¿Cómo afecta el impacto de un relámpago en el cuerpo humano?
Las figuras de Lichtenberg
Las personas alcanzadas por la descarga de un rayo pueden manifestar unos “tatuajes” temporales en la piel, así como padecer cataratas oculares o sufrir quemaduras por radiación
El verano pasado una violenta tormenta eléctrica hería de diferente consideración hasta a 33 personas en un festival de rock en Alemania. Testigos presentes relataron que tres rayos cayeron sobre las instalaciones que acogían el acontecimiento musical, en el aeródromo de Mendig. El escenario y la torre de control del aeropuerto atrajeron las descargas, que se propagaron hasta las víctimas a través del suelo y de otros objetos como las vallas de metal. Ninguno de los heridos recibió una descarga directa porque “de haber sido así la probabilidad de supervivencia hubiera sido prácticamente nula”, explica el doctor José Manuel Collado, coordinador de la Unidad de Quemados del Hospital de la Vall d’Hebron.
¿Pero sabríamos explicar qué le ocurre al cuerpo humano cuando recibe una descarga de este tipo? Cuando alguien contacta con la electricidad procedente de esta fuente natural, el grado de afectación sobre de la persona es dispar y va en función la potencia de descarga. El herido puede llevarse desde un “bello” tatuaje como recuerdo del tránsito de la energía por sus vasos sanguíneos a patologías mucho más severas como embolias o importantes quemaduras en cualquier parte del cuerpo.
Las figuras de Lichtenberg son una de las consecuencias más llamativas de un accidente de este tipo. Las personas alcanzadas por la energía de un relámpago suelen presentar -durante las horas posteriores a la descarga- una especie de tatuaje con atractivas formas fractales que pueden llegar a recordar precisamente el aspecto de un rayo. Al transitar la energía por los vasos sanguíneos, “estos se dilatan y aumenta el diámetro de los capilares, que favorece la llegada de más sangre a la zona y, por lo tanto, se visualiza en formas rojizas y arborescentes”, detalla José Manuel Collado.
“Se trata de unas marcas temporales que aparecen y desaparecen muy rápidamente, motivo por el que la medicina no puede estudiar con mucho más detalle las causas de su aparición”, aclara el médico de la unidad de quemados del hospital barcelonés. La temporalidad es tal que el Dr. Collado recuerda que en la mayoría de los casos, los pacientes que ingresan en el hospital ya no presentan las figuras de Lichtenberg porque han desaparecido. La circulación de semejante energía a través de nuestro cuerpo puede llegar a ser tan perjudicial que puede provocar –en las horas posteriores- hemorragias o trombosis.
Lesiones similares a las de un aplastamiento
Pero la afectación va mucho más allá y las patologías que pueden sufrir las víctimas de una tormenta pueden ser muy graves. El experto en quemados recuerda que “la corriente eléctrica destruye las células del cuerpo y, consecuentemente, éstas pierden su función”.
La violencia de un relámpago en el cuerpo humano es tal que “las lesiones que sufre la víctima se parecen a las de un aplastamiento, ya que grandes masas carnosas son destruidas, lo que suele provocar una insuficiencia renal”, señala. Los principales órganos vitales de nuestro cuerpo no quedan exentos de sufrir daños significativos. Con un electroshock, el corazón puede perder el ritmo de contracción necesario para sobrevivir y la víctima morir.
Como no podía ser de otro modo, las quemaduras también están presentes en un incidente como este. El efecto Joule provoca que aparezcan quemaduras internas de gravedad bajo una piel de aspecto indemne. Generalmente las lesiones que manifiesta un paciente suelen ser originadas por la propia ropa que se ha encendido con la electrocución.
Problemas psicológicos
La experiencia de sobrevivir a un relámpago no se olvida fácilmente. Los pacientes que han vivido semejante situación “pueden guardar diferentes patologías psíquicas que se basan en trastornos de la conducta, en el ritmo del sueño y en el comportamiento”, relata el doctor. Sin olvidarnos de la inseguridad y del temor que provocan las tormentas en el sujeto.
Cataratas prematuras
Las personas que han recibido un electroshock de este tipo, aunque sean jóvenes, tienden a manifestar cataratas prematuras. Por ello, estos pacientes deben seguir un cuidadoso protocolo de control oftalmológico, ya que un alto porcentaje de ellos predisponen a desarrollar problemas con la opacidad total o parcial del cristalino del ojo. “De hecho, cuando una persona joven manifiesta cataratas prematuras, uno de los procedimientos es comprobar que el paciente no haya sufrido anteriormente el contacto con un rayo”, comenta Collado.
Daños colaterales
Uno de los problemas más graves que sufren las personas alcanzadas son los daños que puede causar la pérdida del conocimiento. Si tras la descarga la persona cae o se desmaya, puede herirse de múltiples maneras y provocarse traumatismos de diferente consideración, así como la propia muerte. “En algunos casos, estos daños colaterales pueden ser mucho peores que las consecuencias directas de la electrocución”, comenta el médico de la unidad de quemados de la Vall d’Hebron.
La radiación del destello
La fuerza de un rayo es de tal magnitud que puede producirnos quemaduras importantes en el rostro, cuello, brazos y manos solo con verlo o presenciarlo. Para el especialista en quemados, el destello de la descarga de un relámpago a escasa distancia de nuestra localización puede provocarnos serias heridas. “El flash eléctrico es la energía en forma de radiación, que no deja de ser la luz que irradia la energía cuando traviesa el aire. Se trata de un arco voltaico que genera calor y que puede provocar quemaduras en la superficie de nuestra piel, aunque nunca puede llegar a electrocutarnos si no existe contacto”, aclara Collado.
¿Cómo evitar los rayos?
Las tormentas eléctricas, cuanto más lejos, mejor. Pero si por cualquier motivo no podemos huir de ellas y no disponemos de una vivienda donde refugiarnos, deberíamos seguir algunos consejos de los servicios de Protección Civil.
Si nos hallamos en el campo, deberemos evitar permanecer en lo alto de colinas y nunca refugiarnos debajo de árboles, sobretodo bajo los solitarios. También deberíamos tener en cuenta no acercarnos a verjas, alambradas y otros objetos metálicos. Por último, si estamos conduciendo y nos vemos sorprendidos por una tempestad, el vehículo cerrado puede convertirse en un buen refugio. Si la tormenta nos sorprende en la ciudad, el abrigo de los edificios protege del riesgo de descargas. Dentro de casa, deberíamos evitar corrientes de aire, ya que atraen los rayos. De ahí la recomendación de cerrar puertas y ventanas durante un temporal.