Gaspar Hernández: "Hay muchas personas que se acaban enamorando de sus psicólogos"
Entrevista
El periodista presenta la novela 'La terapeuta', una historia sobre la ansiedad que narra la relación de dependencia entre una psicóloga y su paciente
La ansiedad es uno de los trastornos más extendidos en la población en este siglo XXI. El ritmo de vida que llevamos, unido a los problemas sociales y económicos derivados de la crisis por la que atraviesa el país, han disparado el número de casos, también entre los hombres. Esta problemática es el tema central de la nueva novela de Gaspar Hernández, La terapeuta , que relata la historia de dependencia de un actor que sufre un episodio de ansiedad, con la psicóloga que lo está tratando. El periodista ha construido una historia, que tiene un trasfondo de intriga, para hablar de temas tan actuales como la vulnerabilidad del ser humano, el miedo al futuro, la importancia de los pensamientos o la sobredimensión de nuestro yo. Hernández cree que nuestra sociedad ha logrado normalizar las visitas al psicólogo, algo que conlleva un fenómeno relativamente nuevo: que el paciente acabe enamorándose del profesional que lo está tratando. Un reto más a tener en cuenta por el colectivo de terapeutas en un sistema de salud, que según el autor, todavía es excesivamente lento a la hora de diagnosticar casos de ansiedad.
-Uno de los personajes de su libro asegura que hoy en día todo el mundo sufre ansiedad. ¿Estamos hablando de la enfermedad del siglo XXI?
-Del trastorno o del malestar del siglo XXI, ya que en la mayoría de casos no llega a enfermedad. Una doctora en psicología me dijo hace poco que, hoy en día, todos somos ansiosos, ya que todos nosotros, en mayor o menor grado, tenemos ansiedad. Esta ansiedad no tiene por qué ser mala siempre; en el fondo la ansiedad es una alarma que nos avisa de los peligros, y gracias a ella los leones no se comieron a nuestros antepasados o cuando salimos a la calle no nos atropellan. El problema de nuestra sociedad es que cronificamos esta ansiedad a consecuencia del miedo, hasta al punto que se convierte en un malestar generalizado y pasa a ser un problema cuando nos bloquea y nos impide hacer cosas.
-¿Tenemos miedo a tener miedo?
-El miedo a tener miedo es una buena definición para la ansiedad pero, sobre todo, tenemos miedo al futuro. El futuro no existe, es una ilusión de la mente; pero en cambio vivimos muy instalados en el futuro como sociedad: queremos tener el trabajo garantizado y controlar nuestra vida futura. Este exceso de control sobre cómo tendría que ser nuestra vida nos genera mucha ansiedad.
-Entiendo, entonces, que con la situación que vivimos actualmente mantener un equilibrio emocional es más que un reto…
-Sin duda. Es un reto y es un trabajo personal. La especie humana está programada para sobrevivir, pero no para ser feliz. La ansiedad es un mecanismo para sobrevivir, pero lo alargamos en exceso. La felicidad es una conquista, y si queremos vivir con un cierto equilibrio, con harmonía y plenitud, sólo lo podemos hacer con un buen trabajo individual y dejando de ser esclavos de las circunstancias. Todos somos un poco veletas que, según el viento que sopla, tenemos un estado de ánimo u otro. Los personajes de mi primera novela, El silenci, lo que hacían era recordar que tenemos el poder personal de escoger cómo nos aferramos a la vida. Es decir, no poner el énfasis en qué nos pasa, sino en por qué nos pasan las cosas.
-¿Etiquetar la ansiedad como un trastorno cada vez más conocido está ayudando a superarla? Entiendo que la ansiedad ha existido siempre aunque no la teníamos categorizada…
-Ayuda a tratarla, sí. Hay buenos especialistas, como psicólogos y psiquiatras, que la saben trabajar bien. También ayuda para divulgarla mejor y darnos cuenta que, detrás de ella, hay un problema, no sólo son nervios. Aún así, un problema grave que expongo en la novela es que nuestro sistema de salud tarda un año y medio de media en diagnosticar la ansiedad. Es un problema porque se diagnostica la ansiedad cuando se han descartado muchas otras patologías: taquicardias, contracturas, etc. Deberían haber más psicólogos en el sistema de salud y nos ahorraríamos mucho dinero. Muchos síntomas físicos se hubieran evitado si un psicólogo nos hubiera diagnosticado esta ansiedad. ¡Incluso medicamentos y médicos!
-Medicamentos. ¿Los tranquilizantes se han convertido en la droga del siglo XXI?
