Los agonistas o compuestos de la hormona GLP-1, la semaglutida, la dulaglutida y la liraglutida, se han convertido en el medicamento milagro del momento. Diseñados en primera instancia para la diabetes, se han mostrado tremendamente efectivos para el control de la obesidad y perder peso. Tanto, que ya hay quien se pregunta qué impacto van a tener en el mercado alimentario, tanto en lo que hace referencia a la aparición de nuevos productos pensados para las personas que toman estos medicamentos, como en la reducción del gasto en alimentación, puesto que uno de los primeros efectos de los agonistas es la reducción del apetito.
Según datos de la consultora Lantern, en Estados Unidos uno de cada ocho adultos ha tomado uno de estos medicamentos y el 6% de la población lo toma actualmente. Eso son unos 13 millones de personas. Si extrapolamos estos datos a España, quiere decir que hay 430.000 españoles que toman un agonista de la GLP-1. “Si el mercado sigue creciendo con tasas del 30% anuales como los últimos dos años, en 2027 habrá más de 940.000 personas que tomen alguno de estos fármacos”, aseguran desde Lantern. Esta cifra iguala a la de vegetarianos y veganos, que han visto como la gran industria alimentaria llenaba los lineales de los supermercados de productos pensados para ellos.
Los efectos secundarios de estos fármacos llevan a los comercios a crear espacios específicos para esta nueva gama
La toma de estos agonistas tiene efectos secundarios como náuseas, vómitos, diarrea o estreñimiento, dolores abdominales o mal aliento. Estos efectos secundarios empeoran con la ingesta de ciertos alimentos, lo que hace que los usuarios del GLP-1 tengan una serie de necesidades alimentarias específicas causadas por estos efectos secundarios: porciones menores y nutricionalmente densas, por su rápida saciedad; productos con más carga proteica, por la pérdida de masa muscular; bebidas como el té, para combatir las náuseas que calman el estómago y productos altos en fibra por el estreñimiento.
Además, algunos estudios científicos dicen que la expresión genética en las papilas gustativas cambia. Y eso influye en ciertas zonas del cerebro, lo que hace que disminuya la preferencia por los alimentos salados o altos en grasa y también por los alimentos más dulces.
En este sentido, un estudio de la Universidad de Cornell sobre los hábitos alimentarios de pacientes que toman agonistas de la GLP-1 refuerza el impacto en el consumo de ciertos productos: dulces y grasas caen, yogures y producto fresco crece. Así, el consumo de yogur es casi tres veces mayor en los hogares de EE.UU. donde se utiliza GLP-1, haciendo crecer la categoría un 40% en 2024 según Danone con datos de Circana.
El resultado es un impacto del 6% menos de gasto en la cesta de la compra de los hogares con al menos un miembro usando GLP-1 durante los primeros 6 meses.
Esto está provocando la reacción de la industria alimentaria que ya está teniendo en cuenta este target a la hora de diseñar sus estrategias, lanzando o relanzando sus productos con porciones más controladas, reformulando sus recetas con ingredientes que limiten la aparición de efectos secundarios, o aumentando la cantidad de proteína u otros nutrientes para mitigar la pérdida de masa muscular. La cadena estadounidense Walmart, que ya advirtió una caída de ventas por el uso de estos medicamentos, incluso ha creado un espacio específico en sus establecimientos para los usuarios de GLP-1.
En este sentido, Nestlé ha lanzado Vital Pursuit en EE.UU., una solución congelada para aquellos que quieren complementar el uso de estos tratamientos adelgazantes con una nutrición adecuada.