De manera pacífica y sin actos de violencia. Así se proclamó, el 14 de abril de 1931, la Segunda República en España después de la celebración de las elecciones municipales del 12 de abril, que provocaron la caída de la monarquía y obligaron al rey Alfonso XIII a exiliarse.
En realidad, Alfonso XIII contaba con que las elecciones le ayudarían a recuperar la confianza de la población después de las dictaduras de Primo de Rivera (1923-1930) y de Dámaso Berenguer (1930-1931), que habían afectado la estabilidad política del país. Así, las elecciones se convirtieron en un plebiscito sobre la monarquía: la población votaba a favor o en contra de seguir teniendo un rey.
Pero los resultados supusieron una gran derrota para la Corona, ya que los partidos monárquicos solo ganaron en 9 capitales de provincia: Ávila, Burgos, Cádiz, Lugo, Orense, Palma de Mallorca, Pamplona, Soria y Vitoria. En las otras 41 provincias, con Barcelona y Madrid a la cabeza, se impusieron los votos a favor de un sistema republicano.
El rey Alfonso XIII, al ver que no tenía los apoyos suficientes ni de los dirigentes políticos ni del pueblo, decidió abandonar el país pero sin abdicar formalmente y se trasladó a París y luego a Roma.
La proclamación de la Segunda República se considera un acontecimiento crucial para entender la historia contemporánea de España, según explica Enrique Moradiellos en su libro Historia mínima de la Guerra Civil española (Turner, 2016), ya que supuso el fin de la monarquía borbónica y puso de manifiesto la existencia de las “dos Españas socioeconómicas”: un entorno rural todavía mal comunicado y con altos índices de analfabetismo, y unos núcleos urbanos cada vez más poblados e industrializados, donde vivía la pequeña burguesía.
Primer bienio (1931-1933)
Manuel Azaña, presidente
El 9 de diciembre de 1931 se aprobó la Constitución de la República Española, la primera que reconocía el sufragio universal y el derecho de las mujeres a votar. El político y periodista Manuel Azaña fue nombrado presidente del gobierno y el abogado y jurista Niceto Alcalá-Zamora fue elegido presidente de la República.
Durante esta primera etapa, se llevaron a cabo reformas políticas para reducir la influencia de la Iglesia Católica sobre los poderes del estado, se aprobaron leyes sociales como la del divorcio y se mejoraron las condiciones laborales de los trabajadores.
Además, el gobierno de Azaña puso en marcha una reforma educativa para reducir las cifras de analfabetismo, que afectaba en torno al 30% de la población, sobre todo en el ámbito rural, y se previó la construcción de una gran cantidad de escuelas públicas. Además, se impulsaron las “misiones pedagógicas”, un proyecto educativo vinculado a la Institución Libre de Enseñanza (ILE) que promovía el saber y la cultura popular entre los distintos pueblos y territorios de España.
Otra de las grandes reformas de este periodo fue la aprobación de la Ley de Reforma Agraria, que consistía en la expropiación de grandes fincas que no estuviesen cultivadas directamente por sus propietarios a cambio de una indemnización. El objetivo era acabar con la desigualdad social que existía, principalmente, en el sur de España.
Segundo bienio (1933-1935)
Tres presidentes al frente del poder
La segunda etapa de la república comenzó con las elecciones generales del 19 noviembre de 1933, en las que las mujeres pudieron votar por primera vez en España. Este periodo es conocido como el “bienio negro” o “bienio conservador”, ya que los partidos de derecha y centroderecha ganaron las elecciones y derrotaron a la izquierda. Algunos de ellos defendían la república, mientras que otros eran partidarios de recuperar la monarquía.
El líder del Partido Republicano Radical (PRR), Alejandro Lerroux, recibió el encargo de formar gobierno. Para ello, necesitó el apoyo de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), una coalición política de partidos católicos y de derechas. Durante este bienio, se deshicieron gran parte de las reformas del gobierno anterior, lo que benefició principalmente a la Iglesia y a los grandes latifundistas.
La inestabilidad marcó este periodo, en el que se vivieron enfrentamientos continuos entre socialistas, republicanos, anarquistas y grupos de centro-derecha. Los desacuerdos entre el gobierno y la oposición y la gran huelga obrera de octubre de 1934, que fue duramente reprimida por las fuerzas policiales y dejó decenas de fallecidos y encarcelados, provocaron la dimisión de Lerroux. El gobierno pasó a manos del político y abogado Ricard Samper.
Tercera etapa (1936-1939)
La coalición del Frente Popular
Tras dos años de gobierno de centro-derecha, el republicano Manuel Azaña lideró la formación del Frente Popular, una coalición de partidos de izquierdas para hacer frente a los partidos de derechas. Esta coalición agrupaba tanto a socialistas como a republicanos y comunistas, y entre las diferentes formaciones se encontraban el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y el Partido Comunista de España (PCE).
El 16 de febrero de 1936 se celebraron de nuevo elecciones, las terceras convocadas durante la Segunda República y también las que más participación tuvieron: un 72,9% del censo acudió a las urnas. La victoria del Frente Popular fue ajustada, pero debido a la ley electoral la pequeña diferencia de votos se tradujo una mayoría absoluta de escaños en las Cortes.
Las desavenencias políticas y la división interna de los partidos, tanto de derechas como de izquierdas, hizo que aumentase la violencia en las calles, con jornadas de huelga y protestas. El clima de tensión era cada vez más grande y la población empezó a criticar al Frente Popular por no ser capaz de mantener el orden público. La Iglesia Católica y los medios de comunicación conservadores alimentaron este discurso sobre el desorden y el caos social.
El asesinato de José Calvo Sotelo, ministro durante la dictadura de Primo de Rivera y uno de los políticos más críticos con el gobierno republicano, enfureció a los partidarios de derechas y sirvió de pretexto para la conspiración militar y el golpe de estado de 1936.
El estallido de la Guerra Civil
De julio de 1936 a abril de 1939
El 17 y 18 de julio de 1936, las tropas militares españolas que se encontraban en África se alzaron frente al gobierno de la Segunda República. Este golpe de estado tenía como objetivo deponer al gobierno progresista del Frente Popular. Fracasó, pero fue el detonante de la Guerra Civil (1936-1939).
El conflicto se alargó hasta 1939 y enfrentó a dos bandos: el bando nacional, instigador de la revuelta y liderado por el general Francisco Franco, y el bando republicano, que defendía el gobierno democrático que los militares querían derrocar.
La guerra enfrentó también dos formas de ver el mundo: fue una lucha entre fascismo y comunismo, y aglutinó diferentes cuestiones como la religión y los nacionalismos. Fue sin duda el conflicto bélico más sangriento de la historia de España y dejó unas consecuencias devastadoras en todo el país: más de 600.000 muertos y más de 200.000 personas exiliadas a otros países.
Fuentes: Historia mínima de la Guerra Civil española (Turner, 2016), libro de Enrique Moradiellos; La Vanguardia; Wikipedia; El Mundo.