"Mi padre es un monstruo": el trauma oculto de crecer en el maltrato a una madre

Violencia de género

 El TESTIMONIO: Dos mujeres y un hombre relatan su infancia en un entorno vejaciones psicológicas y físicas

 EN RIESGO: Más de 1,6 millones de menores viven en hogares en los que la mujer está sufriendo algún tipo de violencia

 Los expertos aseguran que se puede salir adelante pero que es necesaria ayuda psicológica y considerar a los hijos víctimas

El padre de María la maltrató psicológicamente y ahora ha fundado una asociación para ayudar a otras personas

El padre de María la maltrató psicológicamente y ahora ha fundado una asociación para ayudar a otras personas

EMILIA GUTIERREZ

Carlos creció en un hogar en el que el insulto era la tónica. La violencia verbal y también la física formaban parte de un día a día de sillas y puertas destrozadas. Asegura haber sufrido acoso y se ve incapaz de llevar una vida normal. María tuvo un intento de suicidio con 18 años y huye de cualquier relación cuando ve la mínima señal de una actitud parecida a la que tenía su padre. Y María J. nació en un ambiente de violencia verbal: tiene ansiedad, miedo a la oscuridad y reconoce que pone muchos límites con la gente. Sus historias y su manera de ser y sobrellevar las adversidades son diferentes, pero todas tienen en común haber nacido y crecido en entornos de maltrato físico o psicológico. O ambas cosas. Son hijos e hijas de maltratadores. Y relatan en primera persona cómo lo vivido les ha marcado con la esperanza de ayudar a otras personas. 

María J. y su madre abandonaron el domicilio familiar y se mudaron de ciudad cuando ella tenía seis años escapando de los malos tratos

María J. y su madre abandonaron el domicilio familiar y se mudaron de ciudad cuando ella tenía seis años escapando de los malos tratos

César Rangel

Según los últimos datos, más de 1,6 millones de menores viven en entornos de maltrato. Tras salir de ese infierno, les queda un camino de trabajo psicológico para lograr que lo vivido no marque sus vidas. Se puede conseguir, aseguran los expertos, pero es necesario considerarlos de verdad víctimas de violencia de género y dedicar más recursos.

“Mi padre era un auténtico monstruo”. Carlos (nombre ficticio) hace 30 años que no tiene trato con su progenitor, pero lo que vivió los ocho primeros años de su vida le ha marcado hasta el punto que tres décadas después aún es incapaz llevar una vida normal: “Debería afrontar la situación como un adulto, pero mi reacción es escapar y esconderme”, reconoce este hombre de 38 años. Hay olores que aún hoy le recuerdan a él y tiembla cada vez que oye unas llaves que abren la puerta. Él nació en el maltrato, pero también buena parte de su entorno. En un ambiente en el que los golpes a las mujeres eran algo más que normalizado. La primera etapa de su infancia la pasó con su madre, su hermana (tres años mayor que él) y su padre. “Su obsesión era cogernos por el cuello”, relata este hombre que aún sigue en tratamiento psicológico.

Aún existe la convicción que si se recupera la madre, lo hacen los hijos y no es así. Necesitan ayuda psicológica

Miguel Lorente Acosta, profesor de medicina legal de la Universidad de Granada

La madre de Carlos sufrió las vejaciones verbales, “los golpes en el cristal de la mesa para no dar un puñetazo” y también las agresiones físicas y sexuales –escuchadas desde la otra habitación- en presencia de sus dos hijos, que también fueron víctimas, además, de maltrato psicológico. Carlos soportó directamente el menosprecio constante de un padre que nunca se ocupó de cubrir las necesidades básicas de la familia, algo que les obligó, durante un largo tiempo, a comer gracias a la ayuda de vecinos y familia.

