Contra gustos, no hay nada escrito. Ahora bien, cuanto más particulares sean, más complicado será encontrar a esa persona que se complemente con uno a la perfección. Si no, que se lo digan a la cantidad de solteros que aparecen en First Dates con peculiaridades o requisitos imposibles.
Eder, un valenciano de 31 años, llegaba al famoso restaurante llamando la atención de Carlos Sobera ya desde la entrada por su aspecto, y es que con su peinado, barba y constitución, bien podría haber sido protagonista de la serie Vikingos. No andaba muy lejos, porque el soltero estaba obsesionado con la serie y había cambiado su vida tras descubrir la extensa mitología nórdica.
Eder se transformó radicalmente tras descubrir su pasión por el mundo vikingo.
Sobre lo que buscaba en una pareja, lo tenía más que claro: "Una valquiria que me lleve al Valhala", le dijo a Sobera, que le sugirió dejarle a su cita una nota en forma de pista para que supiese qué iba a encontrar. No dejó muy claro si su definición de Valhala era la misma que en la mitología nórdica, pero sí parece que encontró a su valquiria en la forma de Gema, una murciana que se emocionó al descubrir que iba a tener una cita con un apasionado vikingo.
Gema estaba encantada de la vida con la perspectiva de conocer a un vikingo.
"Soy una persona alocada, super extrovertida. Estoy fatal de la cabeza", decía Gema nada más entrar, "Vamos al Valhala, aquí se calienta la cosa".
La conexión era instantánea: "Me he quedado muerta", decía Gema; a lo que Eder decía: "Esto es el Valhala". Los dos estaban totalmente embelesados el uno con el otro: "Yo me voy con este para el Valhala", repetía Gema, "O me voy con este... Este no se me escapa".
Como era de esperar, la cita fue sobre ruedas. Desde que se vieron el uno al otro estuvieron encantados con todo lo que decían y su pasión por la cultura nórdica, música, videojuegos y literatura hizo el resto. Es más, cuando Eder le contó a Gema que hacía cosplay vikingo, ella casi se muere: "Tengo hasta la espada de Ladgerda, la de la serie", una confesión que incluso hacía que ella parase de comer y le dijese directamente: "¿Pero dónde has estado toda mi vida?".
Gema no podía creerse que existiese alguien como Eder.
Una cena en la que ambos tuvieron clarísimo que eran lo que el otro buscaban, con Gema incluso confesando que se había imaginado a sus hijos con los ojos de Eder. Un futuro muy prometedor y quizá una boda vikinga en el horizonte que hizo la cita perfecta.
Ahora bien, lo mejor estaba por llegar, porque si se llevaron fenomenal durante la cena, mejor lo hicieron en la intimidad del reservado. Eder y Gema no necesitaron ni abrir las Bolas del Amor para dar rienda suelta a su pasión y besarse como si no hubiese un mañana.
Eder y Gema no dudaron en dar rienda suelta a su pasión en en reservado.
"Es igual que si le das un caramelo a un niño; te lo comes", decía Gema, alucinada con los besos de su vikingo y avisando de paso a su madre de que esa noche tenía clarísimo que iba a dormir en Valencia: "Esto es un fichaje. Yo venía buscando al amor de mi vida y me lo han puesto delante", decía, encantada.
Un deseo mutuo, porque tal y como se esperaba, ambos dijeron que sí a una segunda cita, yéndose de la mano y planeando un futuro en común.
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