Tres de cada diez españoles desconfía de la seguridad y eficacia de las vacunas

Confianza en la ciencia

Una encuesta de Fecyt sitúa al 3,6% de la población en niveles máximos de populismo científico

Un enfermero vacuna de la gripe a una mujer durante el inicio de la campaña de vacunación contra la gripe en Cantabria, en el centro de salud de Puertochico, a 10 de octubre de 2022, en Santander, Cantabria (España).  El Servicio Cántabro de Salud (SCS) comienza la campaña de vacunación contra la gripe con la compra de 120.000 dosis de vacunas. La administración de las vacunas se realizará con cita previa en los centros de salud de Atención Primaria. En esta ocasión, debido al efecto sinérgico observado entre el virus de la gripe y el del coronavirus (SARS-Cov-2), que multiplica por dos el riesgo de muerte en caso de infección, la campaña intentará aumentar la cobertura vacunal, especialmente entre personas mayores, a partir de los 60 años, personas de cualquier edad con condiciones de riesgo, así como personal sanitario y sociosanitario, y trabajadores de servicios públicos esenciales.

A pesar de los mensajes conspirativos sobre las vacunas, ocho de cada diez ciudadanos cree que son necesarias para proteger la salud de las personas. 

César Ortiz / Europa Press

El alto nivel de confianza que los españoles tienen en la ciencia y en los científicos decae cuando se habla de vacunas. Según una encuesta pionera que analiza las actitudes populistas relacionadas con la ciencia, un 35,6% está de acuerdo, en mayor o menor grado, con que “las farmacéuticas ocultan los peligros de las vacunas”, un 29,9% con que “se engaña a las personas sobre la eficacia de las vacunas” y un porcentaje similar respalda que “los datos de seguridad de las vacunas a menudo se falsifican”. 

Con todo, son más los ciudadanos que se desmarcan de la mentalidad conspirativa acerca de las vacunas y ocho de cada diez respaldan que estas “son necesarias para proteger la salud de las personas” o que “funcionan bien para prevenir las enfermedades”.

La encuesta, realizada por la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (Fecyt) a casi un millar de internautas, explora también el consumo de información científica que hacen los ciudadanos, la percepción que tienen sobre el papel de la ciencia en la política y en la sociedad, sobre los beneficios de la ciencia o sobre el cambio climático. 

Los resultados se recogen en el informe Confianza en la ciencia y populismo científico en España , codirigido por los investigadores Celia Díaz, de la Universidad Complutense de Madrid, y Pablo Cabrera, de la Universidad de Essex (Reino Unido). De él se desprende que la mayoría de encuestados cree que la investigación tiene un papel muy relevante en la sociedad y debería destinarse más dinero a ella, pero también que son muchos los que consideran que los científicos no siempre se focalizan en los temas que son importantes para ellos, como la salud.

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En este sentido, nueve de cada diez encuestados consideran que mejorar la salud pública debería ser el objetivo de más prioridad para el personal científico, mientras que solo un 36% estima que la ciencia le da esa importancia. Las siguientes prioridades que plantean los ciudadanos son resolver problemas energéticos y la reducción de la pobreza.

Por otra parte, hay un alto grado de acuerdo entre los españoles en que los científicos deberían comunicar la ciencia al público en general y permanecer independientes respecto a la elaboración de políticas públicas.  Ello a pesar de que la mitad está de acuerdo con que los científicos deben trabajar estrechamente con los políticos para integrar los resultados científicos en el diseño de esas políticas públicas.

Entre otras razones porque hay una gran mayoría de personas convencida de que tanto las decisiones personales como las políticas deben apoyarse en la orientación de los científicos. Quizá porque piensan de estos que son inteligentes, están cualificados y son expertos en su materia. En cambio, no les ven muy predispuestos a ser transparentes o prestar atención a las opiniones de los demás o a actuar por el interés público. Y eso alienta el populismo científico.

Populismo científico

El 3,6% de la población presenta niveles muy elevados de populismo científico, entendido como actitudes que contraponen a la gente corriente con la élite académica, que niegan la veracidad del conocimiento científico o legitimidad de los científicos para decidir qué se investiga y cómo se distribuyen los fondos de investigación. Otro 25% de encuestados se sitúa en un nivel intermedio de populismo, y el 71,4% restante en la parte inferior de la escala. 

Los investigadores no han encontrado relación entre el nivel de populismo científico y el género, la edad o la ideología, pero sí una ligera vinculación con el nivel educativo: es inferior entre quienes tienen estudios universitarios. 

Y como curiosidad, han detectado que quienes participan más en actividades científicas y consumen más información sobre ciencia tienen más probabilidades de presentar un nivel alto de populismo científico, quizá porque en esa escala puntúan quienes reclaman que la gente corriente tenga más voz en el proceso de decisión sobre qué temas se investigan.

La reacción al cambio climático

Indefensión, pesimismo y enfado

El informe de Fecyt también radiografía las percepciones que tiene la sociedad española sobre el cambio climático. Las emociones que provoca en los ciudadanos son, fundamentalmente, indefensión, pesimismo y enfado. Se observa que las mujeres sienten en mayor medida ansiedad, culpabilidad, vergüenza y depresión relacionada con este tema que los hombres, mientras que los grupos más jóvenes se sienten más culpables pero también más indiferentes que el resto.

Por otra parte, la mitad de encuestados cree que el gobierno está mintiendo sobre la eficacia de sus acciones para luchar contra el cambio climático e ignorando la angustia que provoca en la gente.

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El 77% de los encuestados por Fecyt se muestra favorable a aumentar el uso de energías eólica y solar 

Xavier Cervera/Archivo

Llama la atención también el alto grado de conformidad que expresan los españoles hacia cambios legislativos encaminados a reducir los gases de efecto invernadero o a aumentar el uso de energías sostenibles, un apoyo que se reduce de forma significativa cuando se trata de medidas que conllevan subidas de impuestos.  

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