María (nombre ficticio) tiene 29 años y nunca ha pasado hambre porque procede de una familia adinerada. Nunca convivió con sus padres porque se separaron pronto. La cuidaron sus abuelos maternos. No vio, aunque asegura que sucedió, el maltrato de su padre a su madre, pero sí que lo ha vivido con otras parejas de su padre y en ella misma hasta que a los 22 años rompió toda relación con él. “Vi que estaba repitiendo patrones con mis parejas”. Y cuando acabó en los juzgados por “maltrato físico”, decidió someterse a terapia. Con 18 años, tuvo un intento de suicidio y fue la ayuda psicológica que siguió –aunque critica que el sistema de salud únicamente la visitaba cada tres meses- la que le empujó a alejarse de su padre al que define como “narcisista y psicópata”. Y pregunta “¿Un menor tiene derecho a estar con su padre o debe tener el derecho de alejarse de un maltratador?”

Con 18 años, María tuvo un intento de suicidio. Hoy escapa de cualquier relación en el que haya un mínimo indicio que le recuerde a su padre

Con 18 años, María tuvo un intento de suicidio. Hoy escapa de cualquier relación en el que haya un mínimo indicio que le recuerde a su padre

Emília Guitérrez

Algo similar piensa María J., de 24 años. Creció en un ambiente de maltrato psicológico y recuerda que con cinco años le suplicaba a su padre que dejara en paz a su madre. Su entorno fue de abuso. Cuando María. J tenía seis años, su madre decidió separarse y se mudó de ciudad con ella. El “chantaje emocional” del padre hizo que su hermana C. –nueve años mayor- se quisiera quedar en el domicilio familiar. Tres años más tarde, las visitó y decidió instalarse con ellas al descubrir que “era posible vivir en una casa sin gritos ni insultos”.

Violencia de género

La larga lista de secuelas por ser hijo de un maltratador

Maria J., Carlos y María son niños maltratados. Es uno de los “avances” que se ha conseguido en materia de violencia de género, explica el forense y profesor de medicina legal de la Universidad de Granada, Miguel Lorente Acosta, porque antes se les consideraba “víctimas indirectas”. Y ese maltrato tiene consecuencias en los menores que lo presencian y sufren, explica el forense. “Tienen más riesgo de sufrir depresión de consumir sustancias tóxicas –especialmente alcohol- y también pueden ejercer violencia a sus hijos o normalizarla”, detalla. La psicóloga clínica, experta en victimologia y violencia contra las mujeres, Sonia Vaccaro, añade problemas con las relaciones –en especial de pareja-, trastornos alimentarios y del sueño, fobias, miedos e inseguridades. Vaccaro asegura que estos niños tienen muchas dificultades para relajarse y que este “estado de alerta” puede durar hasta la vida adulta. A pesar de ello, señala que las secuelas varían –y también su intensidad- en función de cada historia.

Carlos sigue en terapia desde la separación de sus padres. Para Maria J. fue un alivio porque ha crecido sin padre pero sin gritos. Y lo mismo le sucedió a María. A pesar de ello, la distancia no es suficiente. Lorente y Vaccaro aseguran que es posible sobreponerse a una infancia de maltrato, pero que es necesaria ayuda psicológica. El forense reconoce que hay un “déficit de apoyo institucional” primero porque aún existe la convicción que “si se recupera la madre, lo hacen los hijos y no es así”. Avisa que es complicado llevar a la practica las medidas previstas y pide que se emplee un “abordaje más reparador que incluya a los niños y niñas”. También cree que los hijos no puedan ver al padre hasta que éste no se someta a terapia, algo que sucede, asegura, en muy pocos casos.

¿Un menor tiene derecho a estar con su padre o debe tener el derecho de alejarse de un maltratador?

María, hija de maltratador y fundadora de ARIMAAsociación para la Reparación de Infancias Malqueridas

La mala vida fue forjando la personalidad de Carlos. En el colegio nadie conocía su historia y su situación era de “aislamiento total”. Ello le puso, explica, en la diana de los “depredadores” y asegura que sufrió bullying primero y luego acoso laboral. Una artritis reumatoide le ha provocado una incapacidad laboral y le ha obligado a volver a casa de su madre por dificultades económicas. Ahora “sobrevive” y cuenta que huye de cualquier olor o aspecto que me recuerde a su padre Le cuestan y mucho las relaciones sociales “pongo un listón altísimo y cuando alguien me halaga desconfío de esa persona”. Y no es capaz de tener vida sentimental.

