Con solo 14 años, Silvia Marsó ya tenía claro que quería ser actriz y se estaba preparando para ello. No pasó mucho tiempo hasta que fue elegida como azafata del Un, dos, tres…, donde se convirtió en uno de los rostros favoritos de la pequeña pantalla en su papel de simpática contable en el espacio.
Una popularidad que la llevó a protagonizar algunas series, pero que hizo que, en 1991, desapareciese de televisión para centrarse en su gran pasión: el teatro. Una decisión por la que muchos se llevaron las manos a la cabeza, pues Marsó estaba en la cima de su éxito, y habría recibido contratos millonarios.
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Silvia Marsó, en el 'Un, dos, tres'.
Así lo revela la propia actriz en El Faro de la cadena Ser, donde acudía recientemente como invitada de la periodista Mara Torres, conductora del programa. La comunicadora le preguntó por esa etapa en la que abandonó la televisión en pleno éxito y los contratos que rechazó.
“Sabiendo que con prácticamente 20 años podías tener tus próximos diez, 15 años solucionados; haciendo programas de televisión con una trayectoria como presentadora. ¿Por qué dices no a esas ofertas y vuelves al teatro”, le preguntó Torres, curiosa por esta decisión de optar por un camino menos “mediático”.
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Silvia Marsó en 'El Faro de Mara Torres'.
La actriz insiste en que quería “ser actriz”, no “ser famosa”: “Me ofrecían programas, concursos, me ofrecían miles de cosas”, asegura Silvia Marsó, que recuerda que en aquella época se llegaban a ofrecer los famosos “cheques en blanco”. “Al comienzo de las privadas se rifaban los contratos blindados con cifras astronómicas”, explica Marsó.
“Para ser actriz, si eres veinteañera y estás estudiando, trabajando... Tienes que seguir. Tienes que seguir trabajando, no puedes dejarlo. Empecé a hacer teatro, papeles pequeños en obras con grandes actores, aprendiendo de ellos y aprendiendo de los grandes directores”, continúa.
Ante su decisión, la actriz barcelonesa asegura que nunca se arrepintió. “Yo no quería ser una presentadora, porque yo era actriz. Yo no quería ser mediática, por una cuestión casi romántica o de compromiso con mi profesión”, dice, explicando que en Un, dos, tres al menos desarrolló su faceta de actriz, interpretando su personaje de la contable en el programa.
“En realidad quería poder mirar a los ojos a un actor importante en el escenario y que no sintiera que estaba con una famosa, sino que estaba con una actriz que se lo había currado desde los cimientos; que cuando viniera un crítico no dijiese: 'Ay, la famosa esta que está haciendo tal'. No, no, esta actriz que se lo ha currado desde lo más bajo”, reconoce.
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Silvia Marsó, en el 'Un, dos,. tres'.
Marsó reconoce que, a pesar de sus intenciones y ganas de aprovechar todo tipo de oportunidades, hasta las más pequeñas; ha tenido una gran suerte en cuanto a los papeles que ha conseguido en su carrera. “Si no hubiera renunciado a esos cheques en blanco no los hubiera interpretado”, sentencia.
Una decisión que, como confesó a La Vanguardia la propia actriz, fue apoyada totalmente por su representante por aquel entonces, Damián Rabal -hermano del gran Paco Rabal-, quien le dijo que si quería ser actriz, debía tomar una decisión. “Me dijo ‘Silvia, si quieres ser actriz toda tu vida no puedes ser una famosa televisiva, porque luego el público no te va a creer cuando actúes en Yerma o hagas un personaje dramático’. Y eso pensé yo también, renunciando a un cheque en blanco. Siento tanto respeto como eso por la profesión de actriz”.