n el 2015 Xavier Trias no perdió las elecciones por ser demasiado independentista. Él suele autodefinirse más como soberanista, cosa que no sorprende tratándose de uno de los últimos convergentes de pura cepa que están en la política catalana. De hecho, se marchó y ha vuelto. Tampoco fue El Mundo el que le hundió con esa información fake de sus dineros en Andorra. En el 2015 Trias perdió porque hizo una campaña malísima, porque le pesó la Diagonal como a Hereu, por la división del voto nacionalista y porque no mostró un proyecto social claro. Y tiró la toalla la misma noche electoral en un rapto más emocional que racional. Por todo eso, claro, y porque Ada Colau supo aprovechar la inercia del cambio en un momento de plena crisis. Curiosamente esa inercia, aun en otro sentido, puede darle a Trias en mayo el mando, pese a que para ello deba camuflar las siglas de Junts y alejarse de simbolismos y banderas.
Las encuestas no dan ganador a Trias, pero le otorgan un puesto entre los que antes eran los tres destacados. La bola rueda y falta mucho para mayo. El candidato de Junts puede ganar, en efecto, igual que cualquiera de los principales contendientes: Jaume Collboni, Ada Colau y Ernest Maragall. ¿Por qué? Por la gran fragmentación de voto que hay.
El descontento y la inercia del cambio le favorecerán si camufla las siglas de Junts
Colau sale arrastrando los pies en los sondeos. Incluso el del Ayuntamiento la deja mal. Aún así, dar por liquidadas sus opciones resulta temerario. La fidelidad de su electorado viene por ideología, no por la mala gestión. El socialista Collboni ha empezado tarde a marcar distancias con Colau y ahora tiene enfrente a Trias como un rival serio para él ante el empresariado, la burguesía y mucho barcelonés de seny. A Trias tanto como a Colau les conviene sacar del foco a Collboni, invisibilizarle, para situar la contienda a dos.
Se intuye que Trias tendrá más fácil que Collboni aglutinar el descontento ciudadano, el voto útil por su carácter políticamente transversal. Ahí se batirán el cobre el soberanista y el socialista, aunque este último tendrá que hacer auténticas filigranas discursivas para intentar convencer a la gente de que una cosa es gobernar con Colau y otra estar de acuerdo en todo.
No habrá una mayoría absoluta alternativa y puede venir de un voto. Recuerden que, en 2019, Colau la logró gracias a Manuel Valls. Solos, PSC y Comuns no suman. Se necesitarán un mínimo de tres socios, lo que enreda todavía más los vaticinios. A Trias solo le vale ganar.
Si no hay mayoría absoluta alternativa, gobierna la lista más votada. Esto nos lleva a citar un primer error de Trias: avanzar que apoyará la lista más votada si él no es el primero. Hacer esta afirmación sin haberlo pactado antes con nadie puede suponer que le dejen en la cuneta. Fíjense cómo Collboni está rehuyendo posicionarse sobre una sociovergencia tan eventual como remota a la vista de los planes de Pedro Sánchez con Podemos.
Cometerá otro error Trias si no deja claro su modelo para Barcelona, económico, social y cultural. Si se trata de retomar lo que fracasó en 2015 simplemente por la oportunidad de un estado de opinión desfavorable a Colau, el activo se queda corto.