¿Por qué? Aunque la respuesta no devolverá la vida a Silvia, la vecina de Castro Urdiales asesinada presuntamente por sus dos hijos, la corta edad de los sospechosos (13 y 15 años) explica que ayer esa pregunta fuera la más escuchada en el entorno de la familia tocada por este drama, con tintes especialmente crueles. De momento, sobre el móvil, todo son conjeturas. Lo que más sorprende ahora es la sangre fría en los movimientos de los precoces sospechosos.
Se da por probado que los dos hermanos, J. y E., originarios de Rusia y adoptados por Silvia y su esposo años atrás, están detrás del crimen. El cadáver de su madre fue hallado la noche del miércoles en el asiento trasero de su coche, en el garaje de la casa. Presentaba una herida mortal en el cuello y golpes; el cuerpo estaba maniatado, envuelto en una manta y con una bolsa de basura en la cabeza. El cadáver de Silvia había sido colocado allí.
El hermano de 13 años es inimputable; para el de 15, el juez acordó el internamiento durante seis meses de régimen cerrado
La Guardia Civil trabajaba ayer para reconstruir los hechos. ¿Fue asesinada la mujer al entrar con su coche en el garaje con sus hijos en el asiento trasero y eso explicaría que el turismo chocará contra un muro? o ¿la mataron en casa –la vivienda estaba revuelta– y después bajaron el cadáver al garaje y movieron el vehículo? La inspección ocular del escenario apuntaría hacia la última hipótesis.
La alerta saltó cuando la madre de Silvia llamó a la Guardia Civil para informar que algo raro pasaba en la casa de su hija. No queda claro si fue ella la que contactó con sus nietos porque Silvia no le respondía al teléfono, o bien fueron los hermanos los que llamaron a su abuela para contarle, en esa estrategia para exculparse, que habían sido secuestrados. Sorprende, a edades tan tempranas, que esos hermanos tuvieran la sangre fría para idear el plan del rapto, manipulando los diferentes escenarios del crimen para despistar así a los investigadores.
La teoría del secuestro se dio en un primer momento por buena. Se montaron controles en las entradas y salidas de Castro con registros a todos los vehículos que se movían a esa hora por esta ciudad cántabra de 32.000 habitantes. Pero pasadas las dos de la madrugada todo quedó más claro, al ser localizados los dos hermanos escondidos en los acantilados del parque Cotolinos. Uno intentó escapar en dirección a un bosque al detectar a los agentes, pero al final los dos fueron arrestados. Con E., al ser menor de 13 años, nada se puede hacer por la vía penal. Es inimputable. Así que ayer mismo ingresó en un centro mientras se decide sobre su futuro. Su hermano, J., permaneció durante todo el día en el cuartel y el juez acordó el internamiento en régimen cerrado durante seis meses. Él si tendrá que responder penalmente.
Pero volvamos al ¿por qué? Silvia, muy religiosa y catequista, tenía mucha relación con parroquias de Castro y había trabajado como celadora en el hospital de Cruces. La conmoción entre personas que la conocieron en ambos entornos fue mayúscula, pues nadie había detectado nada extraño en la relación de la mujer con sus hijos. Todo lo contrario.
Lo mismo en el colegio donde estudiaban los hermanos, un centro cristiano. Desde esa escuela se ha hecho saber que E. y J. no eran conflictivos, “con buenas notas”, llegó a decir ayer en rueda de prensa la alcaldesa de Castro, Susana Herrán. El padre de los menores y esposo de Silvia, al que le tocaba el miércoles turno de noche en una fábrica fuera de Castro donde trabaja, no se creía lo que le contaban cuando le llamaron para narrarle el cruel suceso. Eso no se lo esperaba y quedó en shock.
Así que para todas esas personas esta no ha sido, como otros sucesos, una crónica anunciada. Aunque a media tarde de ayer empezaron a escucharse ya algunas voces, entre vecinos de Castro, que apuntaban a comportamientos extraños del mayor de los hermanos. “No iba por buen camino”, se escuchó en esos corrillos de vecinos que buscaban el porqué. Algunos vecinos habrían escuchado a la madre y sus hijos discutir estos últimos días.
La principal línea de investigación, en la búsqueda del móvil, se centra en estos momentos en los problemas domésticos propios de cualquier familia. ¿Un castigo por alguna trastada o malas notas? ¿Peleas por demasiado rigor en las normas? Son vías abiertas en las pesquisas. ¿Ese conflicto ya venía de atrás? Habrá que investigarlo. ¿Fue un arrebato de ira o un crimen planificado? Ya se verá.
¿Lobos con piel de cordero?
Si hubo alguna señal en la casa de esos dos hermanos que hiciera presagiar el drama, eso solo lo saben sus padres. De cara a la galería, parece que nadie advirtió nada extraño en el día a día de esos padres e hijos, “de misa cada domingo”, dicen los que mejor los conocían. Para los expertos en psicología infantil y juvenil tuvo que haber –conocidos los pasos dados por los dos hermanos tras el crimen– algún indicador o señal de alerta. Pero lo cierto es que aquí no constaban denuncias ni ninguna actuación de los servicios sociales. Todo lo contrario: la familia de Silvia era para muchos “modélica”. La investigación tendría que desenmascarar ahora a esos “lobos con piel de cordero”. Y descifrar una frase publicada en redes por Silvia hace poco: “No dices nada para evitar conflictos y vives en conflicto por no decir nada”.