El gran embajador de la Clínica Mayo
Manuel Galofré Folch (1930-2025)
El cirujano fallecido fue un maestro ejemplar para varias generaciones de especialistas en Barcelona
El doctor Galofré estudió medicina en la Universidad de Barcelona y a los 29 años inicia su formación en EE.UU., primero como médico interno en La Crosse Lutheran Hospital y, entre 1959 y 1963, completa su formación como residente en Cirugía General de la Clínica Mayo, en Rochester, Minnesota, donde fue galardonado con el premio extraordinario al mejor residente de la institución, a la cual estuvo vinculado toda su vida.
Acreditado por la American Board of Surgery en 1968, fue miembro de múltiples sociedades científicas y profesionales nacionales e internacionales, como la American College of Surgeons, Society of Head and Neck Surgeons, American College of Chest Physicians, Doctors Mayo Society, Sociedad Española de Cirujanos y de Cabeza y Cuello, Miembro de la Real Academia de Medicina de Palma de Mallorca, Profesor Asociado Honorífico de la UAB, entre muchas otras. Ejerció su pasión por la cirugía como Jefe de Servicio en el Hospital de la Cruz Roja de Barcelona hasta el año 2000, así como en la Clínica Quirón, mientras su excelente forma física le permitió hacerlo. No había año que no acudiera a Rochester a reciclar sus conocimientos, como siempre con humildad, en primera fila y tomando apuntes, siendo el embajador de su hijo Gonzalo en su residencia en EE.UU., verdadero continuador de su excelente formación y técnica quirúrgica.
Teníamos 20 años, vocación y ganas de aprender. No existían vacaciones. Estar al lado del “jefe” cada día del verano era nuestro mejor plan. Acabada la carrera nos incorporamos al servicio de Cirugía del Hospital de la Cruz Roja, en aquel momento un centro referente con prestigiosos especialistas. Nosotros representábamos los últimos de una larga lista de cirujanos que nos iniciamos con él y que después de pasar como residentes o fellows por la Clínica Mayo, se convirtieron en especialistas de primer nivel en diferentes campos de la cirugía. Entre otros, los doctores F. Torregrosa, M. Prats, M. Ubach, J.M. Ponseti, JM. Raventós (Cirugía General), JJ. Aguiló (Urología), M. Josa, (Cirugía Cardiaca), E. Boada y Aleix Vidal (Cirugía Ortopédica ), R. Carreño (Cirugía Plástica), A. Arus (CG y Odontología) y colaboradores como los doctores. F. Cedó (Anestesiologia), M. Pulido (Editora Médico) y G. Raspall (Cirugía Máxilo-Facial).
El principio básico del doctor Galofré, importado de la Mayo, era que teníamos que ser “cirujanos completos”, el concepto americano de General Surgeons , siendo primero médicos y no solo “técnicos operadores”. Y además, tener siempre presente el no empeorar el estado del paciente. En su Servicio, todo estaba estructurado al detalle; la visita del paciente, el acto quirúrgico, los pases de visita, las sesiones clínicas. El residente, había pasado por las habitaciones de los pacientes a las seis de la mañana para después pasar visita todo el equipo, con él a la cabeza, fijándose en todos los detalles. Nunca levantaba la voz ni se enfadaba, pero te hacia saber lo que podía mejorar en tu práctica y trato al paciente. Si valoraba tu buena progresión y consideraba que ya eras capaz de ser el primer cirujano de una intervención, él era siempre tu primer ayudante. En la consulta, él supervisaba tu valoración después de una minuciosa historia clínica y un examen físico completo, para después confirmar tu orientación con las pruebas complementarias, y no al revés. Él nos enseñó, qué artículos de la literatura o libro de texto teníamos que consultar y donde perfeccionar nuestro aprendizaje. En su magisterio, no todo fue la práctica estricta de la cirugía, de la que no hemos conocido otro cirujano a su altura, sino que la relación médico-paciente era fundamental. La presencia era muy importante, la corbata, los botones de la bata abrochados, los pijamas blancos impolutos, todo como una señal de respeto al paciente, que siempre nos inculcó, ofreciendo confianza y seguridad en el acto médico. Hoy le llaman “poner el paciente en el centro”. Sábados y domingos eran iguales que los días laborables si tenía pacientes operados. Era realmente su pasión y estuvo en activo mas de 60 años, siempre con la misma alegría y dedicación.
El concepto de familia, con el cariño y dedicación a su esposa Ana y a sus seis hijos y nietos, cuando su quehacer profesional se lo permitía, ha sido también ejemplar para muchos de nosotros. Ha sabido también elegir el momento y la manera de morir, rodeado de su familia en la mas estricta intimidad.
Gracias Jefe por todo lo que nos has enseñado!