¿Cómo actuar ante una crisis epiléptica?

Epilepsia

Aunque a veces se puede intuir la llegada de una crisis, la mayoría de los casos son impredecibles

Los nuevos fármacos han mejorado la calidad de vida de estos pacientes

Los nuevos fármacos han mejorado la calidad de vida de las personas con epilepsia. 

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La epilepsia es un trastorno neurológico que puede alterar ciertos aspectos de la vida diaria, pero en la mayoría de casos no supone un impedimento para mantener una rutina. Isabel Manzanares, enfermera del Hospital Clínic Barcelona, explica que “una persona con epilepsia puede llevar un estilo de vida perfectamente normal, siempre dependiendo de las crisis que tenga y de su frecuencia”. Actualmente, alrededor de 50 millones de personas en el mundo conviven con esta enfermedad, adaptándose a ella de distintas maneras. Sin embargo, con el tratamiento adecuado y siguiendo las recomendaciones de los profesionales de la salud, es posible controlarla y reducir su impacto en el día a día.

La epilepsia es un trastorno causado por una alteración en la actividad eléctrica del cerebro, que provoca síntomas repentinos y transitorios en la percepción, el comportamiento y la movilidad. Estas manifestaciones, conocidas como crisis epilépticas, pueden incluir una amplia variedad de síntomas. Durante una crisis, el paciente puede experimentar miedo, náuseas, hormigueo y percepción de luces, colores, formas, olores y sonidos anómalos. También pueden aparecer automatismos, rigidez, sacudidas musculares, convulsiones, confusión y problemas para hablar. En algunos casos, la crisis acaba con la pérdida de conocimiento.

Con el tratamiento médico, se controlan adecuadamente las crisis en un 70% de los pacientes

Doctora Mar CarreñoNeuróloga del Hospital Clínic Barcelona

Cuando se confirma el diagnóstico de epilepsia, es esencial iniciar un tratamiento personalizado que garantice un pronóstico favorable. Este tratamiento comienza con la adopción de hábitos de vida saludables, como limitar el consumo de alcohol y bebidas energéticas, practicar ejercicio físico de manera regular y mantener un horario de sueño de entre 7 y 9 horas diarias. La epilepsia también puede generar un impacto psicológico y social significativo, favoreciendo la pasividad y la baja autoestima. Para gestionar estas consecuencias, que suelen ser discapacitantes, la intervención psicológica puede ser de gran ayuda.

El tratamiento farmacológico es clave para controlar las crisis epilépticas. “Con el tratamiento médico, las crisis se controlan adecuadamente en un 70% de los pacientes”, asegura la doctora Mar Carreño, neuróloga del Hospital Clínic Barcelona. La elección del fármaco antiepiléptico, o la combinación de varios, dependerá del tipo de crisis y de las características de cada paciente. En caso de que las crisis no puedan controlarse con fármacos, se considera epilepsia farmacorresistente y se evalúa si el paciente es candidato a tratamientos quirúrgicos, como la extirpación de la zona cerebral donde se originan las crisis, o a nuevas terapias, como la termocoagulación, la termoterapia o la neuroestimulación.

En ocasiones, los propios pacientes pueden intuir que se va a producir una crisis. Fran Gil, neurólogo del Hospital Clínic Barcelona, señala que esto es fundamental, especialmente para el diagnóstico: “Es importante describir si hay algún síntoma que anuncie que va a venir una crisis”. Sin embargo, en la mayoría de los casos, las crisis son impredecibles. Por ello, tanto el paciente como su entorno deben saber cómo actuar para minimizar los riesgos. Lo más importante es mantener la calma, tranquilizar al paciente y asegurarse de que esté cómodo, así como retirar los objetos peligrosos que se encuentren cerca. No se debe sujetar al paciente con fuerza, ya que esto podría causarle lesiones y aumentar su confusión y agitación.

En el diagnóstico es importante describir si hay algún síntoma que anuncie que va a venir una crisis

Doctor Fran GilNeurólogo del Hospital Clínic Barcelona

Otra cuestión fundamental al acompañar a una persona con una crisis epiléptica es prestar atención a la duración: cronometrarla desde el inicio hasta el final, anotar cuánto ha tardado la persona en recuperarse y pedir ayuda si dura más de lo habitual. También es importante vigilar la respiración. Si la persona está tumbada, colocarla de lado ayudará a facilitar la respiración y evitará que la saliva se acumule en la boca o las vías respiratorias. Durante una crisis convulsiva, es normal que el paciente deje de respirar momentáneamente por la contracción de los músculos, pero la respiración se restablece una vez que finaliza esta fase. Bajo ningún concepto se debe ofrecer agua, comida o medicamentos hasta que la persona esté completamente recuperada.

El riesgo de experimentar nuevas crisis es significativamente mayor cuando su origen está relacionado con una lesión estructural del cerebro o a causas genéticas, en comparación con las crisis provocadas por factores externos. Aunque puede haber complicaciones agudas, no son muy comunes. Los efectos cognitivos o conductuales de carácter crónico también son poco frecuentes, aunque en casos de epilepsias graves pueden surgir alteraciones focales, como déficits selectivos en memoria visual o verbal, así como ansiedad y depresión. Sin embargo, estos casos pueden prevenirse siguiendo el tratamiento adecuado y las recomendaciones de los profesionales de la salud. De hecho, entre un 60% y un 80% de los pacientes logran estar libres de crisis durante cinco años.

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