“Me arrepiento de no haber venido antes”

Alfred Granell celebra la flexibilidad profesional que ha encontrado en un hospital de Francia

Alfred Granell, psiquiatra en Francia

Normandía

LV

La semana que viene, Alfred Granell Gorrochategui, de 50 años, tiene una entrevista para obtener la nacionalidad francesa. Estudió en la Universitat Autònoma de Barcelona, realizó la especialidad de Psiquiatría en el Consorci Sanitari de Terrassa y ejerció en hospitales de Sabadell, Granollers o Mataró antes de hacer las maletas, rumbo a Normandía, en mayo del 2015. “En cierta manera, me vi obligado. Aunque sabía que las condiciones eran buenas y alguna vez había pensado en venir, lo hice un poco empujado por las circunstancias”.

Hace siete años denunció ante el colegio de médicos una serie de infracciones en el trabajo y fue expedientado por un superior, al que demandó. Durante el proceso, que terminó con una resolución judicial a su favor, decidió emigrar a Francia, amparado por el conocimiento del idioma. “Me ha salido muy bien, algunas veces me arrepiento de no haber venido antes”, afirma.

“En España el médico acaba siendo un funcionario a toque de pito; es aberrante”

¿Tan gratificante resulta ejercer la medicina en Francia? Bastante, a juzgar por la experiencia de Granell, que ha descartado las oportunidades de regresar. Trabaja en un hospital psiquiátrico departamental en la región de Normandía, al noroeste del país. “Aquí he encontrado algo difícil de explicar”, reflexiona: “Hago un poco lo que quiero. Aparte de mejores condiciones salariales, vuelves a ser el maestro de tu carrera profesional. Tengo muchas oportunidades para hacer colaboraciones con la Administración, esto en Catalunya era impensable. Colaboro con la Gendarmería y con el Tribunal Penal de Caen. La medicina siempre se ha considerado una profesión liberal. Tú organizabas tu tiempo y podías hacer varias cosas siempre que cumplieras con tus compromisos. Aquí, el hospital me da todas las facilidades del mundo. En España, el médico acaba siendo un funcionario a toque de pito. Desde el punto de vista de la naturaleza de la profesión, esto es aberrante; el médico nunca había sido como un funcionario de Correros”.

Además de flexibilidad profesional, Granell ha encontrado una nómina más onerosa, un 30% mayor, y mejor calidad de vida junto a su esposa y sus tres hijos, que aterrizaron en Francia con 9, 7 y 5 años. (“Vinieron con catalán, castellano e inglés, el francés les costó tres meses. Ahora son los que sacan mejores notas de francés en sus clases”, precisa).

Próximo paso: obtener la nacionalidad con toda la familia. Se lo han recomendado para poder iniciar en breve una colaboración como psiquiatra con el ejército francés. Se trata de atender las complicaciones mentales de los soldados. Ningún problema: “Te dan todas las facilidades. Pedían que fuera tres tardes a la semana, yo dije que solo podía disponer de una, y te lo conceden”.

Por su vivencia, Granell ha hecho proselitismo de la emigración entre compañeros de estudios. Para muchos, la única reserva es el idioma, asegura. No es un problema para su hermano, hematólogo que ha ejercido en varios hospitales catalanes y hace unos meses se ha establecido en el hospital universitario de Toulouse. “El tema del francés lo llevábamos los dos bastante bien y ha visto que a mí me va bien”, argumenta el psiquiatra.

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