Tras diez años ausente, este 2023 ha traído el regreso a la pequeña pantalla de Julia Otero (Monforte de Lemos, Lugo, 1959). Cada semana, en Días de tele (La 1), recupera acontecimientos históricos y grandes momentos que se vieron a través de la televisión y los vincula a la actualidad. Una reflexión sobre el impacto de las noticias y los personajes que han marcado los últimos 50 años vistos desde la perspectiva actual. Además, en Onda Cero, sigue al frente de Julia en la onda tras ese paréntesis obligado del 2021 en el que se enfrentó a un cáncer.
¿Cuál ha sido el momento más emotivo que ha vivido en las tres primeras ediciones de Días de tele?
Lo más emocionante siempre llega de las personas anónimas. Entrar en el plató y llevarse, antes de empezar, un baño de afecto y abrazos de desconocidos, me sigue resultando una inyección de vida. En el fondo, que nos quieran es el mejor regalo de la vida.
¿Adelántenos algunas de las historias que veremos en próximas ediciones?
Vamos a hablar de amor y desamor, vamos a reunir a Ana y los siete -ya muy creciditos-, aquella serie cuyo final en 2005 vieron casi siete millones de personas; esperamos sentar juntos a Ramón García y Elvira Lindo para hablar de la España de los pueblos vacíos; queremos homenajear al primer ecologista del que aprendimos respeto y amor a la naturaleza y sus criaturas, Félix Rodriguez de la Fuente; nos gustará recordar el orgullo de país que supuso Barcelona 92…
"Es imposible vivir en un mundo en el que la televisión no tenga enorme influencia. La televisión y su poder alcanza incluso a sus detractores"
¿Qué sería de nuestra vida sin la televisión?
Se puede vivir sin ver la televisión, lo que es imposible es vivir en un mundo en el que la televisión no tenga enorme influencia. La televisión y su poder alcanza incluso a sus detractores. En la sociedad del espectáculo y la digestión rápida la tele juega un papel primordial.
¿Cuál es su primer recuerdo televisivo?
Las Historias para no dormir de Chicho Ibáñez Serrador. Aquellos cuentos terroríficos de Allan Poe… Fui una niña con terrores nocturnos que Chicho alimentó como nadie. Cuando le conocí, muchas décadas después, le dije que no le perdonaba!!! Se rió con aquella cara de travesura que siempre le acompañaba.
¿Ahí ya decidió dedicarse al mundo de la televisión o fue más tarde?
Nunca pensé dedicarme a la televisión. Ni a la radio. A mí me gustaba la gente, las historias, la conversación. “Habla como una vieja” me decían cuando era muy pequeña. La pasión por las palabras y la comunicación sí fue temprana. Ganarme la vida con eso fue una casualidad, como casi todas las cosas buenas que ocurren en la vida.
Ahora con las redes sociales, parece que la televisión ya no une tanto a las nuevas generaciones...
La televisión ocupaba el lugar central del salón o del comedor. Y sí, la familia se sentaba junta a verla. Ese mundo ha ido mutando en nuestras narices y, casi sin darnos cuenta, es un vestigio del pasado. Algún día le contarán a los jóvenes del futuro que hubo un tiempo que todos en la casa veían lo mismo en una sola pantalla, como ahora contamos a nuestros hijos lo que eran las cintas de cassette. Y se reirán perplejos. Hoy ya hay tantas pantallas en una familia como miembros tiene. Cada uno a lo suyo, a su pantalla, y poca conversación intergeneracional.
"La radio permite el privilegio de la calma, es una carrera de fondo y la televisión son los 100 metros lisos"
Su otra gran pasión es la radio. ¿Qué tiene la radio que no tiene la televisión?
La radio permite el privilegio y el lujo de la calma: aún se puede entrevistar a una persona interesante 30 minutos seguidos sin que cunda la ansiedad. La radio es una compañera poco invasiva que deja trabajar, conducir, cocinar, pintar… La radio es una carrera de fondo, la tele son los 100 metros lisos. Mi fortuna es haber hecho la radio y la tele que he querido, si no al 100% sí al menos en un porcentaje aceptable para mí.
¿Por qué ha estado tantos años alejada de la televisión?
Un programa diario en la radio de cuatro horas de antena no es compatible con mucho más. Llegaron algunas propuestas pero a veces no me gustaba la música y otras me resultaba ajena la letra. Y hubo años de silencio en que la tele pasó de mí. Nunca he llamado a ninguna puerta.
¿Qué lecciones de vida se ha llevado mientras superaba el cáncer?
La lección es la propia vida, esa que no somos conscientes de disfrutar mientras nos preocupan chorradas y banalidades. La vulnerabilidad es una certeza que te da el cáncer y también que uno no puede morirse antes de morir. Cada día es el día.
“Llega un momento que dices qué más da estar vivo o muerto”, ha dicho.
Los que han pasado por un tratamiento oncológico duro seguro que me entienden. Créeme, no se le puede contar a alguien ajeno a esa experiencia. La suerte es que todos los días malos acaban a las 12 de la noche, y todos los años terribles, el 31 de diciembre.