La integración cultural como herramienta de empoderamiento en mujeres inmigrantes
Gente con alma
Para aquellas provenientes de países como Bangladesh, Pakistán, India, Marruecos, las alternativas para aprender el idioma son mucho más reducidas que en hombres
El proceso migratorio puede ser muy solitario para mujeres que llegan desde países cuyas grandes distancias con respecto España se explican más por las diferencias idiomáticas y culturales que por su lejanía física. Así lo entienden entidades como Diálegs de Dona, una asociación que se creó en el 2013 en el barrio del Raval, con la misión de trazar puentes para que muchas de estas mujeres puedan comunicarse en una nueva lengua, aprender acerca de la cultura del país en donde eligieron vivir y, con ello, poder sentirse vecinas y ciudadanas plenas.
Hoy en día, buscan ofrecer “un espacio de encuentro y acogida” para cerca de 250 mujeres, en su mayoría provenientes de Bangladesh, Pakistán, India, Marruecos, Siria, Nepal, entre otros. “Veíamos que llegaban al barrio muchas mujeres de países muy lejanos reagrupadas por sus maridos y que estaban bastante solas, porque no conocían cómo moverse por esta ciudad, con una cultura tan diferente”, explica Mercè Amor, una de sus fundadoras.
La lengua, su principal barrera
En diálogo con La Vanguardia, algunas de las mujeres que asisten a encuentros todos los martes y jueves, relataron el cambio que significó en sus vidas el poder acercarse a este espacio. “Cuando llegamos a este país, nos encontramos muchas dificultades con el idioma, para buscar trabajo, para ir al médico. No podíamos hablar, hacernos entender”, explica Amina (su verdadero nombre está modificado para conservar el anonimato), que migró desde Marruecos hace unos 25 años. El no poder hablar y encontrarse con otros a través de la palabra, las hacía sentir invisibles. “Yo me sentía sorda y muda. No podía entender lo que decían, tampoco hablar”, relata Nazia, una mujer de 44 años, que vino desde Pakistán hace más de 17.
El idioma, para ellas, se presentó como una puerta cerrada, que las anclaba al “estar en casa”. “Nuestra cultura es diferente, nosotras estamos en casa. Los hombres pueden trabajar y aprender la lengua fuera, tienen más alternativas. Si las mujeres están siempre en su casa, ¿cómo aprenden?”, dice Tamanna, de 39 años. Cuenta que cuando llegó de la India, hace 16 años, estaba embarazada y no podía comunicarse con su obstetra si no era a través de su marido.
Ese período de estar solas dentro del hogar les significó años. El mapa de la ciudad les resultaba ilegible y la comunicación con sus vecinos imposible. Por eso, siempre que salían era acompañadas por su marido o alguna amiga, para que pudieran oficiar de interlocutores. Explican que sus maridos, además, tienen jornadas de trabajo que rondan entre las 12 y las 14 horas, con solo un día de fiesta.
Mientras para la mayoría esa puerta permanecía cerrada debido a la imposibilidad de comunicarse, en el caso de Amina se explica porque su marido le ponía una llave: “Él me encerraba, todo el día hasta la noche. Tampoco me dejaba estudiar, por eso no pude hacerlo mientras estuve con él”. La impotencia de ese recuerdo alcanza a agrietar su voz y cubrir su rostro de lágrimas.
La complicidad entre mujeres
Mercè Amor explica que, ante todo, Diàlegs de Dona propone ser un lugar de encuentro, de comunión entre estas mujeres y a la vez un espacio donde puedan adquirir herramientas. “No somos una clase de lengua, pero cuando llegas a un país lo primero que tienes que aprender es a hablar y conocer su cultura, conocer tu barrio. Queremos que puedan tener autonomía, que no tengan que ir siempre con el marido o una amiga que las ayude. Que se sientan cada vez más fuertes e independientes. Que sean ellas, y puedan sonreír”. Muchas mujeres, afirma, se acercan asustadas, “pero al cabo de los días ya les cambia la cara”.
Nazia lo vivió de esa manera: “Aquí no solo aprendemos lengua o gramática, también de cultura, de política. De lo que está pasando en el mundo. Hacemos salidas culturales. Cuando venimos, nos dan abrazos, mucho amor, confianza para aprender”. Tamanna, que incluso relega horas de trabajo para poder venir a los encuentros, remarca: “No sólo aprendemos un idioma, también nos empodera. Podemos salir solas, ir al banco, leer y firmar documentos, tener entrevistas con los profesores de mis hijos, ir al médico. Podemos llevar nuestra vida casi como una mujer de aquí, antes estábamos más bajo”.
Uzna, que tiene un hijo con autismo, agradece poder llevarlo todas las semanas a su visita con el psicólogo, y entender lo que le dice el profesional, “antes no entendía nada, ahora sí y además no dependo de mi marido para poder ir”.
Este espacio es para ellas un lugar de encuentro donde pueden traer sus problemas del día a día, sus inquietudes, y ser escuchadas. “Después de clase podemos hablar en privado, nos aconsejan, nos ayudan a resolver problemas de la casa, de papeles, de la familia”, dice Uzna.
Además, el hecho de que esté pensado solamente para mujeres hace que se puedan sentirse seguras para alzar la voz. “Si en esta clase hubiera también hombres, ¿os sentirían cómodas?”, les pregunta Mercè Amor. Todas ellas responden que no, “porque nuestra cultura es totalmente diferente que aquí, las mujeres y los hombres están separados. Si estuvieran aquí no podríamos aprender nada, no podríamos hablar”.
El encuentro, lo que las torna visibles
Mercè Amor explica que para la asociación no solamente es importante que ellas puedan dominar el idioma, para salir a la calle y poder circular por su cuenta, “además las animamos mucho a ocupar el espacio público, a participar como vecinas. Que pierdan ese miedo y puedan hacerse visibles”. Juntas, participan de actividades y fiestas barriales, e incluso harán una fiesta para mujeres el próximo 13 de marzo en el CCCB, como todos los años.
A veces, las profesoras buscan agrandar los límites del aula y organizan distintas visitas culturales para descubrir los rincones más destacados de la ciudad. El conocimiento se revela en ellas como un artilugio para hacerlas sentir dueñas de su andar y también como iguales a sus vecinas. Si es este un lugar “de encuentro”, lo es porque lo gesta y nutre puertas adentro, pero también porque lo posibilita con el afuera.