La maleza avanza indomable entre los pocos muros que siguen medio en pie en La Mussara, sin habitantes desde hace más de seis décadas. Josep Magrané cuenta que fue la penúltima persona que vino al mundo en este pueblo del Baix Camp, un 24 de octubre de 1950. Sus padres tenían un horno de pan, una taberna y campos de cereales, pero la vida allí arriba era extremadamente dura, sin electricidad, ni médico, ni escuela y con muy poca agua. Así que los Magrané Estivill dejaron su vivienda, Ca l’Estudiant, y como otras familias se instalaron en la cercana Vilaplana en busca de más oportunidades. La Mussara es uno de los 315 núcleos despoblados de Catalunya que han documentado, hasta el momento, los equipos creados por la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y el Institut Ramon Muntaner (IRMU).
Esta es una cifra de mínimos pues la investigación está en marcha y siguen descubriéndose enclaves que alimentan el inventario “Pobles Abandonats. Una herència universal per al Coneixement i Desenvolupament del Territori”. Además, en base a los últimos datos publicados por el Idescat, alertan de que al menos otras 350 aldeas con menos de diez habitantes están en peligro de extinción.
La iniciativa se gestó en el 2018 al comprobar los resultados del trabajo de campo realizado durante una década por 600 estudiantes de primer curso de Arqueología de la UAB en villorrios abandonados. Los alumnos recopilaron tal cantidad de información sobre la historia, la economía, la antropología y la geografía de antiguas poblaciones que pusieron en bandeja la oportunidad de radiografiar las causas del éxodo. Òscar Jané, profesor de Historia Moderna y Contemporánea de la UAB y coordinador del proyecto, pensó que la labor de sus pupilos podía ser el punto de partida de un análisis más ambicioso del conjunto de la Catalunya vacía, con el fin de crear una base de datos que sirva a la administración y a la sociedad civil a la hora de plantearse actuaciones.
El estudio abarca todo tipo de asentamientos, tanto aldeas como conjuntos de masías, colonias industriales o barrios, de los territorios de habla catalana. Además de recopilar los que ya se han quedado sin nadie también indagan en los que albergan a menos de 30 vecinos y existe el riesgo de que desaparezcan a corto plazo.
A lo largo de la historia han fracasado planes para reocupar o promover complejos turísticos en algunos destinos, en otros fructifican iniciativas para devolverles un atisbo de vida
El objetivo es saber qué ha pasado y las perspectivas de futuro, es decir, si existe alguna posibilidad de que prospere la repoblación en, por ejemplo, La Mussara, dependiente del municipio de Vilaplana; Fatxes, en Vandellòs; Marmellar, en El Montmell; Peguera, en Fígols; El Comte, en Baix Pallars; Saverneda, en Soriguera, o Esplugafreda, en Tremp, por citar algunos. A lo largo de la historia han fracasado planes para reocupar o promover complejos turísticos en algunos destinos, en otros fructifican iniciativas para devolverles un atisbo de vida, aunque solo sea recuperando la celebración de las fiestas patronales.
Causas de la marcha de los vecinos
Varios crímenes e historias de brujería desataron el miedo en Fatxes
Ernest Cabré, del equipo de trabajo de Tarragona, menciona el caso de Remullà, en Vandellòs-L’Hospitalet de l’Infant, “donde se han reconstruido algunas casas gracias a un equipo de voluntarios”. En este mismo término municipal, Fatxes tuvo su época luctuosa aunque en el siglo XXI disfrutó de algunos momentos de gloria. El abandono empezó en 1950 después de que “Jaume de Cal Tabà apuñalara hasta la muerte a sus padres y a su hermana pequeña y huyera con una escopeta...”, relata Gener Aymamí en Rutes pels despoblats del Camp de Tarragona (Cossetània). Estos crímenes, otro que se produjo en 1962, cuando un temporero degolló a su mujer, y las historias de brujería desataron el miedo y mucha gente dejó sus hogares. Más recientemente, el arquitecto japonés Masayuki Irie, experto en la obra de Gaudí, rehabilitó dos edificios que, lamentablemente, fueron vandalizados y ya languidecen como el resto de viviendas.
“La mayoría de núcleos se despoblaron entre 1950 y 1960 aunque en algunos el proceso se inició antes de la guerra civil. Los nueve grupos de trabajo que tenemos repartidos por Catalunya verifican en el terreno la situación actual de cada uno de los más de 300 pueblos y recaban información documental”, comenta M. Carme Jiménez, directora del IRMU.
El proyecto también pretende esclarecer el porqué de los fracasos de ciertas repoblaciones.
El Pallars Jussà es la comarca con más pueblos abandonados, 41, según el estudio
Los Pirineos es una de las principales zonas de estudio, no en vano, esta área geográfica es de las que en términos relativos ha tenido un declive demográfico más pronunciado. El Pallars Jussà es la comarca con más aldeas sin ningún vecino, un mínimo de 41, según el primer recuento del equipo coordinado por Carles Barrull, stécnico del IRMU. “La construcción de embalses y la inundación de pueblos y campos de cultivo, las políticas de reforestación masiva y la mecanización del campo son algunos de los factores que influyen en la pérdida de habitantes y, consiguientemente, en el cierre de servicios y de escuelas”, indica Barrull. Solo en Tremp han detectado 16 núcleos deshabitados.
En el Pallars Sobirà
La calidad de vida ha atraído a nuevos habitantes a Alins, Vilamur, Rubió o Gerri de la Sal
Municipios con multitud de villorrios diseminados es el denominador común en los Pirineos. En algunos, los habitantes se cuentan con los dedos de una mano y solo en vacaciones recobran temporalmente el anhelado vigor. La pandemia impulsó un cierto trasvase de urbanitas a entornos rurales aunque muchos han regresado a la ciudad a medida que se ha ido recuperando la normalidad. Aún así, la calidad de vida que ofrecen las localidades de montaña ha atraído a un puñado de jóvenes y no tan jóvenes en Alins, Vilamur, Rubió o Gerri de la Sal, en el Pallars Sobirà.
Claudia Castaño y su pareja, Albert Santoja, dejaron Molins de Rei para instalarse en Rubió con la misión de transformar el amplio edificio en el que viven en una casa de turismo rural. Actualmente, son los únicos residentes fijos en este enclave a 1.700 metros de altitud. Rubió ha evitado de momento el abandono pero sigue en la larga lista de pueblos en grave peligro de extinción.
Retroceso
El ámbito del Alt Pirineu i Aran alcanzó su máximo esplendor en 1860, con 107.627 vecinos, ahora tiene 72.913
El ámbito del Alt Pirineu i Aran, que engloba la Alta Ribagorça, el Alt Urgell, el Pallars Jusà y el Sobirà, la Val d’Aran y la Cerdanya, alcanzó su máximo esplendor en 1860 con 107.627 empadronados, pero a lo largo del siglo XX la regresión fue imparable cayendo hasta los 61.536 de 1998. Tras una breve remontada que supuso alcanzar los 77.189 en el 2011 inició otro retroceso para situarse en los 72.913 del 2020.
La Mussara, incapaz de esquivar la agonía, se ha convertido en un montón de piedras en el epicentro de un paisaje sobrecogedor, sin vecinos pero con la constante visita de turistas y excursionistas que inician o culminan aquí recorridos por las montañas de Prades. Uno de los motivos que dejó a esta aldea sin ni un alma es la escasez de agua, un problema que se hace evidente estas semanas de sequía: la balsa que recoge los caudales de la lluvia, delante de la iglesia, al menos hasta el viernes estaba vacía.