Mosaicos de vidrio que imitan el juego de luces del sol atravesando la copa de un árbol. Pasamanos de madera que se doblan como si fueran una raíz surcando el suelo. Columnas que imitan patas de animales y marquesinas que parecen un jardín de enredaderas. El modernismo es naturaleza desbordando en cada detalle.
Este estilo artístico apareció en Europa a finales del siglo XIX. Fue una reacción al arte que existía hasta entonces, condicionado por unas normas estéticas y una tradición histórica que limitaban los temas de las obras y la forma de realizarlas. En España, especialmente en Catalunya, esta nueva tendencia se llamó modernismo; en Francia se conocía como art nouveau y en Alemania era el Jugendstil.
Los autores modernistas se inspiraban en la naturaleza: igual que las plantas y los árboles, modelaban sus creaciones de una manera natural y harmoniosa. Las obras modernistas tenían formas redondeadas y orgánicas y utilizaban materiales poco comunes en el arte como la madera, el hierro forjado, el vidrio o la cerámica.
Los diseñadores más conservadores fueron muy críticos con el modernismo, que consideraban desordenado y poco serio. Sin embargo, una parte de la clase burguesa más adinerada vio el nuevo estilo como una forma de distinguirse del resto y apostó por los nuevos artistas y sus creaciones.
Algunas de las obras modernistas más conocidas son La Pedrera o la Casa Batlló en el paseo de Gracia de Barcelona, las marquesinas art nouveau del metro de París o los carteles promocionales, en los que suele aparecer una figura femenina rodeada de elementos naturales.
El Día Mundial del Modernismo se celebra cada 10 de junio para recordar los orígenes y el legado de este movimiento artístico. La fecha conmemora la muerte de dos grandes arquitectos modernistas: el húngaro Odon Lechner, que falleció el 10 de junio de 1914, y el catalán Antoni Gaudí, que murió el 10 de junio de 1926.
La Sagrada Familia, icono del modernismo
Antoni Gaudí es el máximo exponente del modernismo catalán y su obra más conocida es la Sagrada Familia, una basílica católica que se ha convertido en el monumento más visitado de España y es Patrimonio de la Humanidad.
Las fachadas del edificio muestran diferentes momentos de la vida de Jesús y las torres representan a diferentes personajes de la Biblia: apóstoles, evangelistas, la Virgen María y Jesucristo. La torre más alta medirá 172 metros de altura y convertirá la Sagrada Familia en la iglesia más alta del mundo.
A pesar de ser un edificio religioso, la imagen de la naturaleza está muy presente en la estructura. Las columnas en el pórtico recuerdan el tronco de las secuoyas y en el interior del templo se dividen como las ramas de un árbol. En muchos rincones, la piedra esculpida crea la ilusión de que las hojas y vegetación cubren las paredes. Los arcos y estructuras redondeadas y las escaleras de caracol son otro guiño a la naturaleza.
La Sagrada Familia empezó a construirse en 1882 y todavía no está acabada. Gaudí, que era muy creyente, quería que las obras se pagaran exclusivamente con donaciones de caridad, por lo que la construcción avanzaba lentamente. La muerte accidental del arquitecto, atropellado por un tranvía en 1926, y la quema de los planos y maquetas durante la Guerra Civil española (1936-39) detuvieron la construcción durante años.
En la década de 1950 se retomaron las obras siguiendo los bocetos y fotografías publicados en algunos documentos, pero nunca veremos la Sagrada Familia que Gaudí imaginó. Se prevé que las obras finalicen en 2026, coincidiendo con el centenario de su muerte.
Arte en lo cotidiano
El modernismo fue más allá del lienzo y se aplicó sobre todo en el diseño de arquitectura, mobiliario e incluso en los espacios públicos. En estos ámbitos, los modernistas podían dar rienda suelta a su imaginación con nuevas técnicas de artesanía como los vitrales de colores, los mosaicos de cerámica o las estructuras de hierro forjado.
Así, las casas modernistas estaban llenas de detalles que sumergían al visitante en el nuevo estilo: picaportes que se adaptaban a la forma de la mano, mirillas que imitaban la vegetación, sillas y mesas con formas orgánicas (como si estuvieran a punto de crecer o empezar a moverse), puertas que recuerdan la entrada de una cueva… Además de cuidar la estética, estos elementos también tenían una función práctica.
El estilo modernista caló en otras artes como el interiorismo (luces, espejos, objetos decorativos), la escultura o el diseño de joyas. También tuvo mucha repercusión en el diseño gráfico y de carteles, que anunciaban la llegada de una nueva era más moderna.
Tras la aparición del modernismo, durante el siglo XX surgieron otros movimientos que también cuestionaron las normas estéticas y revolucionaron el panorama artístico: expresionismo, movimiento Bauhaus, art déco, surrealismo…