La pandemia de la covid-19 no es la primera gran amenaza microbiológica para los humanos. Tampoco será la última, así que toca reforzar la prevención. Es la principal reflexión de la reciente conferencia CaixaResearch ‘Pandemias: superando la covid-19 y preparándonos para el futuro’, organizada por la Fundación “la Caixa” y Biocat. Porque si algo nos han enseñado la covid-19 es que los casi 8.000 millones de seres humanos de toda condición y lugar de residencia somos extraordinariamente vulnerables a padecer infecciones independientemente del origen geográfico del brote. Vivir en un país rico del norte o en uno pobre del trópico no supone un freno para el avance de patógenos microscópicos que no entienden ni de pasaportes ni de niveles de ingresos.
Cuando de nuevo repuntan los contagios en Europa, afortunadamente con menor letalidad por el avance de las vacunas, los test de diagnóstico rápido y los tratamientos antivirales, microbiólogos, médicos, veterinarios y expertos en salud pública advierten que las epidemias a gran escala, incluso pandemias de índole global, serán cada vez más frecuentes y peores. “Vendrán más pandemias como la de la covid-19 y tenemos que estar preparados para afrontarlas”, destaca Julià Blanco, investigador de IrsiCaixa. “Es crucial que reflexionemos acerca de lo aprendido en esta crisis sanitaria provocada por el SARS-CoV-2”.
Humanos, animales y medio ambiente
La covid-19 nos ha enseñado que las grandes enfermedades microbiológicas no conocen de fronteras. También, que pueden pasar de una especie a otra con total naturalidad. Plantearse atajar cada enfermedad cuando surja y de forma aislada es solo poner parches a un problema mucho mayor. Echando un vistazo a las grandes epidemias más recientes (ébola, fiebre aviar, vacas locas…) se aprecian dos puntos en común: la intervención de animales como origen del contagio (zoonosis) y un contexto de emergencia climática.
“Si queremos prevenir y estar mejor preparados para afrontar futuras pandemias, no podemos seguir pensando solo en clave de salud humana, como si estuviera aislada. Es hora de adoptar un enfoque holístico y comenzar a considerar la relación de la salud humana con la animal y ambiental”, advierte Rachel Lowe, profesora asociada y Royal Society Dorothy Hodgkin Fellow de la London School of Hygiene and Tropical Medicine.
Ese enfoque holístico es lo que se conoce como One Health. Si un virus o una bacteria puede afectar a los animales domésticos o a los de granja para consumo alimentaria, también es un problema para los humanos. Si el cambio climático fuerza a migraciones animales o aumenta la incidencia de enfermedades en especies salvajes que puedan contagiar al humano, bien directamente o a través de la cadena alimentaria, deben considerarse no como un asunto menor para ecologistas, sino como un problema prioritario de salud pública. One Health implica tender puentes entre la salud humana, la veterinaria y el control medioambiental.
Cada vez, contagios más rápidos
No es que en tiempos pasados no hubiera epidemias letales. Prueba de ello fue la peste negra durante la Edad Media. Aunque esta enfermedad, transmitida por las pulgas de las ratas, ya había irrumpido en los Balcanes en tiempos de Justiniano, no sería hasta siglos después cuando se expandiría con toda crudeza. Epidemiólogos e historiadores datan el origen de la segunda gran epidemia de peste en el lejano oriente. Hizo escala en Crimea y, cortesía de la ruta de la seda, las ratas contagiadas llegaron a los puertos europeos en galeras genovesas.
Un estudio del CSIC confirma que las peregrinaciones religiosas a lugares sagrados como Roma o Santiago de Compostela también contribuyeron a la propagación de los contagios. Entre 1346 y 1353 murió entre el 30% y el 50% de la población europea. Ese mismo estudio arroja luz sobre un punto clave para entender la evolución de las pandemias: cuanto más interconectado está un lugar y sus ciudadanos, más vulnerable queda a infecciones de todo tipo.
Epidemiólogos e historiadores datan el origen de la segunda gran epidemia de peste en el lejano oriente
Mientras en el siglo XIV la propagación por vía marítima podía alcanzar unos 40 kilómetros diarios, y unos 0,5 y 2 kilómetros por vía terrestre de media (el comercio por tierra solía limitarse a mercados locales), en 2020 el SARS-CoV-2, identificado por primera vez en el sudeste asiático, pasó en cuestión de días a todo el mundo, empezando por las ciudades más desarrolladas y mejor comunicadas.
“Las medidas implementadas en los últimos años para reducir riesgos se basaban en una narrativa errónea. Nos centramos en los países de rentas bajas y en la naturaleza, como focos de potenciales nuevos brotes, cuando son los países de rentas altas los que más riesgo tienen de desarrollar esos nuevos patógenos y diseminarlos”, destaca Richard Kock, investigador del Royal Veterinary College de la University of London, para quien es crucial que la inversión de recursos se traslade en fortalecer los servicios sanitarios públicos y la cooperación entre países en un marco de salud global.
Prevenir también es aprender
Una pandemia como la actual ha servido para ver las costuras a estrategias de salud equivocadas o insuficientes. Es el momento de tomar perspectiva, aprender de la experiencia y sacar conclusiones para que algo así no vuelva a suceder. Para Carolyn Reynolds, con tres décadas desarrollando políticas de salud pública en Estados Unidos y cofundadora de la iniciativa Pandemic Action Network, “ha faltado inversión en salud pública, en sistemas de vigilancia epidemiológica que deberían estar alineados para avisar con antelación. También ha habido carencias en las infraestructuras, en educación y en la comunicación para combatir la desinformación”.
Con la lección aprendida, Reynolds hace hincapié en la necesidad de crear nuevas estructuras capaces de contener nuevas zoonosis, “tanto en los países de rentas bajas como en los más adinerados”. Los microorganismos patógenos no avisan, solo cabe anticiparse y estar preparado para contenerlos y combatirlos. Los avances científicos en estos últimos meses demuestran que es posible combatir de forma eficaz.
La asignatura pendiente sigue siendo la prevención y la creación de estrategias interdisciplinares globales, bien coordinadas y con criterios de equidad. Basta un dato para comprender el alcance de implementar estrategias asimétricas: a pesar del desarrollo ultrarrápido de vacunas contra la Covid-19, su distribución y administración está siendo sumamente desigual. Así, mientras en los países ricos el porcentaje de población vacunada con pauta completa camina hacia la inmunidad de rebaño, África, con solo un 3,5% de población vacuna, sigue estando muy lejos de tener la pandemia bajo control. Entra una situación y otra solo hay unas horas de avión.