Los periodistas españoles David Beriáin y Roberto Fraile fueron asesinados el lunes en Burkina Faso, al noroeste de África, donde rodaban un documental sobre la caza furtiva. El gobierno burkinés ha informado de que el ataque fue cometido por terroristas, aunque no se ha confirmado a qué grupo pertenecen.
El activista irlandés Rory Young, fundador de la ONG Chengeta Wildlife para la preservación de la naturaleza, viajaba con los dos periodistas y también murió en el ataque. Los tres iban acompañados por un guarda de seguridad burkinés que todavía no ha sido localizado.
Beriáin y Fraile habían viajado hasta África para grabar un documental sobre la caza ilegal de especies protegidas. Fueron secuestrados cuando se encontraban cerca de la reserva natural de Pama, una de las zonas más populares para realizar safaris.
David Beriáin había viajado por todo el mundo para escribir reportajes en zonas de conflicto, como la violencia de las maras en El Salvador, los combates de las FARC en Colombia o la guerra de Irak.
También tenía su propia productora, 93 metros, con la que realizó varios documentales de denuncia social con temáticas muy diferentes: desde la caza furtiva hasta el expolio arqueológico, pasando por un retrato de los bomberos que arriesgan su vida para apagar incendios o el testimonio de Juan Balderas en el corredor de la muerte de Estados Unidos.
Roberto Fraile participó como cámara en muchos de esos documentales. Como Beriáin, viajó a muchos países en conflicto para retratar con imágenes las consecuencias de la violencia. Una tarea peligrosa pero necesaria para saber lo que sucede en el mundo y que los crímenes no queden impunes. En 2012 resultó herido en Alepo mientras cubría la guerra de Siria.
Burkina Faso: el destino de los cazadores furtivos
En Burkina Faso hay tres parques nacionales y varias reservas naturales, donde las especies animales están protegidas por ley. También hay zonas de caza sostenible reguladas por las autoridades, lo que permite controlar la población de cada especie y garantizar su supervivencia.
Sin embargo, los furtivos se arriesgan a violar las leyes para cazar un ejemplar de búfalo o de león, por el que pueden conseguir miles de euros. En una región donde la mayoría de la población vive bajo el umbral de la pobreza y hay pocas perspectivas de futuro, la caza ilegal se convierte en una alternativa fácil para ganar dinero.
A pesar de los esfuerzos de los gobiernos africanos, los crímenes contra la naturaleza no han dejado de aumentar. Los cazadores furtivos se aprovechan de los avances tecnológicos y armamentísticos para localizar y atrapar a las presas. Los cuerpos de los animales se venden enteros, como trofeos, o bien por piezas: la piel, los cuernos e incluso algunos órganos a los que se atribuyen propiedades curativas.
El continente africano es uno de los más afectados por esta lacra. Según la Lista Roja de Especies Amenazadas elaborada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN), solo quedan entre 23.000 y 39.000 ejemplares de leones en África, mientras que el elefante africano se encuentra al borde de la extinción.
El Sahel, bajo la amenaza del yihadismo
Burkina Faso se encuentra en la frontera con países como Malí o Níger. Los tres estados forman parte del Sahel, una zona del continente africano situada entre el desierto del Sahara al norte y la sabana sudanesa al sur, y donde los ataques de grupos terroristas y cazadores furtivos son cada vez más habituales.
Varios grupos armados vinculados al terrorismo yihadista actúan en la zona del Sahel, como el Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (GSIM) o el Estado Islámico en el Gran Sáhara (EIGS). Estos grupos se dedican a asesinar y secuestrar personas para reclamar rescates y financiar sus operaciones.
Ante el aumento de la violencia y los ataques, centenares de miles de personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares. El año pasado, Burkina faso superó el millón de desplazados internos, según informa la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). La situación es aún más grave por culpa de la pobreza, la falta de alimentos y los efectos de la pandemia de coronavirus.
El grupo terrorista Ansarul Islam (Defensores del Islam), surgido en Burkina Faso, sigue los pasos de Estado Islámico en Oriente Medio y pretende establecer un nuevo estado siguiendo los valores del “islam auténtico”. Además de atacar edificios gubernamentales y organizar atentados contra las fuerzas de seguridad, también atacan a las escuelas para que las clases se hagan en árabe (el idioma oficial en Burkina Faso es el francés) y se limiten a enseñar el Corán.
Fuentes: EFE, BBC, La Vanguardia