De ‘mora de mierda’ a premio Nadal: “He tenido tanto miedo que ya no puedo tener más”

Najat El Hachmi

El testimonio de la prestigiosa escritora y Premio Nadal 2021 por ‘El lunes nos querrán’ es el de una mujer que se liberó del velo y supo sobreponerse al racismo de quienes no la querían en España

Renfe presenta ‘Mujeres y Viajeras’, una serie de 12 entrevistas donde la periodista Joana Bonet charla con mujeres acerca del empoderamiento femenino

La autora de novelas como 'El lunes nos querrán', 'El último patriarca' y 'La cazadora de cuerpos' es también una voz crítica con la cultura machista

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Renfe

Para la escritora Najat El Hachmi (Marruecos, 1979) y ganadora de el Premio Nadal 2021, cualquier trayecto en tren es una especie de relato. “Me encanta cómo va cambiando el paisaje, el hecho de que vayan discurriendo los hechos”. Fue en un trayecto concreto, de Barcelona a Vic, a la edad de 8 años, cuando ella inició su propia narración vital. Venía de muy lejos, de Beni Sidel (Marruecos). 

“Me impactó muchísimo, antes nunca me había subido a un tren. Habíamos pasado la noche en un ferry, viajado en autocar desde Málaga hasta Barcelona y el útimo trayecto fue el del tren. Era como ir llegando a un destino, a una vida completamente nueva”, recuerda la escritora de origen marroquí.

Antes de ese momento, a sus ojos de niña, el tren había cobrado un significado muy particular: el de la libertad. “Era una de las pocas formas de salir de la ciudad pequeñita en la que crecí, de estar en otros sitios donde nadie te conocía. Además, yo no conduzco, con lo cual el tren siempre ha sido un poco esa esperanza en un mundo distinto, en una vida diferente, la posibilidad de salir al anonimato y a esa libertad en la que nadie controla lo que haces o lo que dejas de hacer”, comparte con la periodista Joana Bonet en la serie de 12 entrevistas Mujeres y Viajeras de Renfe, subida a un tren para el que, puestos a imaginar, solo desea un destino: “donde sea que haya mar”.

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Muy pronto Najat descubrió lo que era sentirse extranjera, “cuando no te reconcen como igual, como cercana, como propia, y que el lugar en el que estés y las formas de vida de las personas te sean completamente ajenas. Puedes estar en muchos sitios que no conozcas, pero no sentirte extranjera”, matiza. 

Un sentimiento que la escritora ya no alberga a día de hoy. “Creo que esa sensación de pertenencia y arraigo la tenemos, sobre todo, con personas concretas. Cuando hablamos de ser de un lugar, en realidad nos referimos a ser de unas personas que están o que estuvieron en ese lugar. Hoy, tengo muy claro que pertenezco a las personas que quiero y a las personas que me quieren”.

'Mora de mierda, vete a tu país' es lo primero que sale cuando te quieren rechazar"

El camino no ha sido fácil. A lo largo de su vida, han sido muchas las veces que le han proferido la desafortunada frase “mora de mierda, vete a tu país”. “Es lo primero que sale cuando te quieren rechazar. Llega un momento en el que tienes que hacer oídos sordos a ese tipo de expresiones. Si estás permanentemente pendiente del rechazo, no haces lo que tienes que hacer, estás muy condicionada por ese discurso”. Su testimonio pone una reflexión sobre la mesa: si en Europa se tolera mejor la multiculturalidad o la diversidad cultural que la pobreza de los inmigrantes. Najat tiene clara la respuesta: “la pobreza no la tolera nadie. Es la cosa que está más estigmatizada”, asegura.

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Una revolución sexual pendiente

Además del racismo, Najat El Hachmi considera que la sociedad tiene pendientes muchas batallas. Entre ellas, la que debe acabar con la imposición de los cánones estéticos hacia las mujeres. “Tenemos que conquistar el derecho a ser como somos, con toda nuestra diversidad y formas. Y volver a apropiarnos del disfrute estético, del comer, del beber… Tenemos una revolución sexual pendiente que desmonte un poco la trampa de la anterior en la que unos se liberaron para disfrutar de la vida mientras que a la otra mitad de la población se nos convirtió en objetos sexuales”, advierte la escritora. 

La suya es una voz crítica con la cultura machista y retratista de dos mundos (Occidente y Oriente) que acaban formando uno solo. Sus historias parten de un núcleo fuerte, vibrante: mujeres que buscan la independencia y la liberación. Como ella.

Me costó muchísimo asumirlo. Era impostora por ser mujer, por inmigrante, porque nadie como yo ha llegado a conseguir esto"

Ser escritora era su deseo de niña. Ya de adulta, valora haber logrado un objetivo que no era fácil: “para mí la escritura fue liberadora, porque era la manera en la que yo ponía orden a lo que me estaba pasando. Creo que también es una vía para entender y comprender las cosas, algo que no es tan fácil y para lo que necesitamos instrumentos”. Hecho el esfuerzo, llegó la recompensa en forma de Premio Nadal 2011.

Antes hubo muchos otros. El primero fue el Ramón Llull en 2008. “Me costó muchísimo asumirlo, porque hay muchos factores que hacen que dudes de tu propia capacidad. En mi caso, el síndrome de la impostora que tenemos las mujeres era: impostora por mujer, por inmigrante, porque nadie como tú ha llegado a conseguir esto…”. 

Pero la mujer guerrera que es Najat El Hachmi lo logró. No sin antes tirar todos los velos que, en sus propias palabras, “anulaban mi propia identidad como ser individual”. Y se explica: “Me sentía como humillada por haber acabado en esa situación de sometimiento, porque estás cumpliendo con una norma patriarcal que dice que las mujeres nos tenemos que vestir de una manera por ser mujeres, mientras que no importa cómo se vistan o dejen de vestir los hombres”. Por eso, Najat El Hachmi se emancipó. Se liberó.

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Antes, conoció el miedo en su grado máximo. Un problema y también la propia solución. “Me daba más miedo mi padre que el imán de la mezquita, porque el imán podía influir en lo que pensaban los padres de familia, pero los que ejecutaban el poder dentro de las familias eran ellos. He llegado a tener tanto miedo que es como si hubiera saturado todas las posibilidades de tener miedo, así que ya no puedo tener más”. 

Hace, además, una confesión muy profunda: "llega un momento, sobre todo cuando vas haciéndote mayor, en que el miedo ya no sirve para frenar tus ansias de libertad, porque te das cuenta de que las consecuencias de renunciar a la propia vida son mucho peores que las consecuencias de infringir esas normas que te están transmitiendo. Llegó un momento en el que me dio más miedo no vivir que mi padre”, se “desnuda”.

Las novelas El último patriarca, La cazadora de cuerpos, La hija extranjera y Madre de leche y miel. El manifiesto Siempre han hablado por nosotras, y su último libro, El lunes nos querrán, Premio Nadal 2021... La escritora marroquí goza del prestigio literario, que para ella es algo muy concreto. “Mis lectores y lectoras son los que más me han ayudado a curar las heridas del racismo. No sé si eso es prestigio o no, pero el hecho de que mis lectoras tengan interés por las protagonistas de mis novelas, que accedan a ellas, que se sientan cercanas, supone para mí derribar muchos muros. Ha sido muy terapéutico”.

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