Con la llegada de diciembre y el descenso de las temperaturas, aumentan los resfriados y otras enfermedades respiratorias virales, como la gripe, causada por los virus de la influenza. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), entre el 10% y el 20% de la población mundial se infecta cada año. Además, se estima que la gripe provoca entre 250.000 y 500.000 muertes anuales debido a infecciones respiratorias directamente relacionadas con el virus. El período de circulación del virus va de noviembre a marzo, aunque también puede registrarse casos desde octubre hasta finales de abril.
Aunque tanto el resfriado común como la gripe son causados por virus respiratorios, son condiciones distintas. Gemina Santana, enfermera del Hospital Clínic Barcelona, explica: “A diferencia de la gripe, el resfriado no se suele tener fiebre, y los dolores generalizados son menos frecuentes”. La gripe, en cambio, se presenta de forma repentina con fiebre alta, dolores musculares intensos, dolor de cabeza, congestión nasal e incluso dificultad para respirar. Las áreas más afectadas son la nariz, la garganta, los bronquios y, en algunos casos, los pulmones.
A diferencia de la gripe, el resfriado no se suele tener fiebre, y los dolores generalizados son menos frecuentes
Existen tres variantes del virus de la influenza, y por tanto de la gripe: A, B y C. Los tipos A y B son los responsables de producir epidemias; el tipo A suele provocar epidemias más graves, mientras que el tipo B genera brotes más focalizados. En cambio, el tipo C causa infecciones leves, con pocos síntomas, y se detecta con menor frecuencia. Las personas con mayor riesgo de infectarse y desarrollar complicaciones son las mujeres embarazadas, los niños menores de cinco años, las personas mayores de 65 años años, y las personas con el sistema inmunológico comprometido o con enfermedades preexistentes. La transmisión del virus es muy sencilla, ya que se propaga a través de gotas que se emiten al toser, estornudar o hablar.
La infección se transmite de persona a persona cuando estas gotas alcanzan la boca, la nariz o los ojos de otra persona, o cuando sus manos entran en contacto con superficies contaminadas con por estas gotas. Si las manos contaminadas tocan los ojos, la nariz o la boca, se produce una infección indirecta. Una persona adulta puede contagiar el virus desde un día antes del comienzo de los síntomas y hasta tres o siete días después. Por eso, es esencial extremar las medidas de prevención para evitar el contagio. Lavarse las manos con frecuencia, usar pañuelos desechables y cubrirse la boca al estornudar son prácticas básicas.
La medida de prevención más eficaz es la vacunación anual, ya que reduce entre un 40% y un 60% el riesgo de infección. Además, en caso de contraer el virus, los síntomas suelen ser más leves. Este tipo de vacuna se administra cada año debido a la alta variabilidad del virus, lo que obliga a actualizar su composición para adaptarse a las nuevas cepas. Los expertos recomiendan vacunarse antes del inicio de la temporada de gripe, ya que el organismo necesita tiempo para generar una respuesta inmunitaria eficaz. “Desde el momento en el que te vacunas, hacen falta mínimo 15 días para que puedas hacer una respuesta inmunitaria”, explica el Doctor Antoni Trilla, epidemiólogo del Hospital Clínic Barcelona.
La vacunación se recomienda especialmente a los colectivos más vulnerables, como las personas mayores de 60 años, las personas con enfermedades crónicas, las mujeres embarazadas, los niños prematuros, los niños y adolescentes con tratamiento prolongado con ácido acetilsalicílico y las personas institucionalizadas de forma prolongada. También es fundamental que se vacunen quienes conviven con estos grupos, como el personal sanitario, los empleados de instituciones geriátricas, las personas que proporcionan cuidados domiciliarios y los estudiantes en prácticas en entornos asistenciales.
Una gripe que no se complica, se trata en casa. No hay tratamiento propiamente
Las personas infectadas o que sospechen estarlo pueden contribuir a frenar la propagación del virus. Es fundamental que quienes tengan tos cubran boca y nariz al toser o estornudar, utilizando pañuelos de un solo uso y desechándolos inmediatamente en una papelera. También es importante lavarse las manos con agua y jabón o usar gel hidroalcohólico después de estornudar o de entrar en contacto con secreciones respiratorias. También se debe evitar tocar los ojos y la nariz con las manos sin desinfectar, ya que son vías comunes de transmisión. En caso de visitar un centro de atención sanitaria, es esencial llevar mascarilla quirúrgica.
En general, la fiebre provocada por la gripe dura entre dos y tres días, mientras que la sensación de cansancio puede prolongarse hasta dos semanas. La doctora Anna Llupià, médica especialista en Medicina Preventiva y Epidemiología del Hospital Clínic Barcelona, explica que no hay un remedio concreto para curar la gripe y que “una gripe que no se complica, se trata en casa”. En ese sentido, añade que “lo que el cuerpo te pide es hacer reposo, una dieta equilibrada y estar bien hidratado”. En los casos más severos, se puede recurrir a antivirales, pero nunca a antibióticos. La gripe la causa un virus, y no una bacteria.