No a la guerra (de sexos)

Escribámoslo sobriamente: en los últimos años, Podemos y sus derivados han conseguido hacer del feminismo algo antipático. Y es una lástima, porque a la vista están las consecuencias: el victimismo y la guerra de sexos.

Tenemos a las puertas una ola reaccionaria que se retroalimenta de esa retórica victimista. Empieza a ser urgente devolver a la mujer real al centro de la reivindicación, como escribe mi colega Celeste López hoy en este diario.

Ni los hombres nacen todos malos, ni las mujeres, todas víctimas

Cabe confiar en que lo que mal empezó bien acabe. A los de Pablo Iglesias se les ha caído la careta. Se han caracterizado por la inconsistencia entre sus prédicas y sus acciones. Venían a repartir carnets de buenas y malas mujeres, a salvarnos de no sé cuántos males ocultos del patriarcado y ya ven: tenían a su Errejón en el comedor de casa.

El problema es que se han pasado tanto tiempo dándonos lecciones sobre cómo teníamos que vivir las mujeres, cómo relacionarnos, cómo amar y a quién que la matraca retro, puritana incluso, ha pasado factura.

El feminismo nunca debería haberse desviado de su objetivo original: la lucha por la igualdad con el hombre. Era y es una base de acuerdo obvia sobre la que queda mucho recorrido todavía. El discurso victimista resulta insoportable.

Cunde una sensación de involución que no se corresponde con la realidad. En España –no hablo de Irán– vivimos el mejor periodo de nuestra historia. Piensen solo un minuto en la España franquista y luego observen a su alrededor, cuando no a ustedes mismas. Fíjense en sus hijas, en sus colegas, en sus jefas, en sus vecinas. Y en la judicatura (sí, la judicatura que condena a Alves o a Rubiales), los medios de comunicación, la política, la cultura, la ciencia, la universidad. Nada comparable con lo que vivieron muchas de las madres de nuestra generación y que tan magistralmente representa la peineta de Emma Vilarasau en Casa en flames.

La actriz Emma Vilarasau, en la escena de la peineta de la película 'Casa en flames'.

La actriz Emma Vilarasau, en la escena de la peineta de la película 'Casa en flames'.

LVE

Por supuesto que hay que seguir aspirando a más. Nos corresponde, por lealtad a nuestras madres que levantaron primero la bandera, reivindicar algo tan simple y tan complejo a la vez como el derecho a decidir. El derecho a elegir lo que a cada una de nosotras nos dé la gana ser en nuestra vida, sin que nos juzguen por ello. No hace falta actuar como un hombre. Ni tampoco llorar como un bebé. Sí queda una asignatura pendiente: la de construir un mundo donde los cuidados no se sustenten en el sacrificio de nadie. Ahí pincha el estado del bienestar.

¿Y qué hay de la violencia machista? Pues claro que existe. Es una lacra. Solo la niega Vox. Pero no es ninguna prueba de una supuesta violencia intrínseca del hombre y del sistema. En otras palabras, ni los hombres nacen todos malos ni las mujeres, todas víctimas. Demasiado se ha confundido ya biología con ideología, y así es como el feminismo ha quedado varado en este callejón sin salida.

El victimismo no lleva a ninguna parte más que a la infantilización de la sociedad. Nos convierte en pienso de los populismos y de la polarización. No necesitamos a machos alfa como salvadores. Necesitamos a los hombres como aliados.

Etiquetas
Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...