Las enfermedades autoinmunes son de las más curiosas que existen. En ellas, el sistema inmunológico, encargado de proteger el cuerpo de virus, bacterias y otras sustancias potencialmente peligrosas, identifica como amenazas a las propias células del organismo y activa su respuesta defensiva para eliminarlas. Esto provoca inflamación y daño en los tejidos. Un ejemplo es el lupus, una enfermedad autoinmune crónica que puede dañar órganos sanos como el corazón, los pulmones, los riñones, la piel e, incluso, el cerebro.
“Lo que tiene de especial el lupus es que las defensas pueden atacar a cualquier parte del organismo”, explica Ricard Cervera, internista del Hospital Clínic Barcelona. Aunque existen varios factores, tanto hormonales como ambientales, que pueden influir en la aparición de esta enfermedad, un estudio de la Universidad Nacional Australiana sugiere que un gen particular, el TLR7, juega un papel importante. De hecho, el 90% de las personas afectadas por lupus son mujeres, ya que este gen se encuentra en el cromosoma X —las mujeres tienen dos copias, y los hombres solo una—.
Lo que tiene de especial el lupus es que las defensas pueden atacar a cualquier parte del organismo
Existen distintos tipos de lupus, pero el más común es el Lupus Eritematoso Sistémico (LES). El término “sistémico” hace referencia a su capacidad de afectar diversos órganos, aunque en la mitad de los casos, la enfermedad se limita a la piel y las articulaciones. Su diagnóstico puede ser complicado, ya que las manifestaciones clínicas varían de un paciente a otro y sus síntomas pueden confundirse con los de otras enfermedades. También existen otros tipos de lupus: el lupus cutáneo, que solo afecta a la piel —con erupciones en la cara, las piernas o los brazos—; el lupus medicamentoso, que es una reacción adversa a ciertos fármacos; y el lupus neonatal, que afecta a los recién nacidos.
Los síntomas del lupus pueden aparecer y desaparecer en forma de brotes, que pueden ser leves o graves en función de su intensidad y duración. Neus Guasch, enfermera del Hospital Clínic Barcelona, explica que esta enfermedad “se manifiesta con muchas caras, que muchas no son visibles, pero que son muy diferentes entre ellas”. Los síntomas provienen tanto de la inflamación generalizada como de las complicaciones derivadas de la afectación de los distintos órganos y aparatos. Las molestias más comunes suelen ser similares a las de una gripe e incluyen fiebre, fatiga, pérdida de peso, así como dolores de cabeza, musculares y articulares.
Además, pueden aparecer lesiones cutáneas no específicas, como caída del pelo, urticaria o alopecia. Cuando el lupus afecta al corazón o los pulmones, suele hacerlo en las membranas de revestimiento, lo que provoca dolor en el tórax y, en ocasiones, fiebre. Si afecta a los riñones, puede desencadenar la llamada nefritis lúpica, que afecta a su función. En cuanto a las manifestaciones digestivas y hepáticas, son comunes las úlceras orales, las náuseas y los vómitos. El lupus también puede causar anemia hemolítica, leucopenia, linfopenia y trombocitopenia. En las manifestaciones oculares, aunque no suele haber pérdida de visión, puede presentarse conjuntivitis o sequedad ocular.
Algunos de estos síntomas pueden derivar en complicaciones crónicas, ya que el daño orgánico puede ser irreversible. Las más comunes son la osteoporosis, la necrosis avascular, la arteriosclerosis y la insuficiencia renal crónica. También existen otras complicaciones menos graves, pero que pueden afectar a la calidad de vida, como el aspecto cushingoide (cara de luna llena), el aumento de peso y las estrías. Por este motivo, es fundamental realizar un seguimiento adecuado de la enfermedad y seguir el tratamiento al pie de la letra. Neus Guasch, enfermera del Hospital Clínic Barcelona, subraya: “Es muy importante reconocer las señales de alarma, que nos pueden predecir que vamos a tener un brote, porque nos puede ayudar a que el brote no se produzca”.
Es muy importante reconocer las señales de alarma, que nos pueden predecir que vamos a tener un brote, porque nos puede ayudar a que el brote no se produzca
También es fundamental acudir al médico si se presenta sangre al vomitar o en las heces, dolor abdominal severo, dolor en el pecho, convulsiones, fiebre inusual, exceso de hematomas o sangrado, confusión o cambios de humor, o la combinación de dolor de cabeza con rigidez en el cuello y fiebre. Aunque no existe un tratamiento curativo para el lupus, es posible controlarlo. Realizar actividades físicas como caminar, nadar o montar en bicicleta, seguir una alimentación equilibrada y evitar el consumo de tabaco o alcohol puede ser muy beneficioso. Además, es esencial evitar la exposición solar. Como explica el internista Ricard Cervera, “el sol es el enemigo número uno de los pacientes con lupus, porque les puede desencadenar la enfermedad o brotes a lo largo de su evolución”.
En cuanto al tratamiento farmacológico, lo más común es abordar los síntomas con analgésicos y antiinflamatorios, antimaláricos, corticoides, inmunosupresores o terapias biológicas. Además, se recomienda realizar ejercicio moderado, dormir entre 7 u 8 horas al día, y, sobre todo, tener apoyo social y emocional. “Hay que hacer partícipes de la enfermedad a amigos y familiares para que entiendan que el lupus es muy impredecible, y que un día estás bien, pero otro no puedes con tu alma”, apunta Neus Guasch.