Pese a la creciente conciencia sobre los peligros del tabaco, el cáncer de pulmón sigue siendo el más diagnosticado a nivel mundial y la principal causa de muertes por cáncer. Se prevé que la incidencia aumente en los próximos 20 años, especialmente entre las mujeres, debido al mayor consumo de tabaco en este grupo desde los años 70. Aunque los avances terapéuticos han mejorado los resultados de supervivencia, el tratamiento y sus consecuencias siguen siendo duros.
El 90% de los casos de cáncer de pulmón están relacionados con el tabaco. En el humo del cigarrillo se han encontrado más de 4.000 sustancias nocivas, 60 de ellas probablemente cancerígenas. La doctora Noemí Reguart, oncóloga del Hospital Clínic Barcelona, alerta sobre el peligro del tabaco: “El riesgo de padecer un cáncer de pulmón aumenta hasta un 30%-40% de veces más en la gente fumadora, tanto como si es activa como pasiva”. Por eso, la prevención es la principal solución.
El riesgo de padecer un cáncer de pulmón aumenta hasta un 30%-40% de veces más en la gente fumadora, tanto como si es activa como pasiva
Los síntomas suelen aparecer cuando la enfermedad ya se ha extendido más allá del pulmón. De hecho, la mayoría de los casos se diagnostican en etapas avanzadas, lo que hace que el pronóstico sea poco favorable. Los síntomas principales incluyen tos persistente o diferente a lo habitual, dificultad para respirar, sangre en el esputo y dolor en el tórax o el hombro, especialmente cuando el tumor se ha extendido. También pueden aparecer problemas en la voz, pérdida de apetito y de peso, cansancio, dolores óseos, dolor de cabeza y vómitos. A veces, estos síntomas pueden estar relacionados con otras enfermedades benignas. Ante la duda, es importante consultar a un profesional sanitario.
El tratamiento dependerá del tipo de cáncer de pulmón y del estadio en el que se encuentre. La clasificación según el tipo de células que originan la enfermedad es un paso imprescindible para determinar el tratamiento. El primer tipo es el carcinoma de pulmón de células pequeñas, o microcítico, que representa entre el 15% y el 20% de los casos. Es un tipo de cáncer muy agresivo que crece rápidamente y tiene una alta probabilidad de propagarse a otras partes del cuerpo, incluso al cerebro. El otro tipo, el más común, es el carcinoma de pulmón de células no pequeñas, o no microcítico. Este se divide en tres subtipos: adenocarcinoma, que afecta a las zonas más periféricas del pulmón; carcinoma escamoso, que tiende a crecer de forma central; y carcinoma de células grandes, caracterizado por el gran tamaño de las células.
El tratamiento con mayores posibilidades de curación es la cirugía, indicada para pacientes en etapas precoces y con buen estado de salud general. Dependiendo del caso, se pueden realizar diferentes tipos de intervención: una lobectomía, que consiste en extirpar el lóbulo pulmonar que contiene el tumor; una neumonectomía, que implica la extirpación de todo el pulmón; una segmenectomía, cuando el tumor está en una zona periférica y solo es necesario extirpar el segmento afectado; o una resección sublobar atípica, en la que se extirpa una parte del lóbulo pulmonar afectado. Aunque es un tratamiento muy eficaz, como cualquier cirugía, conlleva riesgos y posibles complicaciones.
El tratamiento quirúrgico puede conllevar riesgos como infecciones, acumulación de aire entre el pulmón y la pared torácica, lo que podría causar el colapso del pulmón, sangrado, filtración de aire o líquido debido a una abertura entre un bronquio y la cavidad pleural, o acumulación de pus en el tórax. Tras la intervención, algunos pacientes notan cierta dificultad para respirar, aunque generalmente mejora con el tiempo. Una vez en casa, se recomienda contactar al equipo sanitario si aparecen síntomas como fiebre, escalofríos, enrojecimiento, hinchazón, sangrado, aumento del dolor en la incisión, dificultad para respirar, dolor de pecho, irritación, tos, ansiedad o esputo anormal.
El cáncer de pulmón se puede curar, o se puede cronificar
La cirugía a menudo se combina con otros tratamientos. La quimioterapia es uno de los más comunes, y funciona inhibiendo el crecimiento de las células, tanto las tumorales como las sanas. También existe la inmunoterapia, una opción innovadora que estimula la respuesta inmunitaria del paciente para destruir el tumor. Otra opción es la terapia oral, que bloquea el crecimiento de ciertos tumores con unas características genéticas específicas. Por último, la radioterapia, que utiliza rayos X de alta energía para destruir las células cancerosas.
Diversos estudios han demostrado que el tratamiento paliativo, que alivia síntomas como el dolor y la angustia emocional y espiritual, no solo mejora la calidad de vida en los pacientes con cáncer avanzado, sino que también puede prolongar su vida. Según la doctora Reguart, “el cáncer de pulmón se puede curar, o se puede cronificar” con los tratamientos adecuados. A pesar de esto, el cáncer de pulmón sigue siendo una enfermedad dura, también debido a los efectos secundarios del tratamiento. La identificación precoz y la prevención pueden ayudar a mejorar los síntomas. Aunque la investigación sigue avanzando, lo más importante sigue siendo la prevención.