María sabe que no todos los hombres son iguales pero reconoce que se siente más cómoda en relaciones con chicas

María J. sabe que no todos los hombres son iguales pero reconoce que se siente más cómoda en relaciones con chicas

César Rangel

María J. y su hermana C. empezaron terapia hace apenas un año. Ella se medica contra la depresión, tiene ansiedad y miedo a la oscuridad. Es bisexual, pero asegura que a menudo se siente más cómoda en relaciones con chicas y que cree que puede ser consecuencia de la relación entre su padre y su madre. “Sé que todos los hombres no son iguales, pero me cuesta", explica. Carlos va más allá y asegura, aunque reconoce que suene fuerte, que para él “todos los hombres son maltratadores hasta que demuestren lo contrario”.

Y María explica que ha sido “fuerte” en lo práctico pero no ha tenido una vida fácil. “Ser hija del odio ha tenido consecuencias destructivas”, asegura. Sigue con terapia y reconoce estar bien porque está sola.

Sin denuncias

El 77 % de las mujeres salen de la violencia a través de la separación

La ausencia de denuncias es uno de los aspectos que más dificulta la reparación del daño. Lorente Acosta recuerda que el 77% de las mujeres “salen de la violencia a través de la separación” y ahí solo se deciden aspectos relacionados con la custodia o el régimen de visitas. Advierte que “la mayoría de violencia no está en los juzgados de mujer sino en los de familia” por lo que cree imprescindible articular medidas de detección a nivel sanitario, “que es donde están el 100% de mujeres y niños y niñas”.

María define a su padre como

María define a su padre como "narcisista y psicópata” y ha llegado a hacerle la maleta a parejas dde éste para que escaparan

Emilia Guitérrez

Durante buena parte de la convivencia de los padres de Carlos no hubo denuncia. “Si mi padre le daba una bofetada a mi madre o la humillaba y se iba llorando a casa de mis abuelos estos de decían que no fuera tan arisca”, lamenta. Y cuando lo intentó asegura que la policía “prácticamente se reían de ella” asegurando que iba a ser “peor” porque tendría que volver a casa. La única acusación por violencia de género que interpuso la madre de Carlos fue una vez decidida la separación y lo hizo forzada por su hermana tras una agresión en su presencia. Durante el periodo de separación pasaron dos años prácticamente recluidos con los toldos bajados por miedo a las represalias.

En el caso de María J. no hubo nunca denuncia pero se reconoce víctima de violencia de género y también vicaria. A pesar de todo, no ha cortado del todo la relación con su progenitor porque tiene dos hermanas pequeñas y quiere que éstas sepan que “estoy ahí para ayudar”.

Muchas víctimas aún siguen con terapia mientras intentan ayudar a otros afectados

María, Carlos y María J., con 29, 38 y 24 años aún necesitan en estos momentos ayuda psicológica. En algunos casos, como el de Carlos, por la dureza de lo vivido, y en otros, como María J. porque la ha buscado más tarde. Pero todos ellos tienen claro que este apoyo es crucial para seguir adelante. Carlos tiene un alter ego en Twitter, HMaltratador, a través del que reflexiona sobre su vida, libera pensamientos e intenta ayudar a otras víctimas. Algo similar le pasa a María que ha empezado ahora a montar ARIMA Asociación para la Reparación de Infancias Malqueridas. María, que ha estudiado historia del arte y periodismo cultural, también tiene un canal de YouTube. Y ha creado la asociación para ofrecer ayuda psicológica poner sobre la mesa que hay niños que “no son queridos por sus padres y que eso conlleva problemas cuando eres adulto”. María J. y su hermana C. colaboran en la asociación Contra la Violencia Vicaria M.A.M.I, cuya presidenta, Rosalía, lucha ahora por recuperar a sus hijos tras separarse de su pareja, que la maltrataba psicológicamente.

Todos los entrevistados tienen esperanzas en salir adelante. Le ponen voluntad. Y trabajan también para ayudar a cualquier menor o adulto que, como ellos, ha vivido una infancia marcada por el maltrato.

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