Traumas inverosímiles

Traumas inverosímiles

Bombas, tiros, sangre, heridos, gritos, tensión, más bombas, más tiros, más sangre, más heridos, más gritos y más tensión. Es una de las descripciones posibles del último fascículo de La casa de papel (Netflix), consagrada por el efecto intimidador de un seguimiento universal, multitudinario y, en consecuencia, indiscutible para mucha gente. En la práctica, hace tiempo que la serie terminó. Si se alarga es porque, como ocurre con muchas relaciones de pareja, las hay que funcionan a través del enamoramiento y el afecto y otras que se mecanizan por interés y por la inercia repetitiva de la costumbre. Convertida en una exhibición de medios propios de una superproducción, la serie, que nunca ha buscado la verosimilitud como potencial magnético, alterna las escenas de acción pura con los flashbacks , que explican la vida anterior de los miembros del comando de asaltantes asediados por una policía y un ejército incompetentes y grotescos. No intentéis analizar La casa de papel desde una perspectiva moral o política porque os haréis daño y os veréis arrastrados por las simplificaciones oportunistas y demagógicas del guion. Por eso vale más digerirla desde una percepción de coherencia con un espectáculo más de cómic que literario en el que el carisma de los personajes, encarnados por el excelente trabajo de los actores (especialmente Álvaro Morte y Najwa Nimri), mantiene un nivel que justifica la adrenalina a granel y la ampliación de una franquicia narrativa que ya es, por méritos propios, uno de los parque de atracciones audiovisuales de referencia.

NUEVA YORK. Netflix también conmemora los veinte años del 11-S de Nueva York con el estreno de Worth (traducida como: ¿Cuánto vale la vida? ), que cuenta la historia del equipo de abogados que tuvo que valorar las indemnizaciones a las víctimas y familiares de los atentados y, en nombre del gobierno, negociar el 95% de los expedientes. Con Michael Keaton y Stanley Tucci, la película es una reivindicación honesta y sensible del pasado que, sin alcanzar nunca el listón de perfección cinematográfica, sí sirve para entender las emociones del momento y darse cuenta de una dimensión de la onda expansiva de los atentados menos conocida. La coincidencia de esta conmemoración con la situación en Afganistán confirma que hay cosas que, entonces y ahora, siempre serán imprevisibles.

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