudar fortalezca la relación entre padres e hijos, al demostrar apoyo y solidaridad, pero también que genere tensiones, si no se maneja adecuadamente. “Los padres pueden sentirse explotados o los hijos sentirse controlados y amenazados”.
El momento de empezar a ayudar puede ser cuando los hijos enfrentan dificultades imprevistas, y el de dejar de hacerlo, cuando los hijos alcancen una estabilidad suficiente para manejar sus finanzas de manera independiente o cuando la ayuda comienza a afectar negativamente a la seguridad financiera de los padres.
Algunas vías de ayuda económica de padres a hijos
Donación: la herencia en vida
Donar a los hijos en vida lo que les correspondería por herencia no sale gratis, ni para quien hace la donación ni para quien la recibe. Todo dependerá de qué se done y dónde se haga, ya que están sujetas al Impuesto de Sucesiones y Donaciones, cedido a la competencia de cada comunidad autónoma. Por eso es recomendable informarse bien acerca de cuáles son los requisitos de cada lugar de residencia. En algunas autonomías, existen, incluso, bonificaciones fiscales.
Por lo general, en España, el donatario (quien recibe el dinero o el bien), debe pagar el impuesto de sucesiones y donaciones. Si se trata de un inmueble urbano (vivienda, local comercial, garaje,…), además, debe abonar el impuesto de plusvalía municipal. Cuando se donan bienes que no son inmuebles, como dinero en efectivo, en la mayoría de las comunidades en las que existe bonificación fiscal, quien recibe la donación debe declarar el impuesto, mientras que en el caso de donación de acciones, fondos de inversión o inmuebles, si estos generan ganancias, quien realiza la donación deberá tributar en el IRPF.
La donación tiene que presentarse dentro del plazo legal (unos 30 días hábiles desde el día de la donación) y formalizarse en escritura pública. Si bien Hacienda solo exige a las entidades bancarias informar acerca de los movimientos bancarios superiores a 3.000 €, esto no exime de autoliquidar el impuesto de sucesiones y donaciones por cantidades inferiores.
La abogada Adriana Auset, especializada en derecho de familia, señala que “algunos padres deciden donar, pensando en que los hijos se ahorren pagos por impuestos de sucesiones en el futuro”. Pero, no siempre será así, ya que. “Hay que pensar que, en el futuro, las leyes impositivas o fiscales sobre sucesiones pueden cambiar”. Por otra parte, la experta desaconseja que “los padres se queden sin su patrimonio, puesto que si donan una propiedad, por ejemplo, podrán seguir utilizándola para vivir, pero no podrán venderla en caso de necesidad”. Además, en caso de donar a un solo hijo, deberán compensar posteriormente en la herencia legítima de los demás hijos.
Préstamo o aval
Algunos padres optan por pedir un préstamo a su nombre, cuando a los hijos les hace falta una cantidad considerable. “Es una fórmula válida, pero no falta de riesgos, ya que implica a los padres hacer frente a un gasto más cada mes, para ir pagando puntualmente el préstamo”, advierte la abogada.
En caso de que sean los hijos quienes piden el préstamo y los padres sus avales (muy habitual en hipotecas), estos deben tener en cuenta que responderán con sus bienes en caso de impago de sus descendientes. “Avalar no es lo mismo que prestar el dinero”, sostiene De Santiago. “Cuando das un dinero, se sabe cuál es la cantidad que se está dando, y la responsabilidad se limita a ese monto; lo peor que puede pasar es no recuperar ese dinero. Sin embargo, cuando se avala un préstamo o la entrada o compra de una casa, por ejemplo, se carga con el peso total de esa deuda y podemos tener que hacer frente a la totalidad de una hipoteca con nuestra casa y nuestros bienes”. Avalar es algo que, a veces, se hace a la ligera, pero que se debe conocer muy bien y saber cuáles son las condiciones. “Podría pasar que un padre perdiera su casa, por avalar a un hijo”, dice la divulgadora financiera.
Préstamo entre particulares: sin intereses pero con un plazo
Otra forma posible es un préstamo entre particulares, que es como un préstamo bancario, solo que sin intereses y que se podría llevar a cabo entre padres e hijos, como dos particulares. Estos establecen las condiciones del contrato como el interés 0%, así como un plazo razonable de devolución del préstamo, que puede ser mensual (lo más habitual), trimestral o semestral. No es que se deje la fecha a pagar cuando sea, sino que se establece desde el principio.
La ventaja de firmar un préstamo entre particulares es, principalmente, que no habrá que pagar intereses ni tampoco impuestos, ya que, a diferencia de las donaciones, los préstamos entre particulares no tributan, aunque sigue siendo necesario informar a Hacienda y formalizarlo en escritura pública.
Asumir algunos gastos: una ayuda informal que no tributa
Natalia de Santiago comenta que hacerse cargo de los estudios de los nietos, de la compra semanal o mensual, los gastos de la comunidad de vecinos, o de la cuenta de la luz y el gas, es una ayuda posible, puntual y libre de impuestos e intereses, aunque pueda convertirse en periódica durante mucho tiempo. No obstante, parece ser una fórmula fácil y factible y más segura para todos. “Mientras domicilies ese gasto a tu cuenta, te haces cargo de él, y no figura ni como préstamo de ningún tipo ni tampoco como una donación, por lo que no tienes obligación de tributar nada por esa ayuda”.