El artificio de la autenticidad

El artificio de la autenticidad

El título del primer capítulo de la cuarta temporada de Lo de Évole (La Sexta) no engaña: David, Jose y Jordi. Reducidos al esqueleto de sus nombres de pila, los dos hermanos y almas de Estopa explotan su dimensión más cercana. El periodista Jordi Évole, en cambio, se equipara a sus entrevistados y explora su condición de amigo, colega y vecino y, por extensión, propicia una reflexión, tan interesante como experimental, sobre la masculinidad, la paternidad, las servidumbres del éxito y las raíces. Es interesante comprobar que los mismos ingredientes pueden servir para alimentar algunas escenas de Machos alfa (Netflix). A partir de una intención diametralmente opuesta, más de cine independiente que de comedia ácida, Lo de Évole busca crear una sensación de intimidad (artificial, por supuesto, no olvidemos que el cine y la tele exigen cámaras, mucha planificación y un despliegue técnico que incluso en los equipos más reducidos crea interferencias que los hermanos Muñoz logran superar con una generosidad casi heroica).

Jordi Évole se equipara a sus entrevistados, los hermanos Muñoz, y explora su condición de amigo, colega y vecino

CONVERSACIONES DE CARRETERA. Luego la mesa de montaje transforma las horas de conversación en un buen ejemplo de falsa road-movie sin una meta predeterminada. Todo al servicio de una idea que, por necesidad vital o ambición, se centra en códigos coloquiales, se distancia del corsé convencional de documental y actúa como una declaración de principios. Queda la duda de saber si el interés por la intimidad de unos artistas tan consagrados como los Estopa es equiparable a la de Jordi Évole. El resultado supera los ramalazos de egolatría y subraya lo que es esencial: las dudas generacionales, de clase o identitarias y un elogio de la amistad y la fraternidad con los que muchos espectadores se habrán sentido identificados y/o cómplices. Será una manía mía pero sigo sin entender la insistencia de Évole en convertir sus ataques de narcolepsia en una especie de ritornello de autor. En cambio, entiendo perfectamente que ante una naturalidad y unos sentimientos tan emocionantes y apabullantes como los que manifiestan los Muñoz, Évole sienta envidia. Y que, a partir de buenas intenciones y de no conformarse con el mérito de haber creado el clima y la empatía necesarios para conseguirlo, quiera vampirizarlos.

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