Las series son como las personas: cuando nos encantan, intentamos obviar o relativizar los defectos como consecuencia del enamoramiento o por cierto sentido de la lealtad. No queremos restarles espectadores potenciales y cambiar la imagen que se tiene de ellas solo por haber bajado un poco el listón. Miramos los episodios detectando elementos que se tambalean y hacemos ver que “aquí no pasa nada” con la esperanza de que todo tenga una explicación. Sin embargo, ahora que hemos podido digerirla quizá es hora de reconocer que la temporada final de El método Kominsky de Netflix fue simpática, divertida pero también fallida. Y poco tuvo que ver la ausencia del inmenso Alan Arkin, que era el corazón de la serie como el gruñón de Norman, sino más bien la estructuración de las tramas y las prioridades del creador Chuck Lorre.
El método Kominsky le sirvió para ejercitar su músculo como guionista y demostrar que podía salir del cajón en el que él mismo se había metido con Dos hombres y medio y The big bang theory . Podía escribir diálogos hilarantes y reflexiones sobre la vejez y la amistad, obteniendo momentos donde las carcajadas coincidían con los nudos en el estómago. Pero los últimos episodios también pusieron en evidencia el poco olfato para construir un desenlace sólido. ¿Cómo puede ser que la redención como actor de Sandy Kominsky se desarrolle de paso cuando tendría que ser el clímax? Si hiciéramos caso del montaje, podríamos pensar que era una improvisación de última hora. En cambio, Lorre no tiene ningún problema en destinar minutos de cada episodio a los descendientes de Norman, una Lisa Edelstein y un Haley Joel Osment desperdiciados y que no van a ninguna parte (y, aun así, tienen más suerte que los alumnos de la escuela: siempre presentes, siempre insustanciales). Y, a pesar de que sea un hallazgo la resurrección de la química entre Michael Douglas y Kathleen Turner, es que la actriz se encuentre con un arco tan tópico como el del “personaje que tiene que morir para que todo el mundo se enfrente a la muerte y el final de la obra cobre una pretendida trascendencia”. ¿No era este el papel de Norman?
El método Kominsky siempre será una obra recomendable por el talento a la hora de hablar con humor de hacerse mayor en un medio que suele pasar del público más maduro. Sin embargo, cuando le ha tocado rematar el material, Lorre ha recordado que efectivamente era el hombre de The big bang theory , una serie de finales de episodio poco trabajados.