Aeropuerto de El Prat: ¿otro Rodalies?

Aeropuerto de El Prat: ¿otro Rodalies?

Basta con transitar estos días de verano por la T1 de El Prat para recuperar la perplejidad que causó en su momento que el Govern de la Generalitat desbaratara la oferta de Aena para ampliar el aeropuerto. Cuando como pasajera estás entre colas y retrasos, tienes la impresión de que las instalaciones ya bordean el límite. Los 1.700 millones no solo preveían alargar la tercera pista, sino también construir una terminal satélite de la T1. Una cosa y la otra volaron.

En la entrevista que este diario publicó el domingo a Maurici Lucena, el presidente de Aena ponía de nuevo el dedo en la llaga, quizá buscando la reacción del Govern. Nada. ¿De verdad que los catalanes volverán a hacerle ascos a una millonada para El Prat si así se plantea en una mesa de negociación?, se preguntaba Lucena a la vez que advertía que sin el apoyo del Govern no hay nada que hacer.

La T1 ya bordea el límite este mes, pero el Govern no retoma el debate de la ampliación

Esta vez el jefe del gestor aeroportuario no golpeó donde más duele. Pudo hacerlo y debió hacerlo. Mientras en Barcelona el proyecto de Aena estará cinco años en stand by tras haberlo excluido del presupuesto 2022-2026, el proyecto paralelo para el aeropuerto de Madrid tomará impulso. Luego vendrán los lloros por la pérdida del pulso barcelonés frente a la acumulación de poder de Madrid.

Simplificando la paradoja: el Josep Tarradellas se nos está quedando pequeño y el Adolfo Suárez es cada vez más grande. Hay quien dice, y no es solo una metáfora, que la verdadera tercera pista de El Prat estará en Madrid. Barcelona tendrá, eso sí, un bonito aeropuerto provinciano. Bonito y congestionado, porque nada indica que la recuperación turística se detenga.

El primer aviso de colapso de El Prat fue por los Juegos del 92, cuando Barcelona pasó de dos o tres millones de pasajeros al año a diez millones. Entonces ya se empezó a ver que haría falta una ampliación. No se aprobó hasta 1997, con unas terminales saturadas y retrasos constantes. Y no se inauguró la nueva terminal hasta el 2009. Se tardaron doce años para ejecutar un proyecto para un máximo anual de 55 millones de pasajeros, cifra que podría alcanzarse este 2023. Llegados al límite de capacidad, ya me explicarán dónde van a meter a los 70 millones de empresarios y turistas que, según se estima, querrán ir en un futuro a destinos de largo recorrido desde Barcelona.

En la carrera por tener una infraestructura competitiva, el tiempo corre en contra de Barcelona. Está claro que la afectación en los humedales de La Ricarda era y es un desafío que debe abordarse, sin despreciar la alternativa a su reubicación.

Es cuestión de dinero. Aena mantiene su oferta. Largo me lo fiáis y se necesita el plácet de Bruselas, bien. Pero ahí están las intenciones de Lucena. Y Barcelona tiene nuevo alcalde. Collboni no es Colau y ya ha dicho que quiere “desatascar” el debate de la ampliación. Ahora sopla viento de cola. Falta el Govern. Solo cabe confiar en que no esté en la cabeza de nadie dejar que El Prat se convierta en otro Rodalies.

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