-Son drogas legales, aceptadas socialmente. Matizaría y diría que los psicofármacos son la droga del siglo XXI. Incluiríamos aquí ansiolíticos, somníferos y antidepresivos. Están, efectivamente, marcando una época: la segunda causa de baja laboral en Catalunya es la ansiedad, el estrés y la depresión. Esto ya nos dice mucho sobre cómo estamos viviendo.
-¿El sistema nos está drogando?
-No me atrevería a decirlo así de contundente, aunque es cierto que es un sentimiento que expresa un personaje de la novela. Lo que está claro es que son muchas las personas que paran los golpes gracias a las pastillas, ya que es la única manera de avanzar. Yo estoy a favor de este tipo de medicamentos, siempre y cuando sean para parar el golpe. Cuando se cronifican, lo único que sucede es que tomas los mismos tranquilizantes pero con dosis más elevadas porque uno ya se ha vuelto adicto.
-Torear los ataques de ansiedad, vaya.
-Los ataques de ansiedad no son graves, aunque cuando uno los sufre lo primero que piensa es que se va a morir. Entiendo que para poder parar este golpe o síntomas con mucha ansiedad los tranquilizantes son de una gran ayuda, en muchos casos imprescindibles.
-¿Hemos normalizado nuestras visitas al psicólogo, o todavía hay quien prefiere ocultarlo?
-Por suerte, y a diferencia de hace diez o quince años, se ha avanzado mucho en este sentido. Ir al psicólogo en nuestra sociedad hace pocos años era sinónimo de estar un poco loco; es por eso que mucha gente se escondía. Hoy en día la figura del psicólogo se ha normalizado, está muy presente en nuestra vida y está realizando un gran trabajo.
-¿Las mujeres sufren más ansiedad que los hombres, o es que al sexo masculino le cuesta mucho más expresar sus emociones?
-Ambas cosas. Las estadísticas dicen que las mujeres sufren más ansiedad que los hombres, aunque durante estos cinco años que he estado preparando la novela son muchos los psicólogos que me han dicho que también afecta mucho a los hombres. La diferencia es que en el caso de las mujeres lo suelen reconocer abiertamente y van al psicólogo conscientes de sufrir ansiedad, mientras que en el caso de los hombres acuden diciendo otras cosas y no reconocen abiertamente que la sufren.
-Sigue siendo una asignatura pendiente en el sexo masculino…
-Especialmente verbalizar las emociones y hablar con normalidad de determinados sentimientos. Tradicionalmente las emociones se han asociado más a las mujeres que a los hombres. Es una tendencia que está cambiando, pero va siendo hora que los hombres saquen las emociones hacia fuera, no sólo cuando se enfadan o van al campo del Barça (Sonríe). Tenemos que aprender a hablar con normalidad del miedo, por ejemplo. A los hombres no les gusta mostrar su vulnerabilidad. Todos los hombres de La terapeuta son vulnerables, pero reconocerlo les hace más fuertes.
-Uno de sus personajes masculinos asegura que cuidarse emocionalmente es una moda. ¿Piensa usted como él?
-El hecho de que en los gimnasios de Catalunya se practique mucho yoga quiere decir que las cosas están cambiando. Si fuera una moda, algo que todavía no sabemos, bienvenida sea; después de esta moda quedará alguna cosa. La gestión de las emociones no puede ser una moda porque es un aprendizaje vital que se está introduciendo en las escuelas y que se está integrando más en nuestra sociedad.
-¿Ser autoexigente es la antesala a sufrir ansiedad?
-Sí. Estoy de acuerdo con una frase de la novela que dice que “la autoexigencia y la ansiedad son la cara y la cruz de la misma moneda”. Con frecuencia, somos autoexigentes porque el sistema nos aprieta mucho y nos hace ir con el agua al cuello, y esto provoca exigencia y mucha ansiedad. Otro aspecto que también genera mucha ansiedad es querer agradar a los demás. En nuestra sociedad, a consecuencia de la proliferación de las redes sociales, queremos agradar a más gente que antes, y estamos mucho más pendientes del qué dirán. Esta dependencia a la aceptación de los demás provoca muchísima ansiedad. Soy muy partidario de las redes sociales, especialmente cuando nos permiten hacer piña ante determinadas adversidades, pero al mismo tiempo generamos una nueva ansiedad que consiste en estar pendiente de la opinión de los demás como si tuviera más importancia que la nuestra propia.
-¿Cree que las redes sociales están sobredimensionando nuestro yo?
-Nunca como ahora en toda la historia se le había dado tanta importancia al yo. Esto no pasaba hace diez años: son las redes sociales. Antiguamente, la comunidad tenía más peso en nuestras vidas y nos ayudaba a parar muchos golpes emocionales. Hoy en día estamos más solos y nos miramos demasiado el ombligo. Uno de los trabajos que intenta hacer el protagonista de la novela es el de desdibujarse el ego y no darse tanta importancia.
