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Coronavirus, ¿un pretexto para la discriminación?

Coronavirus y xenofobia

La amenaza del coronavirus ha hecho que salgan a la luz ciertos comportamientos xenófobos contra la comunidad asiática

El abogado Antonio Liu Yang es uno de los impulsores de la campaña #NoSoyUnVirus contra los comentarios xenófobos en relación al coronavirus.

Twitter/Antonio Liu Yang

La alarma global provocada por la aparición del coronavirus SARS-CoV-2 en la ciudad china de Wuhan y su propagación a otros países tiene efectos más allá de la salud de las personas.

El miedo generalizado está provocando actitudes xenófobas y discriminatorias hacia la población asiática en países occidentales.

Esto se debe, en parte, a la falta de información y la propagación de noticias falsas que circulan por la red, que extienden rumores y mentiras sobre el virus.

Algunos países también contribuyen a aumentar esta sensación de alarma. Es el caso de Rusia, que ha decidido deportar a los extranjeros que estén infectados por el coronavirus contradiciendo así las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

La indignación llega a las redes sociales

Las redes sociales, especialmente Twitter, se han hecho eco durante los últimos días de la discriminación que afecta a muchos ciudadanos asiáticos como consecuencia del coronavirus.

En España, muchos miembros de este colectivo han publicado mensajes de denuncia bajo el lema #NoSoyUnVirus, para denunciar el rechazo que están sintiendo por una parte de la sociedad.

Estos mensajes de denuncia también han comenzado a expandirse a otros países como Francia, Estados Unidos, Italia y Canadá.

Tanto es así que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) también ha mandado un mensaje para frenar los ataques: “La alarma por el coronavirus es comprensible. Pero el miedo no puede justificar los prejuicios y la discriminación contra la comunidad asiática. Luchemos contra el racismo, acabemos con el odio y apoyémonos en esta emergencia de salud global”.

Ébola: un caso similar

No es la primera vez que una enfermedad focalizada en un punto del planeta se convierte en emergencia internacional. En 2014 varios países de África occidental sufrieron un grave brote de ébola, una de las enfermedades más mortíferas del planeta.

La enfermedad se expandió rápidamente por la falta de recursos para combatir el virus, pero también porque no hubo una respuesta coordinada entre los diferentes gobiernos. Como consecuencia, se infectaron más de 30.000 personas y hubo más de 11.000 muertes, según datos de Médicos Sin Fronteras (MSF).

Fuera de África, en los países occidentales, los casos de ébola no superaron la docena según recoge la OMS. Sólo falleció una de las personas infectadas en Estados Unidos.

La enfermera española Teresa Romero fue la primera persona infectada por el virus fuera de África. Su caso enseguida acaparó la atención mediática, relegando a un segundo plano lo que estaba sucediendo con las miles de víctimas en África.

Estas situaciones también deben hacernos reflexionar sobre la diferencia entre los países desarrollados y las regiones con menos recursos y cómo recibimos la información sobre la emergencia sanitaria.

La docena de víctimas del ébola en países occidentales tuvo mucha más presencia en los medios que los miles de muertos en África. Lo que hace que nos preguntemos si la gravedad de la epidemia tiene el mismo peso para todo el mundo.

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