-En su novela habla de la crisis de ansiedad de un actor de teatro, en un momento en el que hemos conocido algún caso real reciente. ¿Ha sido una excusa para desarrollar su libro o es que en el sector priman los casos de ansiedad?
-Lo he hecho por dos motivos: Primero porque todos somos un poco actores en la vida, nunca como ahora nos habíamos exhibido tanto; y en segundo lugar porque en el mundo del teatro hay mucha ansiedad, miedo escénico y timidez. Es frecuente que esta ansiedad en el mundo del teatro se tape con alcohol y drogas. Hablo de Occidente en general, no me estoy refiriendo a Catalunya.
-Su protagonista acaba creando una relación de dependencia con su terapeuta. ¿Es habitual que los pacientes acaben estrechando tanto los límites con los profesionales que los tratan?
-Hay muchos pacientes que se acaban enamorando de sus psicólogos, es algo mucho más habitual de lo que creemos. La relación de dependencia no tendría que existir, pero muchas veces pasa. El psicólogo tiene las herramientas para evitar esta relación. Dicho esto, lo que sucede es que, como la figura del terapeuta se está normalizando, hay muchos pacientes que se acaban enamorando de los profesionales que los tratan. Te contaré una anécdota.
-Eso me gusta.
-Estos días que estoy presentando el libro por Catalunya me he encontrado con alguna mujer que me ha confesado que se ha buscado una psicóloga para evitar enamorarse de su terapeuta y no tener problemas en casa.
-¿Por qué es tan fácil que se dé esta transferencia?
-Porque en apariencia son perfectos. Es una relación desigual, no sabemos nada de ellos y ellos lo saben todo de nosotros; les estamos abriendo la mente. Los vemos como una figura perfecta y no nos juzgan ni nos critican. ¿Qué más queremos? El reto para el psicólogo es como puede trabajar estas situaciones en la consulta.
-¿No es aconsejable dejar la terapia en manos de otro profesional?
-No. Ellos tienen las herramientas necesarias y saben cómo llevar esta situación. Como observador y periodista que estoy rodeado de psicólogos, lo que veo es que ellos lo reconducen bien y que, al final, todo termina en un enamoramiento pasajero mientras que las terapias se reconducen. Lo que sería más complicado, y que prácticamente no sucede, es la contratransferencia: que sea el psicólogo el que se enamore de su paciente. Aquí sí que tienes que dejar correr la terapia.
-Tengo entendido que en el Instituto Gestalt sí que está permitido…
-Sí. Hacen un tipo de psicología que contempla la posibilidad que paciente y terapeuta se enamoren, y su planteamiento es encontrar herramientas útiles que puedan ayudar a la terapia. Me parece muy innovador y transgresor.
-¿Usted ha sufrido algún tipo de contagio de síntomas de sus protagonistas escribiendo esta novela?
-Me pasó al inicio de estar elaborando el libro. Estaba escribiendo sobre un personaje ansioso, pero no era consciente de que hubiera sufrido ansiedad. Me puse tanto en la piel del personaje que empecé a tener algunos de sus síntomas: sensación de irrealidad, taquicardias sin motivo aparente, me costaba conciliar el sueño…Al final, son síntomas que introduje en la novela, es decir, que hubo una doble retroalimentación (Sonríe).
-¿Su rol ante la ansiedad ha sido siempre el de observador, o ha sufrido algún episodio más allá de estos síntomas a la hora de escribir el libro?
-Como creo que todos somos ansiosos, mis ansiedades son comparables a las del resto de la gente. Lo que sucede es que durante el transcurso de la novela se disparó.
-Asegura en su novela que somos adictos a los pensamientos. ¿Me lo explica?
-En Occidente hemos sobrevalorado la razón desde la época de la Ilustración. La razón está muy bien, y sirve para hacer esta entrevista, pero no sirve para que seamos felices. Damos demasiada importancia a lo que pensamos, y parece que esos 60.000 pensamientos que tenemos al día van a misa. Pensamos que tenemos que ser felices según el pensamiento, cuando nos ayudaría a ser más felices la intuición, por ejemplo.
-¿Cómo podemos rehabilitarnos ante este continuo monólogo interior que tanto daño nos está haciendo?
-Hay muchas técnicas: atención plena, meditación, yoga…Todo lo que nos permita bajar a un nivel que no sea sólo el de la mente y observar cuáles son los pensamientos y nuestra manera de funcionar y de ir por